En medio de la protestas contra el sistema financiero en la catedral de San Pablo, en Londres, la Iglesia de Inglaterra lanza una andanada de críticas contra banqueros y altos ejecutivos, así como erigir un puente entre la creación de riqueza y los urgentes reclamos de la ética.
La Iglesia de Inglaterra acusa a banqueros, ejecutivos y financistas de "zafarse de sus ataduras morales".La andanada crítica se produce a una semana de que la Iglesia se negara a desalojar a los "indignados" que protestan contra el sistema financiero global, acampando en terrenos de la catedral de San Pablo.
Las acusaciones incluyen la del arzobispo de York, John Sentamu, quien afirma que los salarios de estos ejecutivos están originando una brecha insalvable entre pobres y ricos, lo que erosiona la cohesión de una sociedad.
"Se me hace difícil imaginar una forma más elocuente de decirle a alguien lo poco que vale que pagarle la tercera parte del uno por ciento de sus ingresos", dice Sentamu.
La crítica viene acompañada de castigo: el arzobispo exige que no se les otorguen honores ni reconocimientos a estos financistas.
Costo humano
El canónigo Giles Fraser, quien renunció a su puesto en la catedral de San Pablo por los planes de desalojar a los manifestantes, expresó el sábado en Radio 4 de la BBC que la Iglesia tenía la obligación de destacar el costo humano de la injusticia financiera.
Para Fraser, el distrito financiero de Londres, la milla cuadrada donde se efectúan millonarias transacciones día a día, ha perdido su marco moral en la misma medida en que la tecnología ha reemplazado la interacción humana.
"El hecho de que las transacciones descansan ahora menos en el contacto humano directo puede explicar, en cierta medida, por qué un sentido de obligación moral tiende a mostrarse ausente", afirma.
Es probable que lo dicho por Fraser y sus asesores exacerbe las fricciones de la Iglesia con el sector financiero.
Se teme que las palabras del clérigo disuadan a los donantes del distrito financiero, que entregan cada año millones de libras a San Pablo, de seguir haciendo su aporte.
Para Fraser, el distrito financiero de Londres, la milla cuadrada donde se efectúan millonarias transacciones día a día, ha perdido su marco moral en la misma medida en que la tecnología ha reemplazado la interacción humana.
"El hecho de que las transacciones descansan ahora menos en el contacto humano directo puede explicar, en cierta medida, por qué un sentido de obligación moral tiende a mostrarse ausente", afirma.
Es probable que lo dicho por Fraser y sus asesores exacerbe las fricciones de la Iglesia con el sector financiero.
Se teme que las palabras del clérigo disuadan a los donantes del distrito financiero, que entregan cada año millones de libras a San Pablo, de seguir haciendo su aporte.
Un puente hacia la ética
Sin embargo, la Iglesia no ha quemado todas sus naves en su relación con el sector financiero.
El obispo de Londres Richard Chartres designó a Ken Costa para dirigir un diálogo permanente entre los manifestantes contra el capitalismo y el distrito financiero de la capital británica.
Costa, un devoto anglicano y banquero de tomo y lomo por tres décadas, hace una exposición de su credo en un artículo del periódico británico The Sunday Telegraph.
El banquero cree reconocer dos verdades palmarias.
Una, que la economía de mercado es el sistema más exitoso inventado por el hombre para satisfacer sus necesidades materiales, y dos, que el mercado ha sacudido sus fundamentos morales, con desastrosas consecuencias.
Por lo tanto, dice Costa, citando al primer ministro británico, el conservador David Cameron, "hay que devolverle al mercado su marco moral."
Junto con afirmar que no es la ley la que hace al buen ciudadano, Costa lanza sobre la mesa algunas cartas que ya habían aparecido sobre el tapete, cuando los indignados de Londres y otros lugares gritaron:"¡Trampa!"
Primero, Ken Costa afirma que es necesario cambiar los términos del debate entre capitalismo y opositores, donde apenas se habla de distribución. Para el banquero, lo primero es la creación de la riqueza y, después, los impuestos a las ganancias.
En un quid pro quo que muchos objetarían el articulista propone que, así como el mercado debe reformarse, el Estado también debe hacerlo, porque "los que están en el poder deben entender que los gobiernos son incapaces de crear nuevos trabajos o riqueza..."
Y en cuanto a la instauración de un "nuevo equilibrio entre el riesgo, la responsabilidad y la recompensa", Costa no oculta que sus simpatías están del lado de los conocidos códigos de conducta voluntarios y no de la legislación y los reglamentos.
El obispo de Londres Richard Chartres designó a Ken Costa para dirigir un diálogo permanente entre los manifestantes contra el capitalismo y el distrito financiero de la capital británica.
Costa, un devoto anglicano y banquero de tomo y lomo por tres décadas, hace una exposición de su credo en un artículo del periódico británico The Sunday Telegraph.
El banquero cree reconocer dos verdades palmarias.
Una, que la economía de mercado es el sistema más exitoso inventado por el hombre para satisfacer sus necesidades materiales, y dos, que el mercado ha sacudido sus fundamentos morales, con desastrosas consecuencias.
Por lo tanto, dice Costa, citando al primer ministro británico, el conservador David Cameron, "hay que devolverle al mercado su marco moral."
Pasos
Costa advierte a sus pares y seguidores sobre un peligro. Que nadie se llame a engaño, "porque el hecho de que sólo una minoría salga a las calles, no significa que la mayoría sea indiferente a su causa," escribe.Junto con afirmar que no es la ley la que hace al buen ciudadano, Costa lanza sobre la mesa algunas cartas que ya habían aparecido sobre el tapete, cuando los indignados de Londres y otros lugares gritaron:"¡Trampa!"
Primero, Ken Costa afirma que es necesario cambiar los términos del debate entre capitalismo y opositores, donde apenas se habla de distribución. Para el banquero, lo primero es la creación de la riqueza y, después, los impuestos a las ganancias.
En un quid pro quo que muchos objetarían el articulista propone que, así como el mercado debe reformarse, el Estado también debe hacerlo, porque "los que están en el poder deben entender que los gobiernos son incapaces de crear nuevos trabajos o riqueza..."
Y en cuanto a la instauración de un "nuevo equilibrio entre el riesgo, la responsabilidad y la recompensa", Costa no oculta que sus simpatías están del lado de los conocidos códigos de conducta voluntarios y no de la legislación y los reglamentos.
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