Entraron en casa para barrer, cortar el césped o limpiar la piscina. Ahora llegan para vigilar, dar conversación, contestar nuestro correo electrónico o recordarnos tareas. No es ciencia ficción. Son robots reales que se pueden comprar.
Hace tiempo que delegar tareas domésticas en un robot dejó de ser un sueño. Hay familias que llevan años dejando a Roomba aspirando la casa mientras se marchan a trabajar, que tienen a Ambrogio o a Oscar cortando el césped mientras leen el periódico y a Dolphin, Robopool o alguno de sus congéneres limpiando la piscina mientras van a comprar. Algunas, además, han incorporado a sus vidas un robot mascota con quien jugar y entretenerse. Y lo que –por precio o por desconocimiento– era cosa de unos cuantos privilegiados se está extendiendo como una mancha de aceite desde que grandes marcas de electrodomésticos han apostado también por la robótica y uno puede hacerse con un robot doméstico a golpe de clic o en el hipermercado. Quizás ahora los más populares son los robots aspiradora y sus primos, los robots mopa o los robots abrillantador. Su precio oscila entre los 150 y los 500 euros, en función de su sofisticación y marca. Los últimos que han salido al mercado incorporan visión artificial, lo que les permite saber por dónde han limpiado ya y por dónde no, e ir cambiando de habitación hasta recorrer toda la casa, según cuenta Iván Bermejo, director técnico de Iberobotics.En realidad, estos robots para limpieza doméstica no distan mucho de los cortacésped o de los limpiapiscinas que llevan años funcionando: son máquinas que, ayudadas por sensores, andan solas por un entorno determinado para realizar una tarea específica. Pero ya hay otra generación de robots llamando a la puerta de las casas: los robots-vigilantes o de supervisión doméstica, preparados tanto para funciones de seguridad como de acompañamiento y entretenimiento. “Ya hay alguno en el mercado y otros que pueden encargarse a medida, y van a protagonizar el próximo boom por su funcionalidad: lo activas al salir de casa y al llegar a la oficina te conectas con él para ver cómo ha quedado todo, si ya ha salido el resto de la familia, y activar los sensores de alarma para que te avise si hay algún escape de agua o si detecta ruidos fuertes o movimiento, o bien moverlo desde tu teclado para ir a la habitación donde has dejado al abuelo o al niño enfermo, ver cómo está y poder hablar con él”, explica Josep Maria Nogués, director de Service Robots Solutions. Eso es lo que hace, por ejemplo, Robocatch, el robot móvil de supervisión doméstica que ofrece esta compañía por unos 3.000 euros.
En el mercado hay otros que, sin ser tan profesionales, van en la misma línea. Es el caso de los robots de telepresencia RoviooSpykee, que se venden por algo más de 300 euros. Son robots móviles (en el caso del Spykee con una apariencia muy próxima al robot humanoide con pies de oruga-excavadora del imaginario cinematográfico) dotados de cámara y de sistemas de comunicaciones que pueden manejarse a distancia con una conexión a internet, que permiten visionar lo que ocurre encasa en cada momento e incluso recibir fotos de lugares específicos a intervalos programados, que sirven para hablar con otra persona a través de ellos como si fueran un teléfono y que, cuando están bajos de batería, van solos a recargarse.
Tanto Bermejo como Nogués advierten que la utilidad de estos dos robots aún es limitada, que están más próximos a los robots-juguete o de entretenimiento que a un robot doméstico, aunque anticipan lo que viene. También el AIsoy1 tiene aspecto de juguete, pero es un robot personal de entretenimiento que, según explican sus fabricantes, interacciona, expresa diferentes estados de ánimo, es capaz de hablar, de aprender, de leerte los mensajes de tus amigos en Twitter y de escribir los tuyos, de reproducir música y de recordarte tareas, y que, gracias a su visión artificial, además de reconocer la cara de su dueño, lee.
En el ámbito del entretenimiento pero dirigido a los que quieren introducirse en el mundo de la robótica destaca también BeRobot 15 Pro, un minirobot humanoide que se entrega desmontado para que sea su dueño quien lo construya desde cero y luego, a través del ordenador, se encargue de programarlo y de enseñarle a hablar, a mover los brazos, a dar volteretas o saltar a la comba. “En Japón está causando furor, porque los chavales prueban, investigan, crean programas en el ordenador para que haga cosas, y luego comparten sus experiencias y sepasan esos programas entre los amigos y los compañeros de escuela”, apunta Nogués, de Service Robots Solutions.
Algo parecido, pero a escala profesional, es lo que pretenden los creadores de Qbo, un robot low cost que saldrá a la venta en unas semanas. “La idea es ofrecer, por menos de mil euros y en una carcasa agradable y bonita, la tecnología que han desarrollado diversas instituciones para robots que cuestan millones de dólares, y que luego, quien lo compre, desarrolle sus propias aplicaciones, que lo haga hablar, reconocer caras o activar alarmas en función de sus necesidades o intereses”, comenta Francisco Javier Paz Rodríguez, responsable de The Corpora, que impulsa el proyecto. La clave está en que Qbo utiliza tecnología gratuita, de código abierto, para que quienes lo adquieran y desarrollen programas para él también lo hagan con licencia abierta, de modo que se cree toda una comunidad en torno a él que permita intercambiar, mejorar y complementar aplicaciones. “Qbo, tal y como sale de fábrica, no hace nada; pero ya hay gente trabajando en programas de telepresencia, de reconocimiento de voz y de caras, y el objetivoes crear una base de datos con todo ello donde el robot pueda irse actualizando y reprogramando para dedicarle a la seguridad, a acompañar a personas mayores o a cualquier otro uso”, explica Paz.
Iván Bermejo apunta que Iberobotics apuesta por comercializar el Qbo porque confía en que, en poco tiempo, se convertirá en el asistente doméstico general porque integra tecnologías que hasta ahora estaban dispersas, como sistemas de visión artificial, navegación por interiores, equipos de síntesis de voz, infrarrojos para la conexión a internet... “Esperamos que rápidamente surjan programas que cualquiera, con algún conocimiento de informática, pueda descargarse en su robot parapersonalizarlo, para enchufarlo a la domótica de casa y que sea capaz de cambiar el canal de la televisión, de atender las llamadas telefónicas comerciales, de activar la alarma, de detectar humos o de avisar que hay intrusos; o, si se prefiere, para que avise de una cita con el médico, envíe el e-mail que le dictas, te muestre una película o haga compañía”, relata.
El tema de robots de compañía no es baladí, y en algunos países hablan ya de roboterapia. Esa es la función, por ejemplo, deParo, un robot-foca que mueve los ojos, las aletas y tiene unos sensores que le permiten reaccionar al contacto y a la voz y que se utiliza de modo similar a como se emplean los animales terapéuticos, ayudando a los pacientes (sobre todo ancianos) a relajarse y a hacer ejercicio. En Japón se han vendido más de 1.300 desde el 2005, y en Alemania y Dinamarca utilizan a Paro desde el 2008 en diversos proyectos por sus buenos resultados en la reducción del nivel de depresión y de estrés asociado a las enfermedades neurodegenerativas.
Pero en el mercado hay más. Desde el robot despertador de 40 euros que te obliga a salir de la cama, hasta el que juega contigo al ping-pong y cuesta 1.268 euros, por añadir sólo dos.
La Vanguardia
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