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2011/11/28

Stradivarius se reencarna en robot

Lutieres, músicos, científicos e historiadores empezaron a debatir sobre ellos en el siglo XIX. Los han estudiado hasta la extenuación, o hasta donde ha permitido el respeto a su nobleza, a su venerable antigüedad y a su integridad física. Después de estudios y debates, algunos han sugerido que el secreto está en la madera. Otros, que en la cola, el barniz o algún ingrediente químico como el bórax. Pero según escribió el físico Colin Gough en Physics World, no hay un factor único que encierre la genial singularidad de los violines que entre 1600 y 1750 fabricaron los Stradivari, los Guarneri y los Amati, el triunvirato de talleres de Cremona que convirtió cada uno de sus instrumentos en una obra de arte irrepetible. "Todavía no sabemos cómo caracterizar ciertas propiedades en términos físicos significativos", escribía Gough, para concluir: "No hay fórmula secreta".
Tampoco faltan quienes claman que el mito de los Stradivarius y compañía es simplemente eso, un mito, y en su defensa esgrimen que las audiciones a ciegas no siempre han dejado a cada instrumento en su lugar. Pero allá donde hay un mito siempre habrá un científico decidido a comprobar si es posible convertir la magia en ciencia, parametrizándola con ayuda de las herramientas adecuadas.
Steve Sirr las tiene. Es radiólogo y violinista. Si raro es este combinado de dedicaciones, más aún era encontrar alguna actividad donde ambas pudieran confluir. Sirr lo logró. En el tiempo libre que le deja su empleo en la compañía FirstLight Medical Systems, en Minnesota (EEUU), este médico metió en un escáner TAC (Tomografía Axial Computarizada) a un paciente de 300 años que goza de una salud espléndida: un Stradivarius de 1704 llamado Betts que se conserva en la Librería del Congreso de EEUU.
Como es natural, Sirr no se lanzó a las bravas a escanear un Stradivarius, sino que comenzó por su propio violín. El violero de Minnesota John Waddle recuerda que un día, en 1989, Sirr se presentó en su taller en St. Paul. "Trajo los escaneos TAC de su violín y me los mostró. Yo nunca había visto nada como aquello y me interesó mucho". Aquel encuentro fructificó y desde entonces Sirr y Waddle se sirvieron del escáner para estudiar la anatomía de más de cien violines, violas y violonchelos.
Aún faltaba una pieza en el equipo. El TAC permitía digitalizar un instrumento, pero ¿y recrearlo después? "Tenemos dos objetivos: entender cómo funciona el violín y hacer reproducciones de los más preciados", apunta Sirr. Y ahí entró en juego un segundo lutier, uno muy especial.
Steve Rossow quería fabricar violines usando control numérico por ordenador (CNC), robots que crean objetos siguiendo instrucciones de software. Rossow rastreó el mercado de los CNC y concluyó que ninguno le servía, así que hace cuatro años construyó el suyo propio. "Primero creo un modelo digital 3D y luego lo uso para tallar una réplica exacta con mi CNC", resume Rossow. "Esta fusión de arte y tecnología llegó primero al mundo de la guitarra y ahora entra en el del violín", añade.

"Un desafío extremo"

Con la incorporación de este violero futurista, el variopinto equipo digitalizó y talló las piezas de un Amati de 1679 y de Betts en maderas de arce y pícea, como hacían los maestros, encolando y barnizando después a mano en un proceso que trata de "duplicar la intención del fabricante original", apunta Waddle. "Cada aspecto es un desafío extremo: obtener los mejores escaneos [unos mil en el caso de Betts], elegir la madera... Cuanto más sabemos de las maderas que usaban Stradivari y Amati, más difícil es encontrar maderas con iguales propiedades físicas".
El resultado científico de la clonación de Betts se expone hoy en la reunión anual de la Sociedad Radiológica de Norteamérica, que arrancó ayer en Chicago. Pero ¿qué hay de la magia? "Nuestro proyecto trata del sonido", puntualiza Waddle. "El Amati y su copia se tocaron juntos en un dueto. Me costaba distinguir cuál era cuál, es notable cómo se parecen", presume. Del Stradivarius se han hecho cuatro clones. "Uno se tocó junto con Betts, pero aún no estaba barnizado. Fue emocionante. Todavía tenemos que escuchar a Betts con una copia terminada, pero somos optimistas".
Pese a todo, los dueños de los 650 Stradivarius que sobreviven hoy no tienen nada que temer. "El original siempre será el original y la copia será sólo la copia", admite Waddle. "Pero quienes no pueden comprarse un Stradivari, un Guarneri o un Amati, sí tendrán lo más parecido que puede existir".

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