Xavier Surinyach es un fotógrafo y aventurero catalán de La Garriga (Barcelona) que viaja a África lo que la economía le permite. Hasta siete veces ha ido en los últimos años a la zona del Serengeti (Tanzania). La octava visita está prevista para el mes que viene, y entonces espera volver a contemplar un espectáculo en el que más de un millón de ungulados (entre ñus, cebras y gacelas) regresan al parque desde la norteña reserva de Masai Mara (Kenia) siguiendo el ciclo de las lluvias. Pero quizá el año que viene una carretera haya acabado con lo que llaman la gran migración.
Antes, mañana mismo, Surinyach, representante en España de la organización Serengeti Watch y creador del movimiento Amigos del Serengeti, dará una conferencia en el Institut d'Estudis Catalans , en Barcelona. Mitad exposición fotográfica, mitad denuncia, mostrará el estado actual del parque, Patrimonio Mundial de la Humanidad desde 1981, y las consecuencias que para su ecosistema puede tener la construcción de una carretera que atravesará el Serengeti. El Gobierno tanzano la anunció en 2010 y, a pesar de que la Unesco, varios países occidentales y un sinfín de organizaciones conservacionistas han mostrado su oposición, el plan sigue adelante. La única concesión que han hecho es la de cambiar el asfalto por grava.
"El nivel de tráfico aumentará tanto con grava como con el asfalto", denuncia Surinyach."La zona es considerada crítica por el propio Gobierno. Allí es donde se concentran los rebaños en su ruta hacia el Masai Mara", añade. El propio estudio de impacto ambiental encargado por el Gobierno estima que la nueva carretera soportará el tráfico de unos 300.000 vehículos, la mayoría pesados, en 2015. Cifra que subirá hasta el millón en 2035. "Ahora el tráfico es prácticamente nulo. Sólo el de los rangers del parque", explica.
La migración cíclica de los ungulados es la espina dorsal del Serengeti. Apenas nacen las crías, en febrero y a una media de 8.000 al día, los rebaños comienzan a moverse desde el sur del Serengeti hasta la reserva de Masai Mara. Durante la marcha, los ñus, gacelas y cebras dan forma al ecosistema: recortan la hierba reduciendo el riesgo de incendios y fertilizan el suelo de la sabana. "Desde los escarabajos peloteros hasta los grandes felinos dependen de su marcha. Sin la gran migración, el ecosistema Serengeti-Masai Mara estará muerto", explica Surinyach. Según estimaciones de la Sociedad Zoológica de Fráncfort, la carretera podría diezmar los rebaños, dejándolos en 200.000 ejemplares.
El objetivo oficial de la carretera es unir las ciudades de Musoma, en la ribera del lago Victoria, con Arusha, cerca del monte Kilimanjaro, dando salida desde ahí al este del país hacia el océano Índico. El presidente del país, Jakaya Kikwete, ha rechazado las ofertas del Gobierno alemán de estudiar una ruta por el sur, fuera del parque, y la financiación del Banco Mundial para construir ese trazado alternativo. Serengeti Watch cree que detrás hay intereses de empresas mineras y petroleras.
"Es difícil hablar con las comunidades locales. Cada vez que hemos intentado hacer reuniones con los consejos de ancianos, hemos sufrido el boicot de enviados del Gobierno", denuncia Surinyach. Sin embargo su percepción es que están en contra: "Claro que las comunidades masai quieren infraestructuras, sí, pero hablan de escuelas, centros de salud o acceso al agua potable. Saben que la carretera será el fin de su modo de vida".
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