La idea innovadora aportada por la empresa con sede en el parque tecnológico de Álava pasa por agilizar y "optimizar" el tiempo de vigilancia invertido por sus técnicos en los despachos y oficinas de las empresas vascas. Para ello, ofrecen un servicio pionero en el control de documentos confidenciales a través de novedosos dispositivos eléctrónicos que sirven de "medidas eficientes" ante el riesgo de posibles espionajes industriales.
El proyecto germinó de la mente de un grupo de profesionales que habían desarrollado su carrera profesional en países avanzados en el ámbito de la seguridad privada como Reino Unido, Francia o Israel. Fue en enero de 2004, cuando decidieron dar el salto desde su central en Miñano a este novedoso y apenas explotado campo en España.
"En aquel entonces, sólo grandes empresas podían permitirse un servicio de vigilancia completo, pero las pequeñas y medianas firmas carecían de medidas eficientes contra el espionaje industrial", explica Vicente Paunero, director de seguridad en PCI Security Doctors.
Con el firme propósito de minimizar los riesgos de fuga de información sensible de las empresas y poder plantarle cara a los espías empresariales, la firma alavesa ha desarrollado una metódología innovadora que previene posibles situaciones de pérdida de la información confidencial. "Un riesgo muy habitual para las empresas es que sus propios trabajadores pueden optar por emplear el conocimiento adquirido en la firma y convencer a sus compañeros para salir de la firma y montar una empresa", indica Paunero como ejemplo de un tipo espionaje novedoso que se opone al convencional protagonizado por personas ajenas a las compañías.
"Es un tipo de espionaje desconocido y muy en boga en la actualidad, pero puede suponer una importante fuga de información que afecta a cada vez más empresas vascas".
Los avanzados métodos de espionaje complican cada vez la defensa de los documentos secretos, que constituyen una información clave para comercializar un producto o una patente en el mercado. Es por ello, que la consultoría PCI Security Doctors ha ideado durante este año un ambicioso proyecto para proveer a las pymes y grandes empresas vascas de "medidas y dispositivos electrónicos" con el fin de prevenir posibles actos de espionaje. "Nuestro objetivo es que todo tipo de compañía, pueda servirse de nuestros consejos y procedimientos que permiten la detección de la amenaza y su neutralización en tiempo real". resume Paunero.
El procedimiento desarrollado por la firma consta de tres áreas clave. El primer paso se centra en la identificación de cables y microfonos minúsculos que pueden estar ocultos en huecos o espacios de una extensión de apenas un milímetro. Su ubicación puede variar, en función de la estancia analizada, si bien los expertos observan que tanto las mesas, sillas o paredes pueden erigirse en lugares potenciales de riesgo.
Para poder localizar estas herramientas de espionaje, los técnicos de Security Doctors aplican una teoría denominada 'mesas limpias' que les permite "verificar" que cada rincón de la estancia se encuentra libre de peligo. "Un micrófono puede estar dentro del despacho o en una pared contigua captando conversaciones con información sensible", puntualiza.
Con el fin de contrarestar este peligro la primera fase se dedica a desmontar cualquier elemento del mobiliario que pueda ser "susceptible" de contener un mecanismo de vigilancia externo en forma de micrófono o grabadora de minúsculo tamaño.
Junto a este primer protocolo, un aparato denominado como 'escoba' detector con sensores que rastrea la estancia al milímetro, cumple una labor esnecial. No en vano, sirve para identificar micrófonos que no se hallan a la vista del ojo humano. Para ello, activa unos sensores que al entrar en contacto con un elemento sospechoso se activa, por minúsculo que pueda se su tamaño. "Este dispositivo localiza microfonos o grabadoras ocultas debajo de mesas, paredes o sillas".
Junto al rastreo minucioso de las oficinas, el equipo de contraespionaje se dedica a vigilar la transmisión de comunicaciones. Se trata de una práctica habitual en los casos de espionaje industrial a través de la cual, el informador puede comunicar la información interceptada a los directivos por cables eléctricos, grabadoras en formato petaca o pequeños transmisores.
En esta fase, los responsables de la seguridad acometen otro "barrido" para hallar estos microprocesdores de información que pueden estar ubicados en los huecos más recónditos y de difícil acceso de las salas analizadas por estos profesionales de la vigilancia, incluidos teléfonos y los ordenadores. "Se hace la búsqueda de estos componentes en huecos, conductos de aire acondicionado o en los cables eléctricos", subraya Paunero.
Para controlar este vital espacio de transmisión, la metología empleada por la empresa se dirige a llevar a cabo una "fotografia exacta" de las ondas radioeléctricas presentes en el entorno de la oficina. Antes de la implantación de esta emprendedora firma en el desarrollo de tecnologías punteras, la vigilancia de esta actividad intrusiva se realizaba de manera "más tradicional y alejada" de las nuevas tecnologías."Se empleaba una scáner que cubría el rango de las frecuencias y era capaz de localizar al microespia en su propio radio de acción".
La innovacción aportada por estos profesionales de la seguridad es la posibilidad de poder controlar todos los parámetros del campo radioeléctrico. Para ello, aplican un máquina novedosa y denominada microreceptor que tiene por misión "secuenciar y superponer" las frecuencias del entorno, controlando las del interior de la oficina para evitar la llegada al interior del despacho de ondas procedentes desconocidas del exterior.
"Con este proceso hacemos una fotografía exacta del espacio radioeléctrico crucial en las comunicaciones de los espías", subraya el responsable La información obtenida de este dispositivo eléctronico permite a los técnicos poder conocer al detalle parámetros clave como el tipo de onda, su magnitud o frecuencia de la misma. "Nos facilita una imagen exacta del espacio de ondas para poder identificar la frecuencia intrusiva y que el microtransmisor no invada el espacio radioléctrico de la estancia protegida".
Un tercer paso protocolizado se dirige a la identificación de las microcámaras de espionaje. En este caso, se procede a un barrido ocular de al estancia que trata de localizar la presencia de estos sospechosos aparatos. A esta técnica se añade el uso de la escoba empleada para la detección de micrófonos que permite identificar los componentes básicos de estos aparatos. "Puede encontrar el silicio y germanio que son propiedades se calientan a una temperatura determinada y al pasar los sensores estos localizan la presencia de estas minúsculas cámaras", subraya.
A esta operación los responsables del servicio unen una inspección de cables eléctricos. Es una parte del proceso porque posibilita identificar conductos eléctricos "sospechosos" que pueden llevar a la ubicación exacta de estas microcámaras. "Hay cables que pueden tener una conexión distinta a la del resto y levantar desconfianzas a los ojos del técnico".
El procedimiento de contraespionaje se completa con tres dispositivos. Sensores de presencia que activan el grabado de la estancia analizada, un medidor de cable que "rastrea" las líneas teléfonicas para controlar su interceptación y un detector de vídeo con "un software específico" que permite "grabar el interior del despacho en el horario elegido, optimizando el tiempo de su vigilancia", concluye Paunero.
El proyecto germinó de la mente de un grupo de profesionales que habían desarrollado su carrera profesional en países avanzados en el ámbito de la seguridad privada como Reino Unido, Francia o Israel. Fue en enero de 2004, cuando decidieron dar el salto desde su central en Miñano a este novedoso y apenas explotado campo en España.
"En aquel entonces, sólo grandes empresas podían permitirse un servicio de vigilancia completo, pero las pequeñas y medianas firmas carecían de medidas eficientes contra el espionaje industrial", explica Vicente Paunero, director de seguridad en PCI Security Doctors.
Con el firme propósito de minimizar los riesgos de fuga de información sensible de las empresas y poder plantarle cara a los espías empresariales, la firma alavesa ha desarrollado una metódología innovadora que previene posibles situaciones de pérdida de la información confidencial. "Un riesgo muy habitual para las empresas es que sus propios trabajadores pueden optar por emplear el conocimiento adquirido en la firma y convencer a sus compañeros para salir de la firma y montar una empresa", indica Paunero como ejemplo de un tipo espionaje novedoso que se opone al convencional protagonizado por personas ajenas a las compañías.
"Es un tipo de espionaje desconocido y muy en boga en la actualidad, pero puede suponer una importante fuga de información que afecta a cada vez más empresas vascas".
Los avanzados métodos de espionaje complican cada vez la defensa de los documentos secretos, que constituyen una información clave para comercializar un producto o una patente en el mercado. Es por ello, que la consultoría PCI Security Doctors ha ideado durante este año un ambicioso proyecto para proveer a las pymes y grandes empresas vascas de "medidas y dispositivos electrónicos" con el fin de prevenir posibles actos de espionaje. "Nuestro objetivo es que todo tipo de compañía, pueda servirse de nuestros consejos y procedimientos que permiten la detección de la amenaza y su neutralización en tiempo real". resume Paunero.
El procedimiento desarrollado por la firma consta de tres áreas clave. El primer paso se centra en la identificación de cables y microfonos minúsculos que pueden estar ocultos en huecos o espacios de una extensión de apenas un milímetro. Su ubicación puede variar, en función de la estancia analizada, si bien los expertos observan que tanto las mesas, sillas o paredes pueden erigirse en lugares potenciales de riesgo.
Para poder localizar estas herramientas de espionaje, los técnicos de Security Doctors aplican una teoría denominada 'mesas limpias' que les permite "verificar" que cada rincón de la estancia se encuentra libre de peligo. "Un micrófono puede estar dentro del despacho o en una pared contigua captando conversaciones con información sensible", puntualiza.
Con el fin de contrarestar este peligro la primera fase se dedica a desmontar cualquier elemento del mobiliario que pueda ser "susceptible" de contener un mecanismo de vigilancia externo en forma de micrófono o grabadora de minúsculo tamaño.
Junto a este primer protocolo, un aparato denominado como 'escoba' detector con sensores que rastrea la estancia al milímetro, cumple una labor esnecial. No en vano, sirve para identificar micrófonos que no se hallan a la vista del ojo humano. Para ello, activa unos sensores que al entrar en contacto con un elemento sospechoso se activa, por minúsculo que pueda se su tamaño. "Este dispositivo localiza microfonos o grabadoras ocultas debajo de mesas, paredes o sillas".
Junto al rastreo minucioso de las oficinas, el equipo de contraespionaje se dedica a vigilar la transmisión de comunicaciones. Se trata de una práctica habitual en los casos de espionaje industrial a través de la cual, el informador puede comunicar la información interceptada a los directivos por cables eléctricos, grabadoras en formato petaca o pequeños transmisores.
En esta fase, los responsables de la seguridad acometen otro "barrido" para hallar estos microprocesdores de información que pueden estar ubicados en los huecos más recónditos y de difícil acceso de las salas analizadas por estos profesionales de la vigilancia, incluidos teléfonos y los ordenadores. "Se hace la búsqueda de estos componentes en huecos, conductos de aire acondicionado o en los cables eléctricos", subraya Paunero.
Para controlar este vital espacio de transmisión, la metología empleada por la empresa se dirige a llevar a cabo una "fotografia exacta" de las ondas radioeléctricas presentes en el entorno de la oficina. Antes de la implantación de esta emprendedora firma en el desarrollo de tecnologías punteras, la vigilancia de esta actividad intrusiva se realizaba de manera "más tradicional y alejada" de las nuevas tecnologías."Se empleaba una scáner que cubría el rango de las frecuencias y era capaz de localizar al microespia en su propio radio de acción".
La innovacción aportada por estos profesionales de la seguridad es la posibilidad de poder controlar todos los parámetros del campo radioeléctrico. Para ello, aplican un máquina novedosa y denominada microreceptor que tiene por misión "secuenciar y superponer" las frecuencias del entorno, controlando las del interior de la oficina para evitar la llegada al interior del despacho de ondas procedentes desconocidas del exterior.
"Con este proceso hacemos una fotografía exacta del espacio radioeléctrico crucial en las comunicaciones de los espías", subraya el responsable La información obtenida de este dispositivo eléctronico permite a los técnicos poder conocer al detalle parámetros clave como el tipo de onda, su magnitud o frecuencia de la misma. "Nos facilita una imagen exacta del espacio de ondas para poder identificar la frecuencia intrusiva y que el microtransmisor no invada el espacio radioléctrico de la estancia protegida".
Un tercer paso protocolizado se dirige a la identificación de las microcámaras de espionaje. En este caso, se procede a un barrido ocular de al estancia que trata de localizar la presencia de estos sospechosos aparatos. A esta técnica se añade el uso de la escoba empleada para la detección de micrófonos que permite identificar los componentes básicos de estos aparatos. "Puede encontrar el silicio y germanio que son propiedades se calientan a una temperatura determinada y al pasar los sensores estos localizan la presencia de estas minúsculas cámaras", subraya.
A esta operación los responsables del servicio unen una inspección de cables eléctricos. Es una parte del proceso porque posibilita identificar conductos eléctricos "sospechosos" que pueden llevar a la ubicación exacta de estas microcámaras. "Hay cables que pueden tener una conexión distinta a la del resto y levantar desconfianzas a los ojos del técnico".
El procedimiento de contraespionaje se completa con tres dispositivos. Sensores de presencia que activan el grabado de la estancia analizada, un medidor de cable que "rastrea" las líneas teléfonicas para controlar su interceptación y un detector de vídeo con "un software específico" que permite "grabar el interior del despacho en el horario elegido, optimizando el tiempo de su vigilancia", concluye Paunero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario