Si tiene un mapamundi a su alcance búsquelo y escoja un lugar al azar. ¿Se animaría a emprender un viaje a ese destino? No importa si son unas pocas horas en carro o un extenso recorrido en avión, lo cierto es que si en ese lugar hay Internet, seguramente habrá un anfitrión a su espera.
No se trata de una cadena de hoteles de amplia cobertura, sino de alguien que sin conocerlo estará dispuesto a darle alojamiento en su casa y además a tratarlo como a un miembro de su familia. Esto, gracias a una cada vez más nutrida oferta de sitios en la red que conecta a los viajeros y de paso brinda una nueva forma de hacer turismo.
Estas comunidades parecen sacadas de una novela futurista (o demasiado optimista), porque muchas veces a cambio de un "gracias" personas de todo el mundo ofrecen un lugar donde dormir, un café e incluso la posibilidad de entablar una amistad. Lugares como CouchSurfing, Tripping, Friendship Force International, Pasporta Servo y BeWelcome se han convertido en redes sociales estilo Facebook, solo que en vez de unir amigos, ponen en contacto a viajeros y anfitriones del globo. Estos sitios, en los que por lo general la inscripción es gratuita, permiten a los usuarios compartir fotos, participar de grupos según sus intereses y dejar comentarios en los perfiles. Todo con el propósito de que una persona en Uganda, por ejemplo, pueda conseguir hospedaje en Medellín o en cualquier parte del mundo, mientras se impregna de la cultura que solo un local puede transmitir.
Estas redes que se han popularizado en la web son herederas de experiencias no tan nuevas que se remontan a 1949, cuando se fundó el sistema Servas Open Doors. Una institución que propende por la paz y la tolerancia, y que creó un directorio (aún vigente) que reúne la información de anfitriones y viajeros alrededor del planeta. En 1965 le seguiría los pasos la comunidad Traveler's Directory, que ponía en manos de cualquiera una base de datos de personas disponibles para brindar alojamiento. Posteriormente cambiaría su nombre a Hospex (la versión abreviada de las palabras Hospitality Exchange), y en 1992 daría el salto al recién nacido Internet, convirtiéndose en la primera red afiliada a este espacio. Esta comunidad pasaría a convertirse en lo que hoy es Hospitality Club (www.hospitalityclub.org), que cuenta con 300.000 usuarios alrededor del mundo.
Sin embargo, ha sido CouchSurfing (www.couchsurfing.org) uno de los espacios que más han crecido y dado fuerza a la tendencia. Hoy cuenta con más de tres millones de usuarios, entre los que ya hay 26 mil colombianos, convirtiéndose en el sitio más popular de su género, hasta el punto que ha impuesto el concepto de 'surfear' a través de sofás, colchones, hamacas y esteras.
Pero esta actividad va más allá de encontrar un lugar donde dormir, pues busca generar una experiencia cultural que sería imposible tener de otro modo. Así lo cuenta John Becerra, un ingeniero caleño de 41 años que supo de la red cuando vivía en la isla de Fogo (en el archipiélago de Cabo Verde, en África), cuando se afilió luego de leer en la prensa al respecto y se convirtió en el único anfitrión disponible en ese lugar. "Para mí la experiencia era como recibir amigos, aunque no los conociera. Además procuraba mostrarles los lugares que mi trabajo me permitía conocer y que no aparecen en las guías turísticas", explica.
Precisamente esas experiencias únicas son las que buscan muchos de los viajeros que hacen uso de estas comunidades. Eso lo confirma Óscar Gómez, un bumangués que recientemente tuvo oportunidad de conocer Marruecos surfeando a través de sofás. Durante el viaje visitó el desierto, una zona en la que rara vez se consigue alojamiento, y además pagando apenas una fracción del costo de un típico plan turístico.
"En ese viaje gasté 130 euros en los doce días, sin incluir pasajes, y me dediqué a conocer la cultura y la gastronomía local", comenta. Definitivamente, una tarifa más que competitiva, sobre todo si se considera que el dinero que invirtió (aproximadamente 330.000 pesos colombianos) apenas alcanza para hacer un mercado en nuestro país.
Una sucursal del hogar
Y si hay redes gratuitas también las hay pagas, en las que se posibilita el alquiler de habitaciones o casas completas. Estas páginas ponen en contacto a los turistas con los propietarios a través de una especie de catálogo que organiza los sitios de hospedaje según su ubicación y precio. Cuando el viajero escoge su destino puede ponerse de acuerdo con el dueño o simplemente reservar a través del portal.
Entre los casos más exitosos está HomeAway (www.homeaway.co.uk), que ofrece 625.000 propiedades y se ubica como el sitio con mayor número de opciones. Le sigue AirBnb (www.airbnb.com), que actualmente oferta más de 100.000 opciones de alojamiento, y detrás vienen otras como Wimdu, FlipKey, y Jetsetter y, en Colombia, Localo, la primera de su tipo nacida en el país. A algunas puede accederse con una suscripción anual, como en el caso de HomeAway, mientras que en otras se cobra una comisión por cada alquiler, que puede ir del 3 al 10 por ciento. Christian Pérez se afilió a una de estas redes y ya ha visto sus beneficios: "Tengo una habitación libre, y con este método puedo sacarle provecho; además es una entrada que me permite pagar los servicios del apartamento".
Sin embargo, la tendencia no para aquí, pues ahora también es posible intercambiar casas temporalmente a través de Internet. Se trata de un sistema que hoy proponen dos sitios: HomeExchange (www.homeexchange.com) y HomeLink (www.homelink.org). Estas páginas funcionan con una suscripción anual, y ofrecen un listado con las ubicaciones disponibles y los propietarios describen las condiciones del intercambio, así como las características del lugar y las fechas disponibles. Si el perfil del sitio coincide con las necesidades del viajero proceden a acordar el trueque.
Para no ahogarse en el intento
Hasta ahora todo suena bastante bien, pues son redes que descentralizan y simplifican uno de los factores más complejos cuando de viajar se trata: el hospedaje. Pero la idea de quedarse donde un perfecto desconocido o que, por el contrario, una persona extraña llegue a casa, no deja de ser, al menos, muy inquietante.
Y aunque una gran parte de las experiencias son positivas, existen algunas en las que los resultados no han sido afortunados y se han reportado situaciones como desacuerdos, incumplimientos (sobre todo por parte de quien ofrece el lugar), robos y, lo que es peor, episodios de abuso sexual. En el 2009 un caso le dio la vuelta al mundo, pues una mujer de Hong Kong fue violada por un anfitrión que la conoció a través de CouchSurfing. El incidente derivó en una condena de 10 años de prisión para el agresor, pero además prendió las alarmas sobre los peligros a los que están expuestos los usuarios de estas comunidades.
Una experiencia que por poco sufre Juan Diego Nocua, un usuario retirado de CouchSurfing. Durante una corta estadía en París se contactó con un hombre que aparecía muy bien reseñado en su perfil, pero al llegar a su casa se dio cuenta de que su intención era propasarse con él. "Con esta red pasa como con el trago: algunos lo compran sin estampillar porque es más barato, pero cuando se quedan ciegos comienzan a quejarse", afirma.
Para evitar circunstancias peores que las anteriores, las comunidades trabajan por blindarse en el tema de seguridad. Al respecto Daniel Hoffer, uno de los fundadores de CouchSurfing, dice: "Es difícil forzar a alguien a creer en los demás, pero lo hacemos más fácil a través de nuestros sistemas de avales y comprobación de identidad". Los primeros se reciben de otros tres usuarios que califican a la persona como bsolutamente confiable, mientras la verificación se efectúa haciendo un aporte de 12,81 dólares con tarjeta de crédito, que permite certificar la identidad del usuario.
Para Pablo D'Amico, miembro de la comisión directiva de BeWelcome, los participantes de esta comunidad deben "compartir la idea de la hospitalidad, pero ante todo tener mucho sentido común y sensibilidad para evaluar en cada caso qué es lo mejor". Sin embargo, no todo es cuestión de intuición, por eso ofrecen "tres niveles de verificación que son siempre gratuitos, nos aseguramos de que el correo electrónico sea real, que los miembros ingresen un nombre y dirección completos y, por último, se puede rectificar con una visita de nuestros colaborado- res al domicilio o a través de una identificación como un pasaporte", concluye D'Amico.
Pero el usuario no debe conformarse solamente con estas garantías, porque también hay unas claves indispensables que deben ponerse en práctica, y estas aplican tanto para quienes van a viajar como para los que ofrecen el hospedaje. El recurso principal es el perfil y está disponible en prácticamente todas las redes que se han mencionado. Este se convierte en una herramienta indispensable sobre todo si se interpreta con algo de intuición. Además hay que cerciorarse de que el perfil está verificado de acuerdo con los parámetros que estipula cada red. Posteriormente, solo es cuestión de "revisar cómo son las referencias que recibe y asegurarse de que la información esté completa", subraya Iván Luzardo, editor multimedia de www.enter.co.
Pero este es solo el primer paso, porque es recomendable seguir depurando la elección y esto se hace mediante una investigación más allá de la información que ofrece la red. Así lo recomienda Luis Betancourt, quien fue embajador de CouchSurfing para Colombia, un cargo que lo convertía en uno de los voceros de la comunidad en el país. "Lo que yo recomiendo es verificar la presencia digital de los usuarios, si tienen cuentas en Facebook, Twitter, Flickr o LinkedIn, o un blog; eso da ideas sobre quién es la persona", subraya.
La compatibilidad es otro de los factores que influyen cuando se hace esta experiencia de turismo. Por eso dentro de la búsqueda de un anfitrión debe escogerse una persona con intereses similares. "La idea no es recibir a cualquiera; es hospedar a alguien con quien potencialmente el usuario pueda entenderse y compartir temas", resalta Betancourt. Aunque lo más importante es que tengan un idioma en el cual se entiendan, de lo contrario la experiencia no tendrá el resultado esperado. En redes como CouchSurfing incluso aparece una advertencia cuando se visita el perfil de otro participante que no habla el idioma, motivando a buscar otras opciones más afines.
Por lo general estas redes no proporcionan mucha información de contacto sobre el usuario con quien se va a hacer el intercambio, por eso también es aconsejable intercambiar correos electrónicos. Posteriormente deben ultimarse los detalles del viaje a través de este medio y mejor si puede hacerse por videoconferencia (en eso ayudan Skype, Google+ y MSN Messenger, entre otros), porque "tener la posibilidad de ver la cara de la otra persona ayuda mucho", como asegura Luis Betancourt.
Y por más que sea un proceso complejo vale la pena, pues a cambio se obtiene algo más que una experiencia vacacional. Porque además de acercar los destinos más distantes se gana en amigos y cultura, pero también una oportunidad de sentarse en torno a un sofá para dejar atrás los prejuicios y distancias.
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