Fuente: La Nacion.
Lo primero que llama la atención del Colegio Tomás Alva Edison (TAE) es su humildad. Ubicado en un barrio de clase media en Guaymallén , a seis kilómetros de Mendoza Capital, se levanta sobre un edificio modesto, pero lleno de vida. El patio semi-cubierto tiene los techos de chapa y la cancha de fútbol es de pura tierra. Las aulas son despojadas y simples. En contraste rabioso se puede ver como la tecnología brota de cada rincón.
Aula a aula se repite el paisaje: de cada techo cuelga un proyector, las paredes se visten con pizarras digitales y hay una computadora personal en cada uno de los asientos de alumnos y maestros. Todo está prendido, todo está en uso. Cada docente da su clase con material multimedial. Por ejemplo, en el aula de 2° grado se ven las formas geométricas proyectadas en la pizarra. La docente las va pintando a medida que los chicos las reconocen y las reproducen en sus cuadernos. En 9°, el profesor hace clic en los planetas reflejados en la pizarra y empiezan a girar alrededor del Sol. Los chicos miran y toman apuntes en sus PCs.
"Con la carpeta se hacen tediosas las materias, en cambio con la computadora es más interesante, con más entretenimiento y más creativo. Somos más prolijos también", asegura Gonzalo López, alumno del polimodal.
El comienzo
Cuando los chicos ingresan a este colegio, saben que en 5° grado comienzan a usar la PC y tienen 6 años para ahorrar y adquirirla. Si no pueden hacerlo, se hacen donaciones y rifas. Sus primeras máquinas son las Classmate, un modelo de equipo que promueve Intel, y a medida que van avanzando, los mismos alumnos van cambiando de PC y venden las suyas a compañeros de grados inferiores. "Utilizar la tecnología enriquece las clases, y lo más importante es que el alumno manifiesta interés por aprender, los chicos asisten con alegría", explica Graciela Bertancud, directora del colegio Tomas Alva Edison e impulsora de esta cultura educativa.
Para los docentes fue un gran desafío. Migrar las clases del papel a multimedia es algo que asusta: "Al principio me pareció difícil para armar las planificaciones, pero después empecé a buscar videos para los temas que iba a dar para adornar las clases, se agilizó todo, es mucho más didáctico", cuenta Erica Alessi, docente de EGB. Para Bertancud todo el esfuerzo se entiende "cuando ves que los chicos aprenden mucho más mediante un video de 10 minutos que con una clase hablada de 45 minutos".
Una herramienta muy útil es la página web del colegio, que lejos de ser estática y desactualizada, es un lugar de trabajo diario entre docentes, padres y chicos. Comparten informes, con un espacio para las materias y para los alumnos . Otro de los logros fue la inclusión de por lo menos un chico con necesidades especiales en cada aula. Emanuel Araujo, cursa 9° y padece un retraso motor que lo alejó de la escuela varias veces: "Hacía las tareas y me las mandaban por mail. Ahora las tecnologías me ayudan para ser más rápido y prolijo en la computadora", dice el alumno que descubrió su pasión por el periodismo deportivo en la web. Bertancud agrega que los soportes tecnológicos les han dado mucha seguridad e inclusión a estos niños.
Convicción
Los recursos para este tipo de educación, como siempre, no son fáciles de conseguir. La compra de proyectores, pizarras y periféricos se logra con un fuerte compromiso de los alumnos que además de hacer rifas, quermeses y fiestas, desarrollan proyectos de reciclado y mantenimiento de hardware y software , además de cuidar muy responsablemente sus equipos.
Además, la inclusión digital no sólo les permite a los alumnos del TAE ayudar con sus proyectos a las escuelas más necesitadas y prepararse para la realidad laboral, sino que también contribuye en su bienestar: "Los niveles de ansiedad de los chicos se equilibran. No están desesperados por llegar a sus casas por prender las computadoras porque lo hacen en el colegio. Esto cambió su conducta, hay menos agresividad, están más tranquilos", festeja Bertancud.
En un tema de máxima actualidad, cuando el gobierno nacional y las provincias lanzan diversos planes para digitalizar las aulas de las escuelas argentinas, el caso del TAE da esperanza. Un lugar donde la convicción le ganó a la abundancia de recursos, donde las ganas y la perseverancia transformaron a una comunidad entera que hoy se cita como ejemplo en toda Mendoza: "Cuando uno entra a este nuevo mundo de la mano de los alumnos todo se hace viable, se pueden lograr cambios sorprendentes, es cuestión de animarse", cierra Bertancud.
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