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2011/04/18

El matrimonio atómico de Putin y Berlusconi

Italia y Rusia quieren resucitar una estrella artificial diseñada en la Unión Soviética y olvidada tras la caída del Muro de Berlín. Se trata de Ignitor, un reactor de fusión nuclear con el que ambos países intentarán lograr antes que nadie una fuente de energía inagotable. Su origen es la ignición, un proceso de generación de energía que se alimenta a sí mismo y que, por ahora, sólo sucede en el interior de los astros o cuando se detona una bomba nuclear.
El proyecto surge a la sombra de un gigante. Es el reactor ITER, el mayor proyecto de fusión nuclear del mundo en el que ya participan Italia y Rusia junto a India, EEUU, China, Corea del Sur y la UE. Será el experimento más caro jamás construido. Podrá generar diez veces más energía de la que consuma, pero no se le espera hasta 2019. Frente al ITER, el Ignitor, con un peso 32 veces menor, pretende demostrar cómo lograr un aporte energético infinito. Como el ITER, aún no está construido, pero se pretende que esté listo para 2016.
"No hay competición entre ITER e Ignitor porque nosotros estamos muy por delante", espeta Bruno Coppi, un físico italiano que investiga la fusión nuclear desde hace cuatro décadas en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en EEUU. Coppi ha trabajado desde 1969 en Alcator, un reactor de fusión la mitad de grande que Ignitor y para cuyo uso recibe financiación del Gobierno de EEUU. Coppi es muy crítico con ITER, que ve retrasarse debido a la "trágica burocracia". Cree que el hecho de contar con dos países en lugar de más de 30 y apuntar a un diseño más pequeño les da ventaja en la carrera hacia la fusión. "Nosotros no vamos en plan grandioso y no nos excedemos en los costes", señala el físico, en referencia al sobrecoste del ITER, que ha pasado de 5.000 millones de euros a unos 15.000.
Desde el proyecto ITER nadie cuestiona la validez de Coppi, pero sí la de su máquina. "Es un gran científico y muy inteligente, pero las personas así pueden ser a veces demasiado obstinadas", advierte Joaquín Sánchez, que dirige el programa de fusión nuclear español en el Ciemat y colabora con ITER. Sánchez reconoce que la comunidad científica piensa que el Ignitor "no va a tener éxito y supone un gasto innecesario".
Tras años de decepciones y falta de fondos, Coppi acaba de lograr un empujón decisivo. El Gobierno de Silvio Berlusconi acaba de aprobar una inyección de 80 millones de euros para el reactor, que figura entre 14 proyectos bandera de la investigación en Italia para el periodo 2011-2013.
La decisión llega un año después de que el primer ministro italiano y su homólogo ruso, Vladimir Putin, apadrinasen varios acuerdos nucleares. Uno de ellos permitiría a Enel, la mayor empresa energética de Italia, participar en la construcción de una nueva central nuclear convencional en Kaliningrado (Rusia). De hacerse realidad, Enel sería la primera compañía extranjera en operar en suelo ruso, donde la energía nuclear ha estado controlada por el Gobierno desde que el país inauguró la era de la energía nuclear con su primer reactor comercial, abierto en 1954.
En el segundo acuerdo, firmado en Villa Gernetto, una de las residencias privadas de Berlusconi, ambos mandatarios se comprometían a lanzar Ignitor. Según Coppi, Enel también ha decidido participar en Ignitor. Aunque muchos de sus componentes se fabriquen en Italia, su sede será el Instituto Kurchatov, a las afueras de Moscú, que fue durante décadas el lugar donde la Unión Soviética diseñó las bombas atómicas más potentes del mundo. Hoy su presidente, Evgeni Velikhov, apadrina el proyecto Ignitor junto a Coppi para desconcierto de sus rivales, pues Velikhov es también el presidente del consejo de Gobierno del ITER.
"El Ignitor es un proyecto rápido y sucio del que no se sacará mucho en claro", opina Steve Cowley, presidente ejecutivo de la Autoridad para la Energía Atómica de Reino Unido y máximo responsable del reactor de fusión más grande en funcionamiento, el JET, cerca de Oxford.
Cowley cree que el Ignitor no allanará el camino hacia los reactores de fusión comerciales que se espera tener listos en la segunda mitad de este siglo basados en la experiencia del ITER. Sí aportará otros beneficios. "Ser el primero en lograr la ignición dará a quien lo logre fama y gloria", reconoce. Tanto es así que algunos expertos reconocen que la ignición bien vale un premio Nobel. Tal vez por eso, Coppi, que ronda los 80 años, tiene tanta prisa. "No tenemos que esperar cien años para esto, o es posible o no, y si lo es, lo podemos lograr en diez años como ya hicimos con la fisión", declama.

La Bomba del Zar'

En la primera mitad de los años cincuenta, Igor Tamm y Andréi Sájarov inventaron en el Instituto Kurchatov el corazón del primer reactor de fusión nuclear. Era el tokamak, una especie de horno con forma de rosquilla hueca en cuyo interior se planeaba generar la sustancia que hace brillar las estrellas, conocida como plasma. En esta nube, cuando la temperatura y la presión son suficientemente altas, los átomos de hidrógeno dejan de repelerse para unir sus núcleos. Es la ansiada fusión nuclear, que genera mucha más energía que la fisión, en la que los componentes de un átomo son separados y que alimenta las plantas nucleares actuales.
Sajarov, que en 1975 ganaría el Nobel de la Paz por defender reformas democráticas en la URSS, ya había logrado mezclar ambos procesos en bombas atómicas de fisión y fusión. El diseño desembocaría en ingenios como la Bomba del Zar, el artefacto nuclear más potente jamás detonado.
Ocho años después, Sajarov y Tamm rozaron el sueño de capturar todo el potencial energético de la fusión termonuclear en su último prototipo de tokamak, el T-4.
Desde entonces, el sueño de domesticar la fusión a gran escala no se ha separado de esos hornos circulares cuyo tamaño y potencia han ido en aumento. El ITER será el Titanic de los tokamaks, con un diámetro de 29 metros. En su interior se alcanzarán los 150 millones de grados centígrados con los que se logrará fusionar núcleos de deuterio y tritio, dos variantes del hidrógeno. Si todo sale bien, la cantidad de energía generada será diez veces superior a la necesaria para ponerlo en marcha, algo que los expertos expresan como q=10.
En su lado del ring, el diminuto Ignitor aspira a mucho más. Lograr la ignición del plasma le haría alcanzar el q igual a infinito, es decir, que la reacción de fusión se alimentaría a sí misma sin necesidad de aporte externo. La baza del Ignitor es la concentración de la corriente eléctrica dentro del plasma. Esta sustancia hecha de partículas altamente cargadas tendría casi 16 veces más corriente por metro cuadrado que dentro del ITER. A pesar de su gran aporte energético, el plasma es una sustancia frágil que se disipa en cuanto la temperatura infernal baja sensiblemente. Para evitarlo, ITER e Ignitor usarán potentes imanes con los que controlar la carga de las partículas del plasma. Los campos magnéticos generados por el Ignitor serán casi tres veces mayores que los del ITER y más de 300.000 veces más potentes que el imán con el que la Tierra atrae hacia sí todos los objetos. El Ignitor estará en el Instituto de Innovación e Investigación de Fusión de Troitsk (TRINITI), a las afueras de la capital rusa. Este centro adscrito al Kurchatov alberga el tokamak TSP, ideado por el ruso Velikhov durante la etapa soviética e inactivo desde 1987 por falta de fondos.
El Ignitor será su resurrección aumentada. Si funciona, la máquina se adentrará en un terreno desconocido. Nadie sabe cómo se comporta el plasma en ignición ni si se puede controlar para mantenerla y extraer energía de ella. Según Coppi, a partir de ahí todo saldría rodado. "Una vez lograda la ignición, usaríamos los materiales de nuestro reactor experimental para crear centrales y comenzar a producir energía", señala esperanzado.

Publico

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