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2010/12/16

¿A dónde van a morir los icebergs de la Antártica?

Georgia del Sur es el lugar a donde los témpanos o icebergs gigantes van a morir.
Estos enormes bloques de hielo tabulares, que se desprenden con frecuencia de la Antártica, son arrastrados hacia el Atlántico, hasta llegar a la poco profunda plataforma continental que rodea la isla, de 170 kilómetros de largo.
Al romperse y derretirse, depositan miles de millones de toneladas de agua dulce en el medio ambiente marino local.
Según investigadores británicos, estos gigantescos témpanos de hielo producen un impacto dramático en el ecosistema, alterando incluso la cadena alimentaria de los animales de Georgia del Sur.
Aquellos familiarizados con la épica travesía de Ernest Shackleton en 1916, recordarán que fue precisamente en Georgia del Sur donde el explorador tuvo que pedir ayuda para rescatar a sus hombres atrapados en la Isla Elefante.
Las mismas corrientes que ayudaron a Shackleton a navegar por el Mar de Scotia en el bote salvavidas James Caird, son las que empujan a los témpanos hacia Georgia del Sur hoy día.
"El iceberg conocido como A-38 tiene una masa de 300 gigatoneladas. Se partió en dos fragmentos, pero también en muchos témpanos más pequeños. Cada uno de estos témpanos es bastante grande, y aporta una gran cantidad de agua dulce al sistema", explica el oceanógrafo Mark Brandon, de la Open University del Reino Unido.
Brandon presentó los resultados de su investigación en la última reunión de la American Geophysical Union (AGU, por sus siglas en inglés).

Muerte lenta

Junto a un grupo de colegas, Brandon instaló un dispositivo frente a las costas de Georgia del Sur. Este dispositivo cuenta con una serie de sensores para monitorear las propiedades físicas del agua, incluyendo la temperatura, la salinidad y la velocidad. También midieron la presencia de plancton.
El aparato estaba en una posición privilegiada para registrar qué pasó cuando el témpano A-38 llegó en 2004.
Éste es uno de los varios icebergs, como el B-10A y el A-22B, que fueron a parar Georgia del Sur, que está cerca de la Península Antártica, en las corrientes conocidas bajo el nombre de Confluencia Weddell-Scotia.
La plataforma continental de las islas se extiende por más de 50 km desde la costa, y tiene una profundidad promedio de 200 metros. Cuando el iceberg gigante llega a la isla, se instala y comienza a deteriorarse lentamente.
"Toda esta agua dulce tiene un efecto mensurable sobre la estructura de la columna de agua", explica Brandon. "Cambia las corrientes en la plataforma porque cambia la densidad del agua. También hace que el agua de mar se torne mucho más fría". Se estima que el A-38 pudo haber agregado 100.000 millones de toneladas de agua dulce al área local.

Barrera

Eugene Murphy, del British Antartic Survey, señala que estos icebergs gigantes generan una serie de impactos biológicos importantes.
Las partículas de polvo y los fragmentos de roca que trae de la Antártica actúan como nutrientes cuando se derriten en el océano, impulsando el crecimiento de las algas y diatomeas (unas algas unicelulares que viven en el mar, el agua dulce o en tierra húmeda) en la base de la cadena alimentaria.
Pero, en Georgia del Sur, la presencia de los témpanos puede, en algunas ocasiones, tener consecuencias más negativas, como en el caso del A-38. Parte de la información recogida por los investigadores en el terreno sugiere que el iceberg, por su gran tamaño, pudo haber actuado en forma de barrera, impidiendo la llega del kril.
Estos crustáceos marinos viajan en las mismas corrientes que los hielos y son una fuente de alimentación vital para muchos animales de la isla como los pingüinos, las focas y las aves.
En los años en que hay poco kril en Georgia del Sur, los depredadores que los consumen tienen pocas crías. En los años muy malos, las playas de Georgia del Sur se llenan de pequeños animales muertos, le dice Murphy a la BBC.
"Cuando el témpano estaba en la plataforma, se encontraba las zonas por donde normalmente ingresa el kril", añade.
"Nos dio la impresión que ese año fue un poco particular. No fue el peor año, pero sí uno de los más extremos. Y la verdad es que no tenemos otra explicación para lo que sucedió en 2004. Por eso es, en parte, que estamos buscando los problemas físicos, para ver si luego podemos examinar cómo pudo haber afectado la biología", concluyó el investigador.

BBC Mundo

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