«The Guardian» publica un artículo este lunes en el que analiza la influencia que ejerce Nicolas Sarkozy sobre los medios de comunicación de su país y donde su autora, Kim Willsher, se cuestiona si estamos ante una «berlusconización» del dirigente francés. Recurre para ello a la reciente venta del diario «Le Monde».
En este sentido, recuerda cómo antes de materializarse la venta del periódico conservador francés Sarkozy mostró al editor jefe algunos de sus temores y preocupaciones por algunas de las ofertas presentadas, ya que podrían afectar a su gobierno. Este movimiento del presidente francés le ha granjeado algunas críticas en las que se le acusa de haber podido influir en la decisión definitiva del rotativo para decantarse por una u otra oferta.
En el citado artículo se hace referencia también a otros casos como el despido de dos comentaristas satíricos de radio que no eran del agrado del presidente francés o el cambio que se introdujo en la legislación para la elección del responsable de France Télévisions (los tres canales de televisión estatales) y, por último, la falta de independencia gubernamental que se achaca a la agencia de noticias AFP.
Cercanos colaboradores
Willsher alude, sin embargo, a una importante diferencia con respecto a Silvio Berlusconi y es que, a diferencia de éste, que posee directamente varios medios de comunicación, entre ellos tres de las mayores cadenas privadas de televisión del país, Sarkozy no es propietario de ninguno, aunque -según asegura este escritor- sí lo tienen algunos de sus más cercanos colaboradores, entre ellos destacan los dueños de Paris Match, Elle o los de Eurosport, TF1, Le Figaro o Le Point.
Sí es probado que desde que llegara al Elíseo Sarkozy se ha mostrado mucho más receptivo que sus predecesores a aparecer en los medios y, por tanto, su interés en tener cierto control sobre éstos no resulta demasiado sorprendente. No obstante, «el hecho de que los periodistas de "Le Monde" estuvieran dispuestos a rechazar la oferta preferida del presidente muestra que su grado de influencia es limitado, lo que es vital que siga siendo así». «La independencia de la prensa es fundamental en una democracia y, sin duda, los medios deben vigilar al gobierno», concluye Willsher.
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