India, hogar de muchas de las subcontratas de programas informáticos más importantes del mundo, quiere reproducir ese éxito creando un sector del hardware de cosecha propia. Pero los fabricantes de chips necesitan grandes cantidades de agua potable y electricidad fiable. Y los montadores de ordenadores y tabletas dependen de economías de escala y un acceso fácil a componentes baratos. Por esas razones, el Gobierno indio está probando una nueva estrategia.
En octubre empezó a ordenar discretamente que al menos la mitad de los ordenadores portátiles y de sobremesa, las tabletas y las impresoras facilitados a organismos gubernamentales sean de fabricación nacional. Al mismo tiempo, ha destinado hasta 2.750 millones de dólares a incentivos para alentar a los fabricantes de chips a construir la primera fábrica de semiconductores de India.
Esta política pretende abordar un problema real: las importaciones de material electrónico están creciendo tan rápidamente que en 2020 se prevé que eclipsen al petróleo como el mayor gasto de India.
El Gobierno representa alrededor de un 40% de las compras de productos electrónicos del país, según PVG Menon, presidente de la Asociación India de Fabricantes de Material Electrónico y Semiconductor.
Lo que más le gustaría al Ejecutivo es conseguir una fábrica que produzca microprocesadores para ordenadores. Estos suelen suponer entre un 25% y un 35% del coste total de un PC o portátil. India espera que esa fábrica, cuya construcción podría costar hasta 5.000 millones de dólares, ayude a estimular el sector de la alta tecnología, señala Ajay Kumar, secretario adjunto del Departamento de Electrónica y Tecnología de la Información.
Pero Ron Somers, presidente del Consejo de Negocios EE UU-India, duda que India pueda crear unas instalaciones para fabricar chips con la infraestructura básica que necesitaría incluso para mantener las luces encendidas.
Los escépticos advierten de que los esfuerzos por fomentar una revolución de la alta tecnología en el país pueden quedar en nada a menos que reduzca algunas de las barreras que impone a los negocios. En el caso de ciertos materiales electrónicos, el impuesto a la importación de un producto acabado es más barato que el de sus componentes. Los costes también son más elevados debido a la falta de suministro eléctrico fiable y a las malas carreteras.
Dell, el minorista de ordenadores personales más importante establecido en India, barajó la posibilidad de construir unas instalaciones de fabricación. La empresa monta ordenadores en el país, pero no fabrica componentes. “Hicieron venir a sus proveedores de China y Taiwán para ver si podían hacerlo, pero dijeron que no”, explica un directivo del sector. “El mercado es demasiado pequeño, y logísticamente es una pesadilla”.
India cuenta con un modelo para el éxito, señala Gaurav Verma, de la oficina del Consejo de EE UU-India en Nueva York: su sector del automóvil. En los ochenta, lo abrió a las empresas extranjeras y en 1982 Suzuki Motor compró una participación mayoritaria en Maruti Udhyog. La empresa conjunta produjo el Maruti 800, el primer coche asequible de India.
Sin embargo, el verdadero punto de inflexión llegó en 1991, cuando India suprimió sus requisitos para la fabricación local. Ahora circulan unos 40 millones de coches por las carreteras indias. “Actualmente, India posee el sexto sector automovilístico más grande del mundo”, indica Verma, “gracias al ecosistema que creó el Gobierno”.
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