Fuente: La Vanguardia.
Probablemente nunca se han preguntado por donde defecan los árboles o por qué las ruedas no son cuadradas. Él sí lo ha hecho y además tiene explicaciones científicas perfectamente demostrables para estas y otras muchas preguntas. Dani Jiménez es físico y divulgador científico y gracias al programa de TV3 El Club, donde ha realizado más de 500 experimentos en directo, se ha convertido en un mediático comunicador que tiene como objetivo particular demostrar que la ciencia puede cambiar la visión que tenemos de las cosas que nos rodean. Jiménez publica ahora un nuevo libro, Ciencia a dos euros, donde plantea nuevas preguntas con respuestas científicas que demuestra con experimentos sencillos para que se puedan hacer desde casa. Y es que el próximo reto de este físico carismático es desvincular la ciencia de los laboratorios y de la televisión, para llevarla directamente a la calle. Allí donde las preguntas más descabelladas, también pueden tener una respuesta, como no, con base científica. Seguro que lo conseguirá.
-Siempre hace hincapié en que el objetivo de la ciencia es cambiarle el mundo a la gente. ¿Cómo le ha cambiado el mundo a Dani Jiménez y cómo puede cambiarnos el mundo al resto de mortales?
-La ciencia cambia el mundo. Nuestra civilización esta basada en la ciencia, no comprenderíamos nuestra vida sin coche o electricidad. Pero además, el objetivo de un divulgador científico, que es mi trabajo, es cambiar la vida a las personas. Y todo esto puede suceder cada día porque la ciencia está en todas las cosas, en nuestro entorno, en la naturaleza…
-Primera premisa. Para acercarse a la ciencia tiene que haber cierta curiosidad por lo que nos rodea…
-Exactamente. Es un error pensar que para disfrutar de la ciencia se tiene que saber. Para disfrutar de la ciencia hay que tener curiosidad, ganas y creatividad.
-Tradicionalmente suele hablarse de la experimentación científica como algo lejano y complicado para personas como yo, que venimos del mundo de las letras…
-Es cierto que pasa, y aquí creo que nos ha hecho mucho daño el hecho de que durante muchos años el científico se haya mostrado como el sabio, y el que no sabía el ignorante, el profesor y el alumno. A la gente no le gusta que le den lecciones, yo no voy a enseñar nada a nadie, sólo quiero disfrutar con la gente de las experiencias científicas. Los dos nos situamos en un mismo nivel y nos sorprendemos y disfrutamos con un mismo fenómeno.
-Son palabras duras las suyas…
-Es que creo que durante muchos años la divulgación científica se ha basado en una mirada en diagonal, de arriba hacia abajo, y esto tiene que cambiar, debe ser una mirada horizontal. Todos somos iguales, y todos podemos aprender y disfrutar de la ciencia de la misma forma.
-También afirma en su libro que la ciencia no es lineal y le da mucha importancia a la palabra improvisación. ¿Hasta qué punto se puede improvisar un experimento científico?
-Muchas veces nos han educado para pensar que ante una pregunta hay que buscar una única respuesta, creo que es un grave error. Con la vida te das cuenta que ante una pregunta hay muchas respuestas. La forma del cerebro, por ejemplo.
-¿Perdone?
-La forma del cerebro es un poco rara, parece una nuez. Podemos pensar que es así para aumentar la superficie del córtex, que es la parte más externa, y es verdad. Pero también es así para poder liberar más calor, las personas liberamos el calor por la cabeza, y esta forma lo favorece. Pero también sería así para maximizar la forma esférica. Es decir, hay más de una respuesta. Es lo que se conoce como pensamiento lateral.
-Siga ilustrándome…
-Ante una pregunta, buscas una respuesta lineal, poner las fórmulas, solucionarlo como hasta ahora y en realidad los científicos siempre hemos sido rebeldes. Los grandes científicos de la disciplina se han caracterizado por buscar nuevas líneas de pensamiento. Para llegar a pensar que la tierra gira sobre si misma y alrededor del sol es necesario romper muchos esquemas y pensar de una forma no lineal.
-¿Usted recuerda la primera pregunta rebelde que hizo?
-Me acuerdo de una vez que me sentí atraído por la evolución de la especie, por saber de dónde venía el ser humano. Yo era pequeño y se lo pregunté a un señor que me contó la historia de Adán y Eva. Me dijo que veníamos de ellos, pero era algo que a mi no me cuadraba como explicación. En ese momento me incomodé, yo pensaba que veníamos del mono, que tampoco es muy exacto, y lo de Adán y Eva me descolocó muchísimo, era una respuesta no científica. Y esa fue mi primera pregunta rebelde, de dónde venimos, que es la gran pregunta del ser humano.
-Ustedes los científicos tienen un problema, necesitan probar todo lo que dicen, no es una cuestión de fe divina…
-(Ríe). Sí, hay diferentes premisas, pero una de las grandes cosas de la ciencia es que cualquier experimento que se haga se tiene que poder reproducir. La revolución de los experimentos, iniciada por Galileo y Newton, rompe con muchos años donde la ciencia, especialmente la aristotélica, está basada en la observación. Aristóteles era un gran observador, pero lo que hacemos ahora los científicos es hacer un examen a la naturaleza y la ponemos a prueba. Esta prueba nos da unos resultados que tienen que ser iguales para todos.
-Si no me equivoco su editor también le puso a prueba cuando le pidió un segundo libro de Ciencia a un euro y usted le dijo que no. ¿Es cierto que una pastilla de jabón lo cambió todo?
-(Ríe). Sí, es cierto. Hacer un libro de estas características significa un esfuerzo importante, que evidentemente me compensa mucho. Pero cuando terminé el primero dije que no haría ninguno más, aunque ellos insistían. Un día tuve un experimento fallido que explico en el libro con una pastilla de jabón. Y la intención es que ante un error, como en todos los errores de la vida, somos génesis creadoras. La ciencia avanza gracias a los experimentos fallidos. Lo más curioso de todo es que llevé el experimento a una de mis charlas con niños, y pregunté. Me di cuenta de que las mentes más tiernas y atrevidas son las que te dan mejor soluciones, no tienen miedo a equivocarse. Me gustar ir a esta ciencia de diez respuestas, de las cuales a lo mejor seis son incorrectas, pero cuatro son nuevas y creativas. Los niños de 12, 13 o 14 años saben mucha menos ciencia que la gente mayor, pero tienen mucha más creatividad. Aquí es donde nace Ciencia a dos euros.
-Mientras me explicaba esta anécdota le imaginaba en su casa probando y probando con pastillas de jabón. No sé si esta obsesión es la que les ha llevado, en algunos casos, a convertirse en ojos de los demás en personas con un punto de locura, lo que hoy en día llamarían un freaky…
-(Ríe). Sí, o un científico loco, ¿no? Estuve trabajando muchos años en Cosmocaixa y allí es donde hacía los experimentos, también en la televisión donde llevo trabajando mucho tiempo. En casa de mis padres tengo un laboratorio también. En mi cabeza tengo unos 1.000 experimentos, que es una barbaridad. Ahora hay muchos que ya no los experimento. El objetivo del primer libro fue que la gente experimentara sin complejos. La diferencia entre la magia y la ciencia es que la gente puede hacer en su casa cualquiera de mis experimentos. Y es una sensación muy chula.
-¿La ciencia es sexy?
-Sí, también. Porque tiene cosas que te hacen vibrar, que te excitan…
-Se lo diré ahora de otra forma, ¿la ciencia le ha hecho sexy?
-Desde que soy científico ligo mucho más que antes (Ríe). Pero dejémoslo aquí, no seas malo. Que en El Club ya hago muchos experimentos sexuales y mi madre me mete bronca (Ríe). Mira, la gracia de un experimento es conectar con otra persona, se crea una relación especial y entonces ligas más, es la coña que hay (Sonríe).
-¿Tiene algún experimento como reto de futuro?
-Muchísimos. Dos ejemplos. Me gustaría hacer un gran experimento en un Camp Nou lleno y que todos participaran para hacer un experimento desde el centro del campo. Quiero sacar la ciencia a la calle, ya lo he hecho en un laboratorio y en la televisión, ahora toca la calle. Y otro experimento es fer "l"ou com balla" en la fuente Mágica de Montjuic.
-Le debe mucho a la televisión. Son cuatro años de colaboraciones en el programa de TV3 El Club, donde ha hecho más de 600 experimentos…
-Sí claro, especialmente a Albert Om que fue quien apostó por mí. Yo ya era divulgador científico, había hecho radio y prensa. Pero un día estaba en el Cosmocaixa y me vino la inspiración. Me di cuenta de que la mejor forma de hacer llegar esos experimentos tan visuales era a través de la televisión. El Club es el mejor programa de la tele, y sin conocer a Albert llamé al programa y hablé con la subdirectora. Me dijo que fuera. Hicimos una prueba y ya empezaba la semana siguiente. Ni Albert ni yo pensábamos que esto acabaría siendo una sección o que estaríamos tantos años, en serio. Pero la verdad es que llevamos cuatro años y hemos sido pioneros en la divulgación científica. Hay otros programas que están muy bien, pero nosotros fuimos los primeros, y con un estilo que se nos ha copiado (Sonríe).
-Pero es algo que ahora se acaba…
-Sí, pero vendrán nuevos proyectos. En ciencia está muy claro que el final de una era significa el principio de otra. Es una oportunidad y será bueno para nosotros, ha sido una experiencia fantástica pero las cosas no son eternas y era el momento de cambiar para todos.
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