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2012/05/02

La extrema derecha griega se beneficia de la crisis económica


Las cajas están repletas de abrigos, las bolsas de plástico llenas de alimentos no perecederos. Hasta hay un oso de peluche. Todo apilado en los asientos de una camioneta azul desvencijada que va abriéndose paso por Atenas para repartir su carga entre los necesitados de la capital griega.
Detrás de la ayuda no hay ninguna organización humanitaria sino el partido ultranacionalista griego Chrysi Avgi (o Amanecer Dorado). Sus críticos los califican como extremistas violentos. Pero ellos se muestran dispuestos a mostrar su lado amable y eso gana votos.
Uno de los destinatarios de la ayuda es Katerina Karousi, de 76 años. Rompe a llorar mientras habla de su lucha contra el cáncer.
"¿Por qué no votar por Amanecer Dorado?", pregunta. "Nos están ayudando, entonces debería darles algo a cambio".
Pero más allá de la fachada benevolente, hay un partido que atemoriza a muchos aquí. Con una virulenta posición antiinmigración, los de Amanecer Dorado son frecuentemente etiquetados como neonazis.
El líder fue filmado haciendo el saludo hitleriano y el logo del partido ha sido relacionado con la esvástica, aunque las autoridades sostienen que es un símbolo de la Antigua Grecia.
A pesar de todo, los griegos están acudiendo en masa a Amanecer Dorado, alentados por la angustia financiera y la profunda desilusión con los políticos tradicionales. El partido cosechó apenas un 0,29% del voto en la última elección de 2009.
Ahora, las encuestas les dan por encima del 5%, lo suficiente como para entrar al parlamento por primera vez. Un shock para un país que salió de una dictadura militar de derecha menos de cuatro décadas atrás.
De vuelta en la camioneta, les pregunto a las voluntarias Athina y Rosalie sobre su punto de vista y particularmente sobre las acusaciones de que los miembros de Amanecer Dorado agreden a inmigrantes en las calles, algo que las autoridades del partido rechazan.
"Creemos en nuestra raza, creemos en el poder de nuestra nación", dice Athina. "Estos inmigrantes no han sido revisados por si tienen enfermedades. Si una persona griega se siente amenazada por un inmigrante, justifico que alguien intente hacer justicia. No sé por qué debería preocuparme por la violencia contra los inmigrantes".
"No somos racistas", Rosalie me asegura. "Ellos (los inmigrantes) lo son hacia nosotros, porque amamos nuestro país. ¿Eso está mal?".
"Trajimos la civilización, trajimos todo. Nos matan y nos violan".

"Minas en nuestras fronteras"

A la mañana siguiente, el partido hace campaña en el concurrido suburbio de Marousi. Es impactante ver cuánta gente toma los folletos y periódicos repartidos. La creciente popularidad del partido es claramente visible.
Pero al entrar en el Mercado local, un transeúnte les arroja una naranja. De repente, los miembros de Amanecer Dorado se dirigen a quien consideran sospechoso de la agresión, lanzándole insultos y amenazándolo con atacarlo.
Más adelante, en la plaza principal, detectan la presencia del parlamentario socialista Petros Efthymiou. Lo rodean, le arrojan jarras de agua y tazas de café.
Ese comportamiento alienta a aquellos que llaman a los miembros del partido puros matones.
"Esta es la cara del fascismo", me dice Efthymiou. "Simplemente violencia brutal. Y nada de respeto por los valores democráticos. Pero esto es un problema no sólo para Grecia, sino para toda Europa".
La extrema derecha está verdaderamente en ascenso más allá de las fronteras de Grecia.
Marine Le Pen, líder del Frente Nacional en Francia, alcanzó el mejor resultado de su partido en la primera ronda de la elección presidencial de este año.
Otros países, incluyendo Holanda y Dinamarca, han visto un aumento en el apoyo a la extrema derecha. Los extremos se benefician de la dura situación financiera.
"Grecia se está muriendo por los inmigrantes, los políticos como el que acaban de ver y los banqueros", dice Ilias Panagiotaros, el portavoz de Amanecer Dorado.
"Vamos a poner minas en nuestras fronteras y vamos a poner vallas eléctricas".
Entonces, ¿los inmigrantes deben morir con las minas?, pregunto.
"No me importa, no deberían saltar a nuestro país, es su problema", responde.
Le pregunto por la etiqueta de neo-nazi. "Pueden decir lo que quieran, no es verdad", afirma. "Somos griegos nacionalistas y estamos orgullosos de ello".

Chivos expiatorios

Dicha retórica ha tocado la fibra, alimentando un discurso antiinmigrante pocos días antes de las elecciones. Teniendo en cuenta que más del 80% de los inmigrantes que llegan a la Unión Europea pasa por Grecia, estos son un objetivo fácil en un país que se hunde en la recesión económica.
El gobierno actual anunció la creación de hasta 30 centros de detención para inmigrantes en situación irregular, el primero de ellos está recién inaugurado.
El líder del partido de centro derecha Nueva Democracia, Antonis Samaras, quien encabeza los sondeos de intención de voto, ha convertido el combate contra la inmigración de indocumentados en uno de sus temas electorales clave.
Mientras tanto, la violencia contra los inmigrantes aumenta. En un hospital de Atenas conocí a Altaf -nombre figurado- un inmigrante pakistaní que había recibido una paliza hace unos días. No sabe quiénes fueron sus atacantes.
Le rompieron un brazo y la nariz, tiene una herida profunda en el cráneo y un corte sobre una de las cejas.
"No entiendo por qué está sucediendo esto", lamenta. "Somos todos humanos. Ahora tengo miedo de salir. Antes no era así".
El lado opuesto a los antiinmigrantes también se hace oír. Aquellos que quieren detener a Amanecer Dorado a cualquier precio han organizado encuentros antiracismo. Pero sus esfuerzos pueden ser inútiles.
Una nación dividida y profundamente enfadada acudirá a las urnas, desesperada por encontrar una alternativa. Es una nación temerosa del futuro y en busca de alguien a quien echarle la culpa.                    

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