"¿Dólares, bolívares?", le cuchichean algunos "maleteros" al viajero recién bajado del avión, mientras lo asisten con su equipaje, camino a un taxi. Otros son más evidentes y ofrecen "mejores tasas" casi a voz en cuello. Parece que en el aeropuerto internacional de Maiquetía, en Caracas, las restricciones oficiales a las transacciones con dólares “se acatan pero no se cumplen”.
Este lunes se cumplieron las dos semanas desde que, por orden gubernamental, el mercado paralelo de divisas se mantuvo congelado, mientras se establecía un nuevo sistema controlado exclusivamente por el Banco Central para acabar con la especulación.Pero el sistema, y los términos y condiciones en que funcionará, no está listo. Lo que supone una ganancia para los operadores del mercado negro que, como le dijo uno de ellos a BBC Mundo en los pasillos de la terminal aérea con aire despreocupado, “sigue bien, está todo normal”.
Esto aunque la Guardia Nacional ha estado implementando operativos para apresar a los vendedores, que, después de todo, funcionan al margen de la legalidad.
Por los altavoces
"Se recomienda a los pasajeros que deseen cambiar sus divisas, utilicen las casas de cambio", dice cada tantos minutos una voz sedosa por los altavoces del aeropuerto. Pero para algunos ésta no es una opción. O no es la más "rendidora".El mercado paralelo era un mecanismo legal al que acudían quienes por una u otra razón no tenían acceso a las cuotas oficiales de dólares preferenciales. Para ello utilizaban los servicios de una casa de bolsa, que los obtenía intercambiando en el extranjero bonos del gobierno en bolívares por otros denominados en dólares. Por esto se le llamó también "mercado permuta".
Pese a haber colocado miles de millones de dólares en bonos – en efecto, aumentando la oferta de dólares -- el gobierno no logró, como se propuso en enero, controlar la tasa de "permuta", crucial para la economía por servir de referencia para establecer los precios de productos e insumos importados.
Las autoridades atribuyeron la escalada a operadores inescrupulosos. El Banco Central asumió la potestad de efectuar todos los intercambios, mientras que fueron cerradas las páginas web que anunciaban la cotización y se produjo el allanamiento e intervención de decenas de casas de bolsa. Este martes el gobierno sumó tres a la lista, para un total de 37.
Secreto a voces
Mientras se toma un café en el área de restaurantes, un empleado de una aerolínea internacional le confirma a BBC Mundo que "los maleteros son los que tienen el negocio de los dólares"."Ellos dan vueltas cerca de las casas de cambio y ahí agarran a los turistas", dice. En el área de llegadas, sin embargo, los profesionales del acarreo miran con desconfianza a cualquiera que venga sin una valija y haciendo preguntas.
"Ayer se llevaron a un compañero mío”, dice un maletero de unos 60 años, habiéndose asegurado de que le está hablando a un periodista y no a un policía vestido de civil. Él no estaba ofreciendo nada, pero el guardia le sacó los dólares, con dos testigos, y cuando mi compañero aceptó cambiárselos le sacaron la 'chapa' (identificación)".
"Eso (de la compra-venta de dólares) se acabó aquí, se acabó aquí", repite, hermético, otro maletero, que no le quita el ojo a dos guardias ubicados a unos metros de distancia. "O serán que lo hacen disfrazados", agrega.
Un poco más retirado, un operador que dijo llamarse "Papelón" está mejor dispuesto a contar los detalles del negocio. "No todos los maleteros están metidos en esto, pero si usted se mete, tiene que saber cuándo salirse", señala.
"Papelón" explica que la policía política (Servicios Bolivarianos de Inteligencia, Sebin) se ha "llevado a unos cuantos, porque también hay los locos que meten dólares falsos". En consecuencia, el mejor consejo es "comprar a alguien de confianza". Dar el nombre real y un número de teléfono parece que bastan en este negocio de informalidades.
En el área de salidas, sin embargo, parece haber menos presión. "Venga, jefe, yo le doy mejor tasa", dice otro maletero, sotto voce, a un grupo de italianos, que lo miran con desconfianza y declinan la oferta.
Unos pasos más adelante un joven que no lleva uniforme va pregonando "¡dólares, dólares!" sin ningún empacho. Después de que me dice la tasa del día que supera con creces a la oficial – "no han abierto la página (web), esto es un riesgo" --, le pregunto si no tiene miedo de que lo "agarre" el Sebin.
"No, vale –me contesta -. Tú sabes cómo es. Uno le paga su broma para que lo dejen trabajar a uno y ya. Todo es una rutina".
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