Una asociación belga de comerciantes de piedras preciosas afirma que los diamantes de Venezuela siguen circulando en el mercado mundial pese a que el país no cumple con los criterios internacionales para estas operaciones.
Según el Centro Mundial del Diamante de Amberes (AWDC, por sus siglas en inglés), toda la circulación de diamantes venezolanos se lleva a cabo de manera clandestina.
Esto se debe a que el año pasado Venezuela decidió retirarse del sistema de certificación diseñado para evitar que las "piedras irregulares" entren en el mercado, mejor conocido como Proceso de Kimberley (PK) y en vigor desde el 2003.
Ese proceso, que busca limpiar la imagen de un negocio muchas veces relacionado con el financiamiento de conflictos armados, fue creado por Naciones Unidas para certificar el origen "libre de conflicto" de los diamantes y otros estándares éticos contra el contrabando.
El gobierno venezolano argumentó que requería de dos años para regular el mercado interno y así poder cumplir con los criterios internacionales.
Desde entonces, el gobierno del presidente Hugo Chávez ha lanzado varios proyectos para cumplir con su intención de incorporarse nuevamente al Proceso Kimberley en 2010.
Pero mientras tanto, el comercio ilegal continúa, afirman en el AWDC, que tiene su base en la ciudad belga de Amberes, conocida como el corazón del comercio de diamantes del mundo.
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Mercado negro
Según expertos, la razón por la que los mineros venezolanos venden sus piedras en el mercado negro –donde consiguen un precio hasta tres veces mayor del que obtendrían por vías legales- son los elevados impuestos y un riguroso control cambiario en Venezuela.
Tras ser extraídas de las minas, afirman algunas investigaciones, las piedras venezolanas son traficadas vía Guyana y Brasil.
Luego son pulidas en talleres de Dubai y Tel Aviv, para ser vendidas en joyerías que operan sin certificado en India e Israel.
De acuerdo con el AWDC, los diamantes venezolanos constituyen sólo una parte simbólica del mercado, pero su venta clandestina daña los esfuerzos por mejorar un sector que por mucho tiempo se asoció con el financiamiento de conflictos armados en África.
Las acusaciones emitidas en Amberes, coinciden con señalamientos realizados por otras instancias como Partnership Africa Canada, una ONG especializada en la materia, que certificó el tráfico de diamantes en Venezuela en una misión de investigación realizada en mayo pasado.
Así, según el AWDC, Venezuela, Costa de Marfil y Zimbabwe conforman el último eje de países que comercializa diamantes al margen de los criterios establecidos.
"Esto daña la imagen de un sector que se ha comprometido a operar de la manera más transparente", le declaró a BBC Mundo Freddy Hanard, presidente del AWDC, que representa a 1.800 empresas responsables de la circulación del 80% de las piedras sin pulir y del 50% de las joyas acabadas.
Críticas
Entre los proyectos más destacados anunciados por el Ejecutivo venezolano para volver al Proceso Kimberley figura el llamado Plan para la Explotación del Distrito Diamantífero de Guaniamo, que pretende controlar la explotación del yacimiento de las Cristinas, situado en el estado de Bolívar.
El de Guaniamo es considerado uno de los yacimientos más importantes de América del Sur y el gobierno venezolano ha dispuesto que buscará cumplir todas las normas internacionales para que el país pueda volver a comerciar sus diamantes.
Sin embargo, más allá de los problemas que afectan al sector diamantífero venezolano, algunas voces critican la propia naturaleza del llamado proceso Kimberley.
Tal y como expresó a BBC Mundo el experto en la materia Neil Cooper, de la universidad británica de Bradford, no se cuestiona el trabajo infantil, la falta de derechos laborales o el impacto medioambiental de esta actividad en muchos países que aún siguen formando parte del proceso.
En este sentido, afirmó que en el caso venezolano no está demostrado que los diamantes comercializados ilegalmente estén financiando actividades violentas o a grupos armados.
El negocio del diamante en Amberes equivale a unos 42.000 millones de euros, aunque las ventas han caído entre un 15% y un 20% en lo que va de año y el precio de las piedras se ha derrumbado entre un 30% y un 40%.
Los diamantes provienen principalmente de minas de Namibia, Sudáfrica, República Democrática del Congo, Angola, Botswana, Rusia, Brasil y Australia.
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