En ocasiones, las redes sociales tienen derivadas insospechadas y, como mínimo, dignas de una reflexión más profunda. Es el caso de la privacidad en relación con los casos de adopción. Un cóctel de familias, derecho a la privacidad, vínculos, incertidumbres, curiosidad y adolescencia al que las redes sociales, especialmente Facebook, están dando la vuelta probablemente para siempre.
Aunque las redes sociales han servido para unir familiares separados en multitud de circunstancias prácticamente desde su nacimiento, lo cierto es que, en el caso de las adopciones, esto no tiene por qué ser ni un motivo de alegría ni siquiera algo legal. Especialmente cuando las adopciones son intranacionales, las redes sociales pueden situar a unos clicks de distancia poner en peligro la intimidad a la que tienen derecho todos los implicados en un caso de adopción. La familia adoptante, la familia biológica y, sobre todo, el menor adoptado.
En Reino Unido ya es un problema al que educadores y trabajadores sociales están prestando gran atención. Los padres se asustan, con razón, cuando la familia biólogica se pone en contacto con su hijo. Normalmente, cuando se lleva a cabo un proceso de adopción, la familia biólogica pierde los derechos sobre el menor, entre ellos, el derecho a saber de él, o a ponerse en contacto con él.
Estas situaciones, tanto cuando es el menor el que se busca y encuentra, como cuando es la familia biológica la que se pone en contacto, generan situaciones no previstas en la legislación. No hay protocolos claros de actuación en estos casos por parte ni de autoridades ni de trabajadores sociales, que además consideran que estas prácticas son inevitables. Se prevé que los casos aumenten considerablemente, poniendo en cuestión todo el sistema que ampara y regula las adopciones de menores.
En uno de los casos de más repercusión, una adolescente británica encontró en Facebook a su padre, que la había abandonado a los pocos meses de nacer, y tras dos meses de relación online se escapó de casa para ir a vivir con él en otra ciudad. Según los expertos, suele haber una breve «luna de miel» en la relación cuando algo así ocurre, pero, en la mayoría de casos, dura muy poco.
Las redes sociales y la era de lo público
A pesar de que mucha gente cuida aceptablemente bien sus datos personales y su privacidad en internet y redes sociales, la realidad es que una inmensa mayoría de usuarios no controlan qué información hacen pública y qué información hacen privada. Políticas de privacidad por defecto como la de Facebook, que básicamente hace pública la inmensa mayoría de la información que compartimos en sus redes, facilitan que puedan romperse las cláusulas de privacidad que los casos de adopción, de momento, requieren.
Esta era de lo público, en la que, en mayor o menor medida todos tenemos parte de nuestras vidas accesibles en internet, supone un inesperado y dificil problema para las adopciones, que, inevitablemente tendrán que adaptarse a una realidad que, para colmo, progresa a un ritmo de vértigo. No olvidemos que Facebook tiene sólo 6 años de vida.
Aunque es cada vez más habitual que expertos propongan como algo positivo que exista una relación entre la familia biológica y la familia adoptante, la normativa actual dista mucho de esta situación. Las redes sociales están aquí para quedarse y van a exigir cambios a todas las partes implicadas en los casos de adopción: a las familias, a los menores, a las instituciones e incluso a los ordenamientos jurídicos.
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