Enorme la entrada de Pepe Cervera en su Retiario, “Contra Educación para la ‘piratería’“, en respuesta a uno de esos típicos artículos falsamente moralistas en El País, en esta ocasión de Jose María Irisarri, que pretenden tomarnos a todos por imbéciles y reacuñar los conceptos de “piratería”, “justicia”, “educación” y “propiedad intelectual” en la manera en que le interesa a los grandes intermediarios y parásitos de la industria de los contenidos.
Ya han pasado bastantes años desde que esto empezó. Bastantes años de demostración de que los equivocados son ellos: la música no se acaba, como apocalípticamente nos querían hacer creer, porque nos la bajemos de Internet. En estos años, hemos pasado de Napster a KaZaA, a la mula, al Torrent, o simplemente a búsquedas de descargas directas en Google… la tecnología ha mejorado tanto, que hoy en día tardamos menos en localizar y bajarnos un contenido, que en propiamente escucharlo o visualizarlo. Y aún así, la música está mejor que nunca - se produce más música y se distribuye infinitamente mejor - , hay músicos que viven mejor que antes porque aprenden a hacer que la red trabaje a su favor, y los únicos que se quejan son los inútiles intermediarios del pasado que se niegan a cambiar y que intentan mantener sus negocios mediante estupideces conceptuales como el canon, que empobrece al artista al hacerle pagar, en promedio, más de lo que ingresa…
No, señor Irisarri… La descarga de contenidos de la red no tiene NADA que ver con la educación. Para falta de educación, la suya al calificar erróneamente un comportamiento que es simplemente natural, normal, lógico y recomendable. Acceder a un recurso de la manera más eficiente es simplemente el fruto de una ley de mercado, de un comportamiento racional de los actores económicos: la ley no lo impide, porque no debe ni puede impedirlo, y por mucho que se empeñe en calificar usted como quiera a quienes lo hacemos, no cambiará la realidad. Ni yo soy un pirata por descargarme contenidos, ni por recomendar a otros que se los descarguen, cosa que hago además encarecidamente. Su propuesta de intentar deformar mentes infantiles convenciéndoles de su realidad alternativa es simplemente absurda, digna de quien no quiere ver más allá de su propia hipocresía: la descarga de contenidos es algo completamente difundido y aceptado socialmente, tanto que seguramente hasta su propia familia o la del ministro de Cultura lo hagan… y si no lo hacen, será porque les falta el nivel de usuario y de cultura mínimo imprescindible para ello, porque nada, nada hay ética o moralmente reprochable en ello, por mucho que se empeñe en proclamar lo contrario.
Vamos a seguir descargándonos contenidos, señor Irisarri. Todo lo que nos dé la gana. Y no va a poder usted evitarlo: ni usted, ni nadie, porque la tecnología avanza mucho más rápido que la capacidad de influenciar a los legisladores y a los políticos acerca de cosas que ni la misma lógica y sentido común sostienen. Hasta la famosa “vía Sarkozy” tan idealizada por su industria se está demostrando una absoluta estupidez inaplicable e ineficiente. El progreso de la tecnología no puede ser controlado ni regulado, gracias a dios, por su caduca industria. No es cierto que la descarga empobrezca a nadie, ni que haya que educar a nadie, ni que el gobierno deba perseguir a nadie… todo es mentira. La única verdad aquí es la negativa a evolucionar de una industria de los contenidos dispuesta a hundirse con su barco. Húndanse como y cuando quieran, pero déjenos en paz. Vamos a dejarnos de estupideces e hipocresías, señor Irisarri. Si su industria no quiere evolucionar y aprender a generar ingresos en el siglo XXI, como ya se ha demostrado que puede hacerse, no lo haga. Eduque usted a quien le corresponda, si es que puede y sabe, y déjenos a los demás en paz.
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