La médico relata la historia de Doris Rafferty, una mujer de 82 años perfectamente sana que, en las dos semanas anteriores a la Navidad, ingresó tres veces en el hospital acusada de síntomas inespecíficos que quedaron en nada. Cuando la autora acude a decirle que le hará una radiografía pero, le asegura, lo más probable es que no sea nada y tenga que darle el alta, la anciana comienza a contarle su vida. Viuda desde hace 20 años, sus dos hijos viven a miles de kilómetros de distancia. En su muñeca lleva dos relojes, el de su marido y el suyo. "Tengo demasiado tiempo, no puedo llevar la cuenta con uno sólo", reflexiona la paciente.
Como era de esperar, la prueba diagnóstica confirma que la mujer está sana y su doctora acude a darle la noticia. "Quedan dos días para Navidad y no quiero ir a casa", reconoce la paciente.
Quedarse "atrás"
La autora del ensayo reflexiona sobre la tristeza que acompaña a esta mujer en una fecha en la que todos los signos externos empujan a la felicidad. "Ojalá pudiera recetarle antidepresivos y quedarme satisfecha pensando que he hecho lo mejor, pero la realidad es que no está clínicamente deprimida. Sólo siente que se ha quedado atrás en un mundo que ya no tiene mucho que ver con ella, ni siquiera con una pequeña parte de su persona", escribe Kar-Purkayastha.Para esta especialista, lo que le sucede a su paciente, y a los miles de personas afectadas por la tristeza navideña, no es más que una muestra de la epidemia real que afecta a la sociedad: la de la soledad. "No puedo ayudar, pero me pregunto cómo las cosas han acabado tan mal", concluye la autora del ensayo premiado.
La literatura científica sobre este asunto es escasa y antigua. Un estudio publicado en Archives of General Psychiatry en 1981 analizaba las visitas a las urgencias de un hospital mental en la época navideña durante siete años, con una curiosa conclusión: durante los días más señalados estas no aumentaban y, en las semanas posteriores, se disparaban. Pero, con independencia de este dato, el hecho es que la protagonista del ensayo de The Lancet no es un caso aislado. Como ella, muchas personas pasarían antes las navidades en un hospital que solas en su casa.
España no es ajena a esta epidemia. Muchos sienten alergia a las luces navideñas, las aglomeraciones de los centros comerciales y las decenas de citas sociales de las que parece imposible escapar. El asunto ha motivado, incluso, la publicación de libros, como el escrito por el director de cine José Luis Borau (Navidad, horrible Navidad, Ediciones Ocho y medio, 2003).
Tanto en los centros de salud como en los gabinetes de psicólogos y en las consultas privadas de psiquiatras, la tendencia se nota. La razón es evidente, ya que algunas de estas personas confunden el mal rollo navideño con una depresión.
Depre' navideña, un mito
"No se puede frivolizar con este término", advierte tajante el responsable de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), José Ángel Arbesu. "Una cosa son los síntomas psicológicos, como la tristeza o el insomnio asociados a circunstancias concretas, y otra es una depresión", explica. Esta enfermedad, aunque pueda ser leve, requiere de profundidad e intensidad y los síntomas, además, deben mantenerse al menos dos semanas. Por esta razón, desmiente con claridad que exista una depresión navideña.De la misma opinión es la doctora en Psicología de la Universidad Complutense de Madrid Vanesa Fernández que, en primer lugar, aclara que no se puede confundir la tristeza navideña con un trastorno que sí está tipificado como tal, el trastorno afectivo estacional. "Este está derivado del cambio en la exposición a la luz y en él influyen factores de tipo ambiental; no está asociado a una fecha específica como la Navidad", comenta.
Fernández, que trabaja en la clínica madrileña Bárbara Tobar, sí nota una mayor afluencia de consultas en esta época, pero considera que en la mayoría de los casos es porque se manifiestan "problemas anteriores y que se exacerban en esta época. No le suele pasar a una persona que está bien, pero sí a la gente que tiene algún problema o que ha sufrido alguna pérdida", explica esta especialista.
Fernández compara la tristeza navideña con la que se ve en la época cercana a las vacaciones de verano, cuando mucha gente planea viajes con familiares y amigos, y aquellos que no los tienen se sienten tristes y solos.
Estereotipo social
De todas formas, reconoce la idiosincrasia especial de la Navidad, que define como un estereotipo social en el que se exige ser feliz, reunirse con gente y, cuando no se dispone de familia o amigos con los que alternar, "uno se ve solo y se deprime".Arbesu, por su parte, no cree que las consultas aumenten específicamente en Navidad, aunque reconoce que, en estas fechas, son más habituales los síntomas psicológicos asociados al recuerdo de un duelo o a los problemas económicos que imposibilitan, por ejemplo, hacer regalos en un momento en el que parece que esto se trate de una obligación.
Aunque son muchos los consejos que ofrecen los especialistas para evitar la tristeza navideña, la mayoría se basa en uno: tomar el control de la situación y no dejarse llevar por las convenciones. "La vida hay que afrontarla", resume Arbesu, quien recomienda, sobre todo, no aislarse ni quedarse en casa, así como evitar revivir el pasado.
Para Fernández, la receta es ver la Navidad desde una perspectiva actual. "Ha dejado de ser lo que era para convertirse en un conjunto de estereotipos que se han marcado y que cada vez son más de carácter comercial", afirma la psicóloga, quien considera que hay que "relativizar". "Si para ti no tiene sentido la Navidad, ¿por qué montar una fiesta en estas fechas?", se pregunta. Como consejo práctico, la especialista recomienda viajar a un punto donde no haya ambiente navideño si las circunstancias económicas lo permiten.
Como comenta Arbizu, se trata de "poner sentido común". Y en esa línea va la mayoría de los consejos que se han publicado sobre este asunto. La psicoterapeuta canadiense Beth Mares, por ejemplo, aboga por un "control de daños" y afirma que, ante las obligaciones familiares, se puede "limitar el tiempo que se pasa con los parientes y tener un plan B para escaparse, como acudir a las cenas con coche propio o buscar excusas (ir al baño o a tomar el aire) para dar pequeños paseos en soledad".
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