Las terapias basadas en unos compuestos denominado artemisininas son la clave para curar los millones de casos de malaria que se producen anualmente. Pero este tratamiento puede llegar a ser inútil, ya que se han observado en el Sureste asiático cepas del Plamosdium falciparum el parásito causante de la enfermedad resistentes a su acción. Se necesitan, por lo tanto nuevos fármacos contra la malaria, una enfermedad que mata a alrededor de un millón de personas al año; en su mayoría, niños menores de cinco años.
Dos estudios publicados hoy en Nature ofrecen una esperanza en este sentido, al describir la estructura de más de 13.000 candidatos prometedores. El trabajo más avanzado es el firmado por el equipo de Wendyam Armand Guiguemde, del St. Jude Children's Research Hospital de Memphis (EEUU), que analizó genéticamente 309.474 moléculas en busca de actividad contra las cepas resistentes al tratamiento del Plasmodium falciparum. Los autores describen detalladamente 172 candidatos a fármacos contra la enfermedad.
El segundo de los trabajos, realizado íntegramente en el Centro de Investigación en enfermedades de Países en Desarrollo (DDW) que la compañía farmacéutica GSK tiene en Madrid, no va tan lejos en el análisis de los compuestos pero, sin embargo, da un paso muy significativo en la lucha contra la enfermedad. Por primera vez, pone a disposición pública la estructura de más de 13.000 moléculas que mostraron actividad para inhibir el crecimiento del parásito de la malaria.
Aunque el análisis es menos detallado que el del equipo de Guigemde, la información está disponible en las webs del European Bioinformatics Institute, el Collaborative Drug Discovery y PubChem para cualquier investigador que quiera embarcarse en el desarrollo de nuevas alternativas terapéuticas contra la malaria.
Acceso público
Según el director del área de Biología del DDW, Francisco Javier Gamo autor principal del estudio, la gran diferencia con otras iniciativas similares de la industria farmacéutica Pfizer, por ejemplo, otorgó acceso a sus compuestos a entidades especializadas en la lucha contra la malaria es, además de que los compuestos son accesibles para todos, que lo que se comparte es la estructura completa de las moléculas."Para convertir alguno de estos compuestos en un fármaco, sería recomendable que un equipo de biólogos y otro de químicos, que pudiera sintetizar la molécula, trabajaran juntos", comenta Gamo, que añade que el proceso sería largo. "En el mejor de los casos, se tardaría 10 años".
El autor asegura que la iniciativa se enmarca en la política de responsabilidad social corporativa del laboratorio que, además, tiene en investigación varias moléculas prometedoras contra la enfermedad, con una de las cuáles se están haciendo, incluso, ensayos en fase I. "Es evidente que la búsqueda de un fármaco para la malaria no tiene como objetivo ganar dinero; tenemos mala reputación y, sí, nos gustaría que se nos reconociera como la farmacéutica que ha encontrado el remedio para esta enfermedad", apunta.
Aunque en el estudio de Nature se demuestra que los compuestos hechos públicos tienen actividad contra el parásito causante de la malaria, Gamo señala que, además, deberían de demostrarse otras cualidades, como "que sea absorbible por vía oral, que tenga una vida media adecuada, que no tenga toxicidad...".
El investigador apunta que es muy necesario desarrollar fármacos contra la malaria, porque ya se han detectado resistencias contra los tratamientos recomendados: "Si somos cuidadosos, aguantaremos unos años; después, nos quedamos sin alternativas terapéuticas".
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