Fuente: La Nacion.
La cita se produjo en el Century Club de Nueva York, un local chapado a la antigua, año 2005. Allí la llevó a comer el viejo Arthur M. Schlesinger, historiador, ex asesor de John Fitzgerald Kennedy, voz profunda de la Norteamérica liberal. Schlesinger quería que su amiga Arianna Huffington le explicara qué era aquello de lo que habían hablado por teléfono, qué era esa cosa llamada blog.
Arianna Huffington andaba volcada en el lanzamiento de su nuevo proyecto. Una web que incorporara a cientos de blogueros interesantes. Si algo tenía La Huff era agenda de contactos. Su paso por el mundo de la política, la cultura y los medios, sus años en Washington, Nueva York y Los Ángeles, y su arte para cultivar las relaciones sociales había hecho que tuviera amigos famosos, influyentes y mediáticos por doquier. Cualquier persona con la que se encontraba en una cena, en un cóctel o en un estreno y que le resultara interesante se convertía en uno de sus objetivos en aquellos días. "¿Quieres escribir un blog?", la pregunta del millón.
La comida en el Century Club fue un éxito. Arianna Huffington estaba convencida de que la voz de Schlesinger se tenía que escuchar más a menudo, que no se podía esperar al momento en que editara nuevo libro. "Él y yo éramos los más jóvenes de la sala; imagina lo viejos que debían de ser los demás", recuerda con una sonrisa Arianna en su luminoso despacho de la calle Broadway, en el corazón del Soho neoyorquino. El historiador salió de la comida convencido. Poco ducho en el manejo de las herramientas tecnológicas, se le facilitó la tarea: podía enviar sus post por fax, ya se encargaría alguien de volcarlos a la Red. "Cuando lanzamos la web se quedó estupefacto con la cantidad de gente que le leyó". Así arrancó la gran aventura de The Huffington Post.
Su fundadora tiró de agenda e incorporó a políticos y periodistas, actores, directores de cine, escritores: Norman Mailer, Nora Ephron, Alec Baldwin, John Cusack. Su web, una extensión de su vocación por las relaciones públicas, una prolongación de su frenética y selecta vida social, nació como espacio de encuentro de distintas voces con 500 blogueros construyendo comunidad. Ahora tiene 6.000. Recibió más de 2,8 millones de comentarios de sus lectores el mes pasado. Está pisando los talones al sitio web de información líder, el de The New York Times. Cuenta con más de 12,3 millones de usuarios únicos al mes, según Comscore; dos millones hace tan solo dos años.
Mantener una entrevista fluida con Arianna Huffington es misión solo apta para titanes. Que si te presenta a uno de la oficina, que si te da la copia de su último libro, que si se acaba de acordar de algo que le quería decir a su secretaria... "Espera, perdona, que voy a enviar un mensaje a mi hija" fueron las primeras palabras que pronunció La Huff apenas se encendía la tecla de rec en la grabadora digital y nos sentábamos en los sofás color crema tipo Chester. Un comienzo prometedor.
Mujer con una blanca sonrisa siempre dispuesta, Arianna Huffington no mira fijamente a los ojos, sino un poco por encima de estos. Con el aspecto de una gran dama de la alta sociedad norteamericana, habla con voz suave y algo arenosa. A sus 59 años, mantiene un ligero acento de su Grecia natal. Su habilidad para salirse por peteneras cuando la ocasión lo requiere es notable.
Arianna Huffington vive a caballo entre Nueva York y Los Ángeles. Pero cada vez pasa más tiempo en la base neoyorquina para estar cerca de sus dos hijas, Isabella, de 19 años, y Christina, de 21: ambas estudian en la Universidad de Yale.
Su despacho está decorado con fotos de sus dos chicas, e incluso cuadros realizados por ellas. Huffington es una mujer muy de familia. Muy de clan. Desde que se separó de su marido, Michael Huffington, magnate del petróleo que desarrolló una carrera política en las filas republicanas, ha vivido rodeada de sus dos hijas y de su hermana, Agapi.
Nació cómo Arianna Stassinopoulos un 15 de julio de 1950 en Atenas. Su padre, Constatine, fue periodista y cayó prisionero en campos de concentración durante la ocupación nazi. Cuando la pequeña Arianna tenía 11 años sus padres se separaron. A los 16 años ya viajó a Inglaterra, donde realizó sus estudios universitarios en Cambridge. A los 23 años escribió su primer libro, The female woman, y desembarcó por primera vez en Nueva York para promocionarlo; un libro que si por algo no destacó fue por su talante feminista.
En 1980 aterrizaba, ya para instalarse, en Nueva York con su madre y su hermana. Tenía muy claro en qué país quería desarrollar su carrera. Su amigo el editor lord Weidenfield, según relató en 2008 The Times, el hombre que la animó a que escribiera una biografía sobre María Callas (lo hizo), fue quien le dio el consejo clave: que se hiciese amiga, no de los hombres poderosos del Upper East Side, el barrio rico, no; mejor, de sus mujeres. Su ambición, su facilidad para hacer amigos y su talento para las relaciones sociales hicieron el resto.
Fue en 1985 cuando, invitada a la mansión de Ann Getty (sí, de los Getty de toda la vida) en San Francisco, conoció a Michael Huffington, magnate del petróleo que le dio dos hijas y el nombre del experimento periodístico web más sorpresivo del nuevo siglo.
Se casaron en 1986; vivieron en Washington y en Los Ángeles. Arianna se implicó de lleno en la carrera política de su marido, republicano que llegó a altas esferas del Departamento de Defensa bajo la Administración de Reagan. Le apoyó incluso en los momentos más duros, cuando, en plena campaña, el flamante candidato que luchaba por conseguir un asiento en el Senado fue acusado de tener contratada a una inmigrante sin papeles en casa. Arianna asumió públicamente toda la culpa.
La pareja se separó en 1998, y pocos meses después, en una entrevista con la revista Esquire, Michael Huffington declaraba su condición de bisexual. Cinco años más tarde, en 2003, Arianna Huffington daba un nuevo giro a su vida y lanzaba su carrera política presentándose como independiente al puesto de gobernadora de California. Su rival: Arnold Schwarzenegger.
Pero un nuevo escándalo la expulsó de la carrera política: se tuvo que retirar de la carrera electoral, cuando se descubrió que solo había pagado 771 dólares de impuestos durante dos años.
"Fue una experiencia de la que aprendí mucho, y he escrito mucho del fracaso en mis libros; eso, obviamente, fue un fracaso, pero el fracaso no es lo contrario del éxito, el fracaso muchas veces es la piedra con la que te tropiezas en el camino al éxito. Aprendí tanto de esa experiencia, de Internet y de lo importante que podía llegar a ser en nuestras vidas... las semillas de lo que luego ha sido The Huffington Post fueron creadas en esa campaña", cuenta Arianna.
Dos años tardó en remontar el vuelo. Vio que la Red era el futuro. Más que gurú de Internet, se la considera crack del marketing viral, de las técnicas de mercadotecnia que apuran las posibilidades de las redes sociales para multiplicar el número de personas que acceden a una marca o a un sitio web. El 9 de mayo de 2005 ya estaba en marcha su nuevo proyecto, The Huffington Post. Arianna es una luchadora. Nunca se rinde. En 2009, la revista Forbes le otorgaba el puesto número 12º en la lista de mujeres más influyentes en los medios.
"Cuando mi hermana dice que para usted nada es suficiente, ella se refiere a mi perfeccionismo, que en ocasiones puede convertirse en un problema. Pero tener a mis hijas, verlas crecer y ver el perfeccionismo en ellas me hace serlo menos, conformarme con el "suficiente", porque no hay perfección en este mundo, a lo que más puedes aspirar es a la excelencia", explica Huffington.
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