¿Qué hay del mito de la Campus como zona de descargas? Mientras una parte de los 'campuseros' admiten que su prioridad en la semana grande de la tecnología es jugar y compartir archivos, aprovechando la velocidad de descarga y la conectividad que ofrece la Campus, otro frente, liderado por los organizadores del evento, defiende que el aprendizaje es el factor predominante de la cita, sin renunciar a la diversión, por supuesto.
Pasan pocos minutos de las cuatro de la tarde y el salón principal del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe tiene cubiertos tres cuartos de su aforo. Es la primera jornada de la Campus de 2010, tras el encendido oficial de la noche anterior, y los 'campuseros' tienen las pilas cargadas. Algunos, los menos, descansan sobre colchonetas hinchables o toman un refrigerio mientras estiran las piernas.
A primera vista, banderas de España coronando algunas máquinas y un público joven, fiel seguidor del espectáculo de la tecnología que cada cual se representa a su antojo. Una imagen similar a la de otros años, con los habituales ordenadores tuneados a lo transformers, Star Wars o el país de las maravillas de Lewis Carroll, espectaculares simuladores, competiciones on line, robots que cobran vida en manos de sus creadores, un nutrido espacio de descargas y comida enlatada, con bollería, snacks y refrescos para que la barra de energía no decrezca. Algo ha cambiado, sí. España es campeona del mundo de fútbol, y además de las camisetas, la Roja acapara el protagonismo en los simuladores balompédicos donde antaño triunfaban brasileños e italianos.
Hasta aquí el mito, la Campus de aquellos que reservan su plaza para reunirse con amigos y pasar unos días de diversión informática sin rutinas ni horarios. Jugar, compartir y recolectar archivos a gran velocidad para que la cosecha dé sus frutos el resto del año. Pero la gran fiesta de la tecnología es algo más, mucho más si atendemos a las palabras de Pablo Antón, director de Futura Networks y cofundador del evento.
Pablo explica que si se repartiera la velocidad de navegación entre los 'campuseros' saldrían a algo más de 20 megas por cabeza, una buena opción de descarga que en ningún caso justificaría por sí sola la presencia de 3.400 personas durante siete días en un encuentro tecnológico, muchas de ellas llegadas desde cientos de kilómetros y con equipos complejos y difíciles de transportar.
Tras pasar algo más de una hora en la gran sala de las pantallas y descubrir ordenadores incrustados en televisores de hace décadas, neveras de Coca-Cola con discos duros en su interior y guerreros que vigilan la estancia con casco y un hacha sobre el hombro, Pablo Antón nos descubre la cortina de acceso a "la verdadera Campus Party", el espacio contiguo en el que se celebran las conferencias y se imparten los talleres, charlas y demostraciones.
Por esta zona de la Campus han pasado personalidades del mundo de la tecnología como la astronauta de la NASA Ellen Baker, el físico británico Tim Berners-Lee, considerado el padre de la Red, o el cofundador de Apple, Steve Wozniak, quien este lunes, en la inauguración de la 14ª Campus en Valencia se mostró como un 'campusero' más, radiante al poder pasear por el paraíso de la informática.
Los organizadores de Campus Party han cuidado siempre los contenidos de un programa que cada vez abarca más áreas de la ciencia y la tecnología, sin renunciar al carácter social del evento y a la dosis de entretenimiento que le concede un atractivo especial que engancha a miles de personas.
Y si este año son menos miles -se alcanzó la cifra de los 8.000 hace dos ediciones, coincidiendo con el regreso a la Ciudad de las Artes y las Ciencias- no es por efecto de la crisis o por expreso deseo de los cerebros de la Campus. La zona que debía ser habilitada en el Ágora, el último de los eslabones del conjunto arquitectónico de Calatrava en Valencia, quedó en suspenso al no poder terminarse las obras, lo que bloqueó la venta de más entradas para el evento.
Nuevos soportes, diseño informático, creatividad, imagen, ciencia, tendencias y novedades tecnológicas... El recorrido por la 'verdadera' Campus nos adentra en un universo de aprendizaje en el que, a estas horas de la tarde, no hay muchos alumnos. Puede que descansen, o que sigan las charlas desde sus puestos en el salón principal. Cada cual vive la fiesta a su manera, ya sea un talento o un mero jugador compulsivo.
Pasan pocos minutos de las cuatro de la tarde y el salón principal del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe tiene cubiertos tres cuartos de su aforo. Es la primera jornada de la Campus de 2010, tras el encendido oficial de la noche anterior, y los 'campuseros' tienen las pilas cargadas. Algunos, los menos, descansan sobre colchonetas hinchables o toman un refrigerio mientras estiran las piernas.
A primera vista, banderas de España coronando algunas máquinas y un público joven, fiel seguidor del espectáculo de la tecnología que cada cual se representa a su antojo. Una imagen similar a la de otros años, con los habituales ordenadores tuneados a lo transformers, Star Wars o el país de las maravillas de Lewis Carroll, espectaculares simuladores, competiciones on line, robots que cobran vida en manos de sus creadores, un nutrido espacio de descargas y comida enlatada, con bollería, snacks y refrescos para que la barra de energía no decrezca. Algo ha cambiado, sí. España es campeona del mundo de fútbol, y además de las camisetas, la Roja acapara el protagonismo en los simuladores balompédicos donde antaño triunfaban brasileños e italianos.
Hasta aquí el mito, la Campus de aquellos que reservan su plaza para reunirse con amigos y pasar unos días de diversión informática sin rutinas ni horarios. Jugar, compartir y recolectar archivos a gran velocidad para que la cosecha dé sus frutos el resto del año. Pero la gran fiesta de la tecnología es algo más, mucho más si atendemos a las palabras de Pablo Antón, director de Futura Networks y cofundador del evento.
Pablo explica que si se repartiera la velocidad de navegación entre los 'campuseros' saldrían a algo más de 20 megas por cabeza, una buena opción de descarga que en ningún caso justificaría por sí sola la presencia de 3.400 personas durante siete días en un encuentro tecnológico, muchas de ellas llegadas desde cientos de kilómetros y con equipos complejos y difíciles de transportar.
Tras pasar algo más de una hora en la gran sala de las pantallas y descubrir ordenadores incrustados en televisores de hace décadas, neveras de Coca-Cola con discos duros en su interior y guerreros que vigilan la estancia con casco y un hacha sobre el hombro, Pablo Antón nos descubre la cortina de acceso a "la verdadera Campus Party", el espacio contiguo en el que se celebran las conferencias y se imparten los talleres, charlas y demostraciones.
Por esta zona de la Campus han pasado personalidades del mundo de la tecnología como la astronauta de la NASA Ellen Baker, el físico británico Tim Berners-Lee, considerado el padre de la Red, o el cofundador de Apple, Steve Wozniak, quien este lunes, en la inauguración de la 14ª Campus en Valencia se mostró como un 'campusero' más, radiante al poder pasear por el paraíso de la informática.
Los organizadores de Campus Party han cuidado siempre los contenidos de un programa que cada vez abarca más áreas de la ciencia y la tecnología, sin renunciar al carácter social del evento y a la dosis de entretenimiento que le concede un atractivo especial que engancha a miles de personas.
Y si este año son menos miles -se alcanzó la cifra de los 8.000 hace dos ediciones, coincidiendo con el regreso a la Ciudad de las Artes y las Ciencias- no es por efecto de la crisis o por expreso deseo de los cerebros de la Campus. La zona que debía ser habilitada en el Ágora, el último de los eslabones del conjunto arquitectónico de Calatrava en Valencia, quedó en suspenso al no poder terminarse las obras, lo que bloqueó la venta de más entradas para el evento.
Nuevos soportes, diseño informático, creatividad, imagen, ciencia, tendencias y novedades tecnológicas... El recorrido por la 'verdadera' Campus nos adentra en un universo de aprendizaje en el que, a estas horas de la tarde, no hay muchos alumnos. Puede que descansen, o que sigan las charlas desde sus puestos en el salón principal. Cada cual vive la fiesta a su manera, ya sea un talento o un mero jugador compulsivo.
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