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2012/05/25

De Karl Benz a Google: cómo la tecnología obliga a repensar el automóvil


En enero de 1886 Karl Benz solicitó al gobierno alemán la patente para un vehículo de 3 ruedas, que es considerado el primer automóvil de la historia.
En agosto de 1888, obtuvo el primer permiso de conducir del mundo.
Benz pensaba que el mercado potencial para su invento estaría limitado por la poca cantidad de personas con la capacidad para conducir.
Este es un claro ejemplo de cómo aún los más brillantes tienen dificultades para predecir los cambios sociales que la innovación tecnológica puede generar.
En 2011 se produjeron más de 62.000.000 de automóviles a nivel mundial (3% más que en 2010).
El total de automóviles en circulación en todo el mundo es de 731.250.932, lo que significa un promedio de 1,1 autos cada 10 habitantes.
En China el promedio es de 0,24 vehículos cada 10 habitantes, mientras en Estados Unidos es de 4,31, en Europa supera los 5 y en Japón es de 4,55.
En los más de 120 años que tiene la historia del automóvil, el conductor ha ido perdiendo el nivel de involucramiento y atención que requiere el manejo: transmisión automática, dirección asistida, navegadores satelitales, sensores de estacionamiento, control de estabilidad, control de velocidad crucero, frenos con ABS, entre otros.
Es decir, conducir un auto de cualquier marca fabricado en 2012 es mucho más sencillo que operar un Ford A de 1930 o aún un Fiat de la década de 1980.
Sin embargo, que los autos sean más seguros y eficientes no significa que los conductores hayan mejorado su desempeño.
Allí radica uno de los principales desafíos que hoy en día enfrenta la industria automotriz: los autos fueron incorporando tecnología en forma incremental, pero básicamente se sigue utilizando el modelo pergeñado por Karl Benz donde el conductor es el responsable de la operación.
Según diversos estudios realizados en EE.UU., 93% de los accidentes se producen por errores humanos, siendo los accidentes de tránsito una de las principales causas de muertes en el mundo.
Benz se equivocó en cuanto a la tasa de adopción de su invento, pero no acerca de la falta de capacidad de los conductores.
En un mundo donde los teléfonos celulares tienen mayor capacidad de procesamiento de datos que la mayoría de los vehículos, el reto pasa por repensar el transporte y rediseñar por completo la experiencia de trasladarse (en la última década hemos visto cambios radicales en industrias tales como música, diarios y revistas, cine, energía, entre otras, con lo cual esta situación no es ciencia ficción).
En ese sentido, empresas como Google, Mercedes Benz, BMW, VW y Toyota están desarrollando prototipos de automóviles que se pueden autodirigir.
Cada empresa tiene distintas ideas al respecto, pero básicamente las soluciones consisten en una batería de sensores que permiten al cerebro del auto (una PC) comprender en tiempo real qué pasa a su alrededor, pronosticar qué pasará en los próximos segundos y ajustar la trayectoria y velocidad en consecuencia para llegar a un lugar determinado.
Suena complejo, pero no es imposible y en la práctica Google tiene modelos que ya recorrieron 320.000 kilómetros por las calles y autopistas de California sin un ser humano como piloto.
Las ventajas de la autoconducción son varias: las computadoras no se distraen hablando por celular o enviando mensajes de texto, no toman alcohol ni drogas y son mucho más rápidas que los humanos para procesar altos volúmenes de datos.
Sin embargo, las principales barreras para que estos proyectos se puedan poner en práctica a gran escala tienen que ver con lo legal. ¿Quién es responsable ante un siniestro? ¿El dueño del vehículo? ¿La empresa que lo construyó? ¿El proveedor del software?
Los publicistas se empeñan en presentar la experiencia de manejo como algo placentero y liberador, cuando para la mayoría de las personas conducir un automóvil es una situación estresante considerada una pérdida de tiempo para llegar de un lugar a otro.
Las mejoras en los sistemas de transporte público y los vehículos autodirigidos harán que las personas estén cada vez menos involucradas en cómo ir del punto A al punto B y puedan dedicar su atención y tiempo a temas más importantes.

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