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2012/06/02

Cuando la tecnología nos enferma


A nadie sorprende ver a personas que están todo el día con el teléfono en la mano como si fuese una extensión de sus cuerpos. Hay quienes no apagan sus equipos ni siquiera en el cine o en las salas de internación médica, donde están expresamente prohibidos. También hay casos de personas que pasan largas horas frente a la computadora, sin poder dejar de chequear y actualizar las redes sociales.
Bien es cierto que el avance tecnológico facilita en muchos aspectos la vida de los usuarios, pero la relación persona-aparato puede volverse patológica.
Aunque no hay estudios científicos que den cuenta de la prevalencia del tecnoestrés en la sociedad, una investigación reciente de Intel en varios países del mundo detectó que el 40% de los usuarios permanece 24 horas, siete días a la semana, conectado a sus dispositivos, mientras que 8 de cada 10 duermen con su celular al lado. Los profesionales consultados por La Nacion consideran que, sin que sea una epidemia, una proporción significativa de la población puede estar aquejada por estos males de nuestros tiempos. De hecho coinciden en que las consultas por este tipo de casos están en aumento: "Me ha sucedido de estar atendiendo a un paciente al que le suena el celular; éste pide disculpas, pero responde a la llamada dándole prioridad por sobre el diálogo que está manteniendo conmigo acerca de su salud. Tras finalizar la conversación, el paciente apaga el celular, pero en cuestión de segundos, otro teléfono en uno de sus bolsillos empieza a sonar", ejemplifica el Dr. Daniel López Rosetti, que preside la comisión directiva de la Asociación Argentina de Medicina del Estrés (Sames), para describir el caso típico de un paciente tecnoadicto.

El término tecnoestrés comenzó a oírse en los años 70, entendido como la sobrecarga de información que puede alterar a las personas. Durante la última década, y a medida que las tecnologías se fueron haciendo cada vez más masivas y de uso más cotidiano, este concepto comenzó a utilizarse con más frecuencia.
"De todos modos, aún no está clasificada como enfermedad dentro del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSMV-IV), que contiene una clasificación y proporciona descripciones claras de las categorías, con el fin de que los clínicos y los investigadores de las ciencias de la salud puedan encuadrar, estudiar, intercambiar información y tratar los trastornos. Esto es así porque lleva muchos años modificar la clasificación de las patologías. En psiquiatría las últimas actualizaciones fueron hace unos 15 años. De todos modos es esperable que en el próximo DMS-V se incluya al tecnoestrés", especula el Dr. Juan Manuel Bulacio, psiquiatra y presidente de la Fundación Iccap, Instituto de Ciencias Cognitivas Aplicadas.

 Signos y síntomas
El tecnoestrés puede manifestarse de diversas maneras: tecnoansiedad, que es la tensión derivada por el uso extremo de las tecnologías y que se revela, por ejemplo, en la necesidad imperiosa de responder un mensaje de manera inmediata más allá del contexto y de que la respuesta no sea de carácter urgente. Es también un estado de nerviosismo que, precisamente, desencadena la falta de conexión.
Por otra parte está la tecnofilia, que puede plasmarse en un deseo desmedido por adquirir el último gadget lanzado al mercado.
Está también la tecnofatiga, que se caracteriza por un estado de cansancio mental y físico, agotamiento cognitivo, trastornos visuales, cefaleas y dolores musculares (principalmente tensión de cuello y espalda), derivado del uso excesivo de las tecnologías. Y a pesar de este agotamiento, la persona no consigue desconectarse.
Otro cuadro está dado por la tecnoadicción, que tiene que ver con la necesidad desmedida de usar la tecnología en cualquier momento y lugar, hasta tal punto que la vida real de la persona se ve alterada por la preponderancia de las relaciones virtuales.

"La tecnoadicción, tal como cualquier otra adicción, es una enfermedad física y psicoemocional que tiene que ver con la dependencia de una cosa, en este caso la tecnología. Está representada por deseos que consumen los pensamientos y comportamientos, que es el síndrome de abstinencia del adicto, y éstos actúan en aquellas actividades diseñadas para conseguir la sensación o el efecto deseado o para comprometerse en la actividad deseada, que se encuentra en el mismo plano de otras adicciones como el alcoholismo o la drogadicción", sostiene López Rosetti.
Si bien no hay estudios científicos que indiquen qué tipo de persona es más susceptible a padecer tecnoestrés, los expertos explican que nadie está exento. Salvador M. Guinjoan, miembro de la carrera del investigador clínico del Conicet, profesor regular adjunto de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y psiquiatra de Fleni, dice que los mayores de 40 son muy propensas ya que no han crecido con estas tecnologías, por lo que les puede costar más hacer una correcta adaptación.
"Por otra parte, dado que las mujeres tienen en general una predisposición más social, y utilizan más el lenguaje, tienen una mejor adaptación a las nuevas tecnologías. Por este motivo, los hombres son quienes más posibilidades tienen de sufrir tecnoestrés, aunque a la hora de la consulta, las mujeres son las que más se acercan al consultorio", asegura.
Mirta Laham, doctora en psicología clínica del Instituto de Psicocardiología, comenta que las personas que tienen menos de 40 años también tienen probabilidades de padecer problemas con la tecnología: "Se trata de individuos que manejan computadoras con mucha facilidad y se comunican mayormente por las redes sociales hasta tal punto que sus relaciones interpersonales se vuelven más virtuales que reales, hecho que los hace susceptibles a caer en el uso abusivo y descontrolado".
Alarmas
De las patologías mencionadas, los entrevistados dicen que la mayoría de las consultas tiene que ver con la dificultad que manifiestan las personas para poder desconectarse de sus aparatos. "Definitivamente, si las relaciones interpersonales de un individuo se concretan principalmente a través de la tecnología estamos ante un indicio importante, ya que la mayor parte de las comunicaciones debe darse de manera directa", sostiene López Rosetti.
Según los expertos, los primeros síntomas de que algo anda mal son la pérdida de autoconfianza, problemas en el rendimiento laboral y conflictos en las relaciones interpersonales. A su vez, esto acelera el sistema simpático, y como explica Laham: "Ocasiona ansiedad, irritabilidad, problemas de memoria, concentración, depresión, frustración e ira, sensación de vulnerabilidad y hasta el síndrome de piernas inquietas. Así se va degradando la salud, propiciando el desarrollo de gastritis, úlceras, problemas dermatológicos, insomnio, hipertensión, hasta llegar al evento coronario", asegura.

"Uno de los síntomas más fuertes es la ansiedad. De todos modos, la ansiedad dentro de la salud mental es un fenómeno muy general y poco específico, comparable con la fiebre", explica el profesional de Fleni, y agrega que según su experiencia, más del 50% de las consultas generales por patologías vinculadas con ansiedad tienen que ver por la imposibilidad de las personas a desconectarse de la tecnología.
Guinjoan dice que el usuario debe empezar a preocuparse por su vinculación con los dispositivos cuando, por ejemplo, la prioridad pasa por los mensajes que está recibiendo en el teléfono y no por el diálogo que está manteniendo con un par en ese momento. "Otra señal es cuando la misma persona empieza a preocuparse por no poder desconectarse y siente un vacío cuando se olvida el teléfono", explica este profesional, que ha decidido no tener celular.
"Las individuos deberían estar atentos a indicios como contar con computadoras hogareñas siempre encendidas o celulares que nunca se apagan por las dudas ", ejemplifica Laham.
Pedir ayuda
Los expertos afirman que el tratamiento para las personas con tecnoestrés depende de si la manifestación se da a través de adicción, ansiedad o depresión. Sea cual fuere, no hay una receta para todos los casos, sino que el tratamiento apropiado debe ser implementado dependiendo de las características propias de cada individuo.
En líneas generales, al tecnoansioso se lo puede tratar como si fuese un caso clásico de trastorno de ansiedad. En tanto, al tecnoadicto se lo atiende como un problema de adicción, se trabaja el día a día. "He tratado a varios pacientes con tecnoadicción. Por ejemplo, uno, de 19 años, fue traído al consultorio por sus padres ya que estaba largas horas frente la computadora y no podía apartarse de ella, hasta tal punto que se quedaba dormido sentado junto a la PC. Esta persona estaba teniendo problemas en las relaciones familiares y bajo rendimiento educativo, pero con un tratamiento psicoterapéutico pudo superar esta situación. Hoy es un adicto recuperado y, como tal, debe ser extremadamente prudente en el uso que hace de la tecnología", describe Bulacio.
El tecnoestrés ocasiona sintomatología en distintas partes del cuerpo. "El 60% de los episodios cardiovasculares está ligado a lo que pasa en la oficina. La persona con factores de riesgo, como tabaquismo, colesterol e hipertensión, comparte muchas características de personalidad con los que padecen tecnoestrés. Esas personas con tendencia a desarrollar algún problema cardíaco suelen tener un estado de mayor irritabilidad que el resto, son muy ansiosas y caen en arrebatos de ira y frustración", explica Laham.

Las personas que creen estar padeciendo tecnoestrés en cualquiera de sus variantes deberían consultar a un médico clínico. "Si es un buen profesional, al escuchar al paciente podrá percibir que está ante un cuadro de depresión o ansiedad, y lo derivará al psicólogo o psiquiatra", observa Guinjoan, y recomienda a las personas tener en cuenta si padecen alteraciones en el sueño, el humor, el carácter o la concentración, entre otras, y si estas alteraciones se vinculan con el uso de los equipos tecnológicos.
El profesional de Fleni opina que los cardiólogos y gastroenterólogos reciben muchísimas consultas por síntomas como taquicardia, palpitaciones o úlcera, que en realidad tienen que ver con cuestiones psicológicas, por lo que realizan la derivación correspondiente. En tanto, López Rosetti aconseja iniciar siempre la consulta con el médico clínico: "Muchos especialistas ven a los pacientes desde la óptica de su especialidad, por eso lo mejor es ir al médico clínico, que observa al individuo en su integridad, para luego derivarlo al especialista que corresponda".
Consejos
Para aprender a surfear la tecnología sin necesidad de hundirse, López Rosetti recomienda: "Establecer los propios límites en forma consciente. Pensar qué herramientas le alcanzan a uno para su tarea y utilizar sólo esas. La eficiencia no debe enfermar".
Un buen comienzo puede ser desconectar los alertas de recepción de e-mails durante los fines de semana o apagar el teléfono por las noches, para no estar pendiente del equipo.
Ese sondeo de Intel también determinó que el 20% de los usuarios prefiere perder la cartera que el teléfono, mientras que 43% cree que su dispositivo refleja su personalidad. Asimismo, la mitad de las personas que usan smartphones asegura que su vida social sería insatisfactoria sin su equipo.
Aunque parezca obvio, no está de más recordar que el objetivo es, siempre, ser usuarios de la tecnología y no sus esclavos.

SOY TECNOADICTO

"Reconozco que soy un adicto a la tecnología", admite Valentín en diálogo con La Nacion. Este soltero de 31 años es propietario de un decena de dispositivos tecnológicos de último modelo, entre ellos, las notebooks MacBook Pro y MacBook Air que se compró casi en simultáneo. Recientemente le robaron su celular (un iPhone 4) y aprovechó la oportunidad para comprarse dos días más tarde el iPhone 4S, el último lanzamiento de Apple.
"Tengo más de 10.000 dólares invertidos en equipos. Me da placer probarlos, testearlos y ver cómo funcionan los nuevos productos. Por lo general, luego los vendo, así no tengo que desembolsar tanto dinero para comprarme el modelo que acaba de presentarse en el mercado", dice Valentín, que además tiene por rutina seguir por Internet los eventos de lanzamientos mundiales de equipos, leer varios blogs sobre tecnología y dejar comentarios en los artículos publicados.
En la casa de este joven hay equipos para todos los gustos. Actualmente tiene tres cámaras de fotos, muchísimos accesorios para estas cámaras y otros chiches, como teclados, ratones, auriculares inalámbricos y hasta un objetivo que compró por Internet en una fábrica de Bielorrusia que los produce artesanalmente.
"Me gusta que mi entorno me pida consejos a la hora de comprar un equipo. Mis amigos me dicen: Cuando vendas algo, acordate de mí", se ríe, aunque reconoce que este fanatismo por las últimas tecnologías le ha traído problemas en sus relaciones de pareja. "Mis novias me han dicho que soy freekie, y mi mamá también me cuestionaba esta actitud, hasta que se acostumbró."

dixit


  • "Las personas mayores de 40 son más propensas ya que no han crecido con estas tecnologías y entonces les cuesta más hacer una correcta adaptación a estas innovaciones". Salvador M. Guinjoan, del Conicet, la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y de Fleni


  • "Los menores de 40 años manejan computadoras con mucha facilidad y se comunican mayormente por las redes sociales, hasta tal punto que sus relaciones interpersonales pueden volverse más virtuales que reales, hecho que las hace susceptibles a caer en el uso abusivo y descontrolado". Mirta Laham, doctora en psicología clínica del Instituto de Psicocardiología


  • "Me ha sucedido de estar atendiendo a un paciente que le suena el celular. Este pide disculpas, pero responde la llamada dándole prioridad por sobre el diálogo que está manteniendo conmigo acerca de su salud". Dr. Daniel López Rosetti, de la Asociación Argentina de Medicina del Estrés


  • "He tratado a varios pacientes por tecnoadicción. Por ejemplo, uno, de 19 años, fue traído al consultorio por sus padres ya que estaba largas horas frente a la computadora y no podía apartarse de ella, hasta tal punto que se quedaba dormido sentado junto a la PC". Dr. Juan Manuel Bulacio, del Instituto de Ciencias Cognitivas Aplicadas 





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