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2011/05/16

"Greenpeace consigue más que los partidos políticos verdes"

El surafricano Kumi Naidoo recuerda sus tiempos como activista contra la pobreza en el Foro Económico de Davos. Tenía que perseguir a los empresarios por los pasillos o en los servicios. En diez años, ninguno aceptó reunirse con él. Pero en noviembre de 2009 se convirtió en el líder de Greenpeace International y la cosa cambió. "Ahora los directivos de las multinacionales me persiguen a mí. Muchos están desesperados por tener a Greenpeace en su mesa porque creen que así no estará en nuestro menú", bromea. Naidoo, nacido en Durban en 1965, ha aterrizado en Madrid para reunirse con empresas como Acciona y Abengoa y con la ministra de Medio Ambiente, Rosa Aguilar, para presionar contra la energía nuclear y los transgénicos.
Parece que las multinacionales tienen miedo a Greenpeace.

Poco a poco, las empresas de todo el mundo están entendiendo que hay algo más que el capital convencional. Está también el capital de la reputación de la marca, en un mundo con una concienciación medioambiental cada vez mayor. Y ven que son vulnerables a las campañas de Greenpeace y otros grupos. El año pasado, tras pedirle durante mucho tiempo a Nestlé que no empleara aceite de palma procedente de la deforestación de las selvas de Indonesia, lanzamos una campaña contra ellos. Seis semanas después, renunciaron al aceite de palma de Indonesia. Habían tenido que cerrar sus cuentas de Facebook y Twitter porque les bombardeaban diciendo que era inaceptable.
Greenpeace tiene dos caras: una, de dar la batalla y otra, de dialogar, menos conocida.
Sí, ahora una de nuestras campañas clave es conseguir que la UE haga lo que el Parlamento Europeo decidió en noviembre: firmar un objetivo de reducción de emisiones del 30% para 2020, en lugar del 20% actual. El Parlamento Europeo, formado por personas elegidas democráticamente, tomó esta decisión y la UE no quiere obedecer, porque hay empresas muy poderosas presionando para que no se fije el 30%. Ahora buscamos aliados en el sector empresarial. El director ejecutivo de Unilever [la multinacional propietaria de marcas como Axe, Mimosín, Frigo o Knorr] y yo hemos escrito un artículo de opinión conjunto, que es algo muy poco habitual, en el que ambos pedimos a la UE que apueste por el 30%.

Hace una semana estuvo con la canciller alemana Angela Merkel. ¿De qué hablaron?
Entre otras cosas, sobre las pruebas de resistencia que tienen que superar las centrales nucleares. Deben ser ambiciosas. Merkel me dijo: "¿Qué quieres decir con ambiciosas?". Por ejemplo, le respondí, no es sabido que, cuando los tornados azotaron EEUU la semana pasada, por lo menos una central nuclear, y sospechamos que tres, se cerraron por orden del Gobierno. Sabían que había riesgo. Tenemos más eventos meteorológicos extremos, así que hay que incluir pruebas frente a tornados. Y también frente a ataques terroristas, accidentes de avión o incluso atentados con aviones. Merkel estuvo de acuerdo.
El director general de Foratom, que representa a casi 150 nucleares europeas, ha dicho: "Si quieren que todas nuestras centrales sean capaces de aguantar el impacto de un Boeing 747, tendremos que cerrarlas todas".

No es una manera honesta de tener un verdadero debate público. A menudo, la industria nuclear intenta hacer que parezcamos radicales irracionales, sugiriendo que Greenpeace quiere cerrar las nucleares mañana. En Alemania, por ejemplo, hemos presentado un plan para cerrarlas en 2015.
¿Cómo se haría?
El gas natural se puede usar como combustible de transición. Es fósil, pero no es el más peligroso. Hay que reducir la dependencia de la energía nuclear, del carbón y del petróleo. Incluso del gas, no hablamos de expandir su uso radicalmente. Y es necesaria una inversión seria en eficiencia energética. La mayor parte de nuestros edificios se hicieron sin conciencia de eficiencia energética. Lo que deberíamos hacer es reentrenar a los obreros de la construcción y hacer los edificios eficientes.

¿Por qué no se hace?
La tragedia es que en algún lugar de Europa se lleva a cabo excelentemente cada solución que Greenpeace y otras ONG defienden. Antes de entrar en Greenpeace, yo estaba como profesor visitante en Uppsala (Suecia) y allí los autobuses funcionan con excrementos humanos, con biogás. Hay muchas soluciones. El argumento de la industria es decir que si paramos las nucleares necesitaremos petróleo y carbón. ¿Por qué creerles?
¿Por qué Greenpeace se opone a la nuclear?

Por supuesto que sabemos que la nuclear es menos mala para el cambio climático que el carbón, pero lo importante es que la nuclear es demasiado peligrosa, demasiado cara y llegaría demasiado tarde como solución al cambio climático, como quiere la industria. Y, después de Fukushima, el umbral de seguridad exigido será mayor. La energía nuclear será aún más cara. Además, la industria nuclear no nos puede mirar a los ojos y decirnos honestamente que tienen una solución a sus residuos, que son peligrosos durante miles de años.
Antes de Fukushima parecía que los antinucleares estaban perdiendo la batalla y había un renacimiento nuclear.
La industria nuclear empezó a hablar de renacimiento nuclear, pero si buscamos las estadísticas de las centrales que se estaban construyendo en la última década son menos de diez. Ha habido un márketing muy agresivo, particularmente por parte de las empresas europeas, como la francesa Areva. Ahora es el momento de derrotar a la nuclear, pero debemos asegurarnos de que en ese proceso no hay una victoria del carbón. Si no se consiguen más progresos es por el poder y la influencia en los políticos de la industria nuclear y la de los combustibles fósiles.
En España las empresas nucleares y las eólicas son más o menos las mismas.
Nosotros animamos a las empresas sucias a hacer ese cambio. No queremos hundir su negocio. Sólo les decimos: invertid en energías renovables.
Llevaban años proclamando que otro Chernóbil era posible y les llamaban locos. En Fukushima se ha visto que, salvando las diferencias, es posible. ¿Está contento, entre comillas, con Fukushima?
No creo que nadie se pueda alegrar de lo ocurrido en Fukushima, pero entiendo la pregunta. La única manera de entender Fukushima es que es una advertencia. Hay que dejar de jugar al póker político con nuestro futuro. Y tenemos que aceptar que la naturaleza no negocia.
La Organización Mundial de la Salud habla de medio centenar de muertes por la radiación de Chernóbil. Greenpeace habla de más de 200.000. Uno de los dos se equivoca muchísimo.
La URSS tardó 11 días en explicarle al mundo qué estaba pensando. No tenemos mucha confianza en las estadísticas oficiales. En Fukushima vemos lo mismo, Japón ha tratado de minimizar el accidente. Siempre habrá discrepancia en los números. La OMS es un organismo que se debe a los gobiernos. Me encantaría que sus cifras fueran ciertas, porque significaría que hubo menos pérdidas. En cualquier caso, las energías renovables nos ofrecen un futuro seguro y limpio.
El exdirector de Greenpeace España, Juan López de Uralde, está fundando un partido político verde. ¿Qué opina del salto de las ONG ecologistas a la política?
Lo verde ahora está de moda, pero nosotros somos una organización no partidista. Peleamos igual, esté quien esté en el poder. En 18 meses como director de Greenpeace me he entrevistado más con los políticos de derechas que con los de izquierdas, pero porque son los que están en el poder, como Merkel. Por supuesto que reconocemos que las personas tienen vida al margen de Greenpeace y se pueden mover. No nos corresponde a nosotros hacer un juicio positivo o negativo. Diré, además, que hay partidos políticos verdes en países como Alemania y Greenpeace no tiene una relación especial con ellos, aunque puede haber un alto nivel de afinidad de políticas. Respecto a lo que está ocurriendo en España, nos relacionaremos con este partido cuando emerja, como nos relacionaríamos con cualquier otro.
¿Prefiere el activismo a la política?
Las instituciones se están quedando sin soluciones. Las mejores ideas que tienen los gobiernos vienen de los ciudadanos, de los movimientos que los desafían. El nivel de energía eólica que hay en Europa no lo han conseguido los partidos verdes, sino la presión de organizaciones como Greenpeace. Los movimientos como el nuestro son más capaces de decir la verdad y de conseguir cosas que los partidos políticos verdes.
Después de Greenpeace, ¿irá a un partido político?




Nunca hago planes.


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