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2010/12/27

El dilema de los sobornos: ¿pagar o no pagar?

Si su negocio depende de enviar un gran cargamento desde un puerto, pero el funcionario de aduanas se niega a despacharlo antes de que se le pague una suma de unos US$200, ¿pagaría?
Ese es el dilema que enfrentan miles de personas todos los días en muchas partes del mundo.
"Si uno maneja una empresa pequeña y necesita pasar los bienes por aduana, es una difícil decisión moral", afirma Mark Moody-Stuart, ex presidente de la gigante petrolera Shell y de la compañía minera Anglo-American, dos de las empresas más grandes del mundo.
Sin embargo, si uno paga la "mordida" se vuelve responsable de perpetuar la corrupción y, sin duda, estaría cometiendo un delito.
Además, estaría añadiendo un costo adicional a la empresa.
"Cuando se trata de una empresa propia con empleados propios, en ese caso pienso que pagar el soborno es el menor de dos males", opina Moody-Stuart.

¿Obligación moral?

No obstante, el alto ejecutivo señala que uno tiene la opción de decir "no" y evitar el pago, aunque en algunas situaciones podría implicar la pérdida del negocio y este se lo llevaría la competencia".
"Nadie lo está amenazando con una pistola, en la mayoría de los casos", expresa. "Pero, en general, uno dice que 'no' y se atiene a las consecuencias.
Gary Busch, un experto en logística que ha trabajado para empresas de flete en África, sostiene que no es el deber de empresarios tratar de cambiar la cultura de los países donde operan.
"Nadie tiene una obligación moral de rehusar pagar un soborno", afirma, pero recalca que las empresas tienen responsabilidades para con sus empleados y sus familias, además de para con los accionistas.
"Es muy fácil hablar de moralidad contra la corrupción, pero eso no ayuda a nadie a mantener su empleo, no los ayuda a sobrevivir".

Donaciones

Mark Moody-Stuart admite que una vez pagó un soborno, cuando regresaba en auto de unas vacaciones con la familia enferma de varicela y los paró un policía.
"Tuvimos una larga negociación y, al final, compré dos cajas de cerveza para la fiesta de Navidad de los policías. Cuando se las di, le dije al agente que diera mis saludos de mi parte al comisionado", relata.
"Me contestó que si lo hubiese mencionado antes, no hubiese tenido este contratiempo. Pero eso también cuenta como corrupción", agrega.
No obstante, hay otras maneras de desembolsar fondos en países en los que operan las grandes transnacionales que éstas no consideran soborno.
Un caso específico fue el apoyo de Aglo-American en Sudáfrica al proceso electoral.
"Era una democracia en desarrollo y los partidos necesitaban financiación", explica. "Quebramos nuestras propias reglas de no dar donaciones, pero lo hicimos abiertamente y por partes iguales al gobierno y la oposición".
La razón, explica Moody-Stuart, es que la empresa trabaja durante 30 o 40 años en un país y lo mejor es estar bien con ellos.
En este aspecto, las "donaciones" pueden involucrar dinero en efectivo o algún tipo de gasto.

Lobby y cabildeo

Si una empresa quiere establecer mejores relaciones con el gobierno, podría atender la sugerencia de que la esposa del presidente dirige una organización cultural que necesita fondos para prosperar.
Aunque puede suceder que los fondos hay que depositarlos en una cuenta bancaria en Suiza.

Igualmente, una empresa podría iniciar un proyecto comunitario que no tiene relación alguna con el negocio, pero resulta que tiene lugar en el distrito de un político específico, antes de elecciones.
"Es un tema muy complicado", reconoce Moody-Struart. "El soborno tiene muchas ramificaciones y diferentes personas establecen límites diferentes".
Todo depende del tamaño de la empresa. Entre más grande sea, más fácil le queda tomar la vía moral.
Por otra parte, el fenómeno no sólo se da en el mundo en desarrollo.
Gary Busch expresa que aún en países donde la corrupción es mínima, ésta se manifiesta bajo otras formas como el lobby o cabildeo.
"En Estados Unidos le pagan a los congresistas y senadores para ganarse los contratos en sus distritos", afirma. "Lo hacen mediante contribuciones a sus campañas políticas".
En la Unión Europea se estima que hay 15.000 representantes de empresas u organizaciones que buscan algo de los políticos.
"Funcionarios en África rutinariamente reciben dirnero a cambio de contratos", dice Busch, "pero sospecho que se pierde más dinero en Washington, Milán o Londres en una semana de lo que se gasta en África".

BBC Mundo

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