En los últimos tres años, la geología se ha colado en los hogares brasileños.
La mayoría se ha enterado, mediante las noticias, de que en las profundidades del lecho marino, a cientos de kilómetros de la costa, hay una gruesa capa de sal.Y debajo de la sal, en un área conocida como "presal", descansa un gigantesca reserva de petróleo que el presidente Luiz Inácio Lula Da Silva ha calificado de "regalo de Dios" y origen de "la segunda independencia de Brasil".
Las reservas están a siete kilómetros de profundidad bajo el lecho marino y se encuentran muy lejos de poder ser explotadas, pero el gobierno federal ha anunciado grandiosos planes educativos basados en esos recursos. Gobiernos locales están involucrados en agrias disputas sobre el reparto de los beneficios.
No hay escasez de orgullo y entusiasmo en Brasil por el potencial que representan esas reservas, y aparentemente no hay intenciones de reducir la exploración de aguas profundas -como ha sucedido en, por ejemplo, EE.UU. y Noruega- tras el derrame de petróleo en en Golfo de México.
Haroldo Lima, el director general de la federal Agencia Nacional del Petróleo de Brasil (ANP), dijo estar seguro de que, con las reservas del polo presal, el país se podrá ubicar entre los 10 mayores productores de petróleo del mundo.
Explicó que ya la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) invitó formalmente a Brasil a que se incorpore al grupo.
Riesgos y ganancias
La extensión de las reservas en el polo presal es aún desconocida. La ANP habla de unos 50.000 millones de barriles de petróleo y gas, y algunos estimados más optimistas apuntan incluso a los 100.000 millones.Por ahora lo que se sabe es que el campo petrolífero de Tupi, a 250 kilómetros de la costa, contiene entre 5.000 y 8.000 millones de barriles.
Petrobras, que produce más del 95% del petróleo en Brasil, prevé incrementar su producción de los actuales 2,3 millones de barriles diarios a 4,1 millones para 2015.
Si el país quiere producir más, su única opción es perforar en las profundidades. Más del 90% de las reservas están ubicadas a más de 400 metros de profundidad, e incluso a más de 1.000 metros de profundidad. Cerca del 80% del crudo producido en Brasil ya viene de campos de aguas profundas.
Aunque Petrobras es el mayor productor de petróleo en aguas profundas y es una empresa muy respetada en la industria, las perforaciones del polo presal le suponen un reto que ésta, ni cualquier otra compañía, no había encarado hasta ahora.
"Estamos hablando de un ambiente complejo y agresivo: hay sal, hay corrosión, presiones extremas; el clima puede cambiar; olas de diez metros pueden aparecer de la nada... No hay solución de ingeniería garantizada al 100%", le explica a la BBC Claudio Sampaio, arquitecto naval de la Universidad de Sao Paulo.
Reglas estrictas
Para Haroldo Lima, el accidente del Golfo de México es un llamado de alerta a todos los países que acometen exploraciones petrolíferas en aguas profundas."¿Es posible perforar en condiciones difíciles con la confianza de que todo va a salir bien? Es una pregunta muy importante y es la que nos debemos hacer después del accidente del Golfo de México", manifestó.
"El hecho de que una compañía seria como BP (British Petroleum) haya sido la operadora del campo sólo genera más preocupación", añadió.
De acuerdo con analistas, las regulaciones y los controles de la industria petrolera brasileña son más estrictas que las de Estados Unidos. Muchas de esas reglas fueron introducidas en 2001 luego de que una explosión matara a once trabajadores y hundiera la plataforma P36 en la cuenca petrolífera de Campos.
Otro riesgo para el país podría venir de la dependencia económica del petróleo, que lleve al descuido de otras áreas como la industria.
Para evitarlo, según Lima, Brasil sólo permite el desarrollo de la industria petrolera al mismo paso de la industria que la provee de bienes y servicios.
"Necesitamos que los barcos, las torres (de perforación), los equipos y todo lo requerido en las exploraciones sea producido en Brasil", aseveró.
Los astilleros están entre las primeras instalaciones en las que se ha sentido la repercusión de esta nueva política. Tras años de virtual abandono, están siendo recuperados para suplir al sector petrolero.
El encargado de uno de esos astilleros, el de Maua, Domingo D'Arco, asegura que lo más importante en esa actividad es la planificación a largo plazo.
"El problema de Brasil siempre ha sido la inconsistencia. De repente construimos docenas de barcos a la vez sin que después haya orden de compra por años", aseguró.
"Lo que necesitamos es capacidad de previsión, y creo que al fin lo estamos logrando en Brasil", concluyó
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