El 10 de agosto de 1994, dos españoles y un colombiano se bajaron de un avión de Lufthansa en el aeropuerto de Múnich con cara de susto. En su equipaje llevaban 363 gramos de plutonio, 121 de uranio y 200 de litio: una buena mezcla, aunque escasa, para fabricar una bomba atómica. Los tres traficantes de material nuclear habían mordido el anzuelo. Agentes de paisano de la policía alemana, haciéndose pasar por mafiosos, les habían ofrecido tres semanas antes unos 34.000 millones de pesetas por 4 kilogramos de plutonio. Les estaban esperando.
El caso de Múnich, uno de los más sonados en la historia del contrabando nuclear, no es excepcional. El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) registró entre 1993 y 2008 más de 1.500 incidentes vinculados con el tráfico ilícito de material nuclear. En 336 de estos casos, se denunciaron delitos de posesión ilegal u otras actividades criminales. En 421 ocasiones, se detectaron robos o pérdidas de material nuclear. Hay muchas maletas de uranio o plutonio circulando por el mundo: en el 65% de los casos, 273, el material robado o extraviado no ha vuelto a aparecer.
"Contra el terrorismo nuclear"
La situación es tan grave que EEUU, en guardia ante un posible ataque terrorista con armamento nuclear desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, está presionando a todos sus socios para que instalen detectores de uranio y plutonio en sus puertos. España colaborará. Representantes de cuatro ministerios Interior, Economía y Hacienda, Fomento e Industria, el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) y la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos suscribieron el martes un protocolo de actuación ante la detección de contrabando con material atómico en los principales puertos españoles. Según explica la presidenta del CSN, Carmen Martínez Ten, este protocolo permitirá "avanzar en la prevención y lucha contra el terrorismo nuclear", como exige la Administración de Barack Obama.EEUU no quiere que el uranio y el plutonio que circulan sin papeles por el planeta caigan en manos de una organización terrorista. Y, como explica sin rodeos el científico alemán Klaus Lützenkirchen, "están poniendo mucho dinero en el análisis forense del material nuclear porque, cuando les ataquen, quieren saber quién ha sido".
Lützenkirchen está al frente del único laboratorio especializado en el análisis forense de material nuclear en Europa. Se encuentra, tras una doble red de alambre de espino electrificada, en el Instituto de Elementos Transuránicos (ITU) de Karlsruhe (Alemania), perteneciente al Centro Común de Investigación de la Comisión Europea. Sus científicos son detectives atómicos. Con la billonésima parte de un gramo de material nuclear pueden saber quién y cuándo lo fabricó. O, como dice el químico español Víctor Esteban, al mando de la gestión de proyectos en el ITU, "con una muestra del polvo del despacho del director de una central nuclear en Irán se podría saber si están enriqueciendo uranio".
Uranio en la aspiradora
"El material nuclear es como un DNI, como una huella digital", explica Lützenkirchen, durante una visita para periodistas al ITU organizada por la Comisión Europea. El científico detalla casos rocambolescos. En 2001, la policía alemana cazó a un vecino de Karlsruhe con unos pocos miligramos de basura radiactiva en su poder. Pasaron la aspiradora por su casa y en la bolsa del polvo aparecieron partículas de plutonio, uranio, americio y cesio. De la misma manera que observando su estructura y su receta es fácil saber si un queso es manchego o gallego de tetilla, los investigadores del ITU señalaron a la Wiederaufarbeitungsanlage Karlsruhe, la planta de reprocesamiento de material nuclear de la ciudad, clausurada en 1990, en una época en la que el uranio y el plutonio viajaban con facilidad por Europa. Sólo un año antes, en 1989, los berlineses habían comenzado a demoler el muro que dividía las dos Alemanias. "Posiblemente, el ladrón sólo quería envenenar a su novia", dice Lützenkirchen.Su laboratorio, que a su juicio sólo encuentra competencia en EEUU, también analizó el contenido de la maleta del aeropuerto de Múnich. "El origen no era alemán, era ruso, y la mezcla de plutonio y litio nos hizo pensar en una posible aplicación militar", recuerda. "Somos mejores que la CIA", bromea a su espalda una de sus colegas.
El español Ramón Carlos Márquez, especialista en medicina nuclear, colabora con Lützenkirchen en el ITU. Su lugar de trabajo, repleto de grúas y brazos robóticos, se parecería mucho a cualquier otro laboratorio sofisticado del mundo si no fuera por los armarios con máscaras antigás y los letreros llenos de advertencias: Radioaktiv, Vorsicht strahlung! (¡Ojo, radiación!), Türen schliessen! (¡Cerrad las puertas!) o Achtung, Kontaminations-messplatz (Atención, punto de medida de la contaminación).
Más de 30 casos resueltos
Márquez pasea por el centro con un colega rumano. Ambos tienen la cabeza afeitada. "No es por la radiación", bromea el científico. El científico explica su trabajo: gracias a la técnica de la espectrometría gamma, desnudan la muestra y la observan, sin alterarla. Luego la destruyen y estudian con detalle su composición. Los ingredientes se cotejan con una base de datos, similar a un libro de recetas, hasta que dan con el lugar de origen. "Los residuos de los reactores rusos, por ejemplo, tienen una riqueza de plutonio característica", aclara Márquez.Los detectives con bata blanca del ITU han solucionado 33 casos desde 1994. Pero otros muchos casos de contrabando quedan sin resolver o pasan desapercibidos para la policía. En muchas ocasiones, no están relacionados con el terrorismo, sino con ladrones de poca monta que quieren sacar tajada en un nuevo mercado. Detrás de los compradores pueden esconderse países con un programa nuclear para uso militar. "No se puede excluir que se hayan introducido de contrabando en Pakistán e Israel algunos materiales aptos para la fabricación de armas, procedentes de Europa occidental y América del Norte", explicaba el Organismo Internacional de la Energía Atómica en un boletín en 2004.
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