Las estaciones del año se han vuelto locas. Las lluvias son erráticas:a un periodo caluroso y seco sigue otro caluroso y húmedo; hay inundaciones inesperadas y sequías sin fin; los vientos y las tormentas son mas virulentos.
Y los campesinos de medio mundo ya no saben cuándo poner las semillas ni cuándo recoger sus frutos; su conocimiento ancestral de la naturaleza, acumulado durante 10.000 años, no sirve en un planeta de clima impredecible. Es el cambio climático, que puede dar marcha atrás a 50 años de lucha contra la pobreza.
Un exhaustivo informe elaborado por Intermón Oxfam durante tres años, con testimonios recogidos en 100 países, pone de manifiesto quién soporta la carga del calentamiento global. "Estos cambios en los ciclos estacionales pueden ser uno de los impactos más significativos del cambio climático para los granjeros pobres y ya está pasando", afirma John Magrath, uno de los investigadores de la ONG.
El informe, que se presenta justo antes de la cumbre del G-8 en Italia, recoge conclusiones de diversas investigaciones científicas, pero también esclarecedoras historias humanas que les ponen rostro.
Demuestra que el cambio climático traerá más lluvias y más calor al hemisferio norte, por lo que en esa zona aumentará la producción de alimentos, pero no ocurrirá igual en el sur, donde viven ya 1.020 millones de malnutridos, y donde la población no dejará de aumentar, hasta que alcance, a nivel global, los 9.200 millones para el año 2050.
Entre los ya afectados está la familia del bangladesí Mohammad Iliasuddin, que reconoce que ya no sabe cuándo plantar "porque en los últimos años las estaciones son diferentes» y añade que «es desesperante no saber cómo hacer frente a ese cambio". O los cafeteros de Uganda como Florence Madamu, que asegura que "ahora el sol brilla con fuerza hasta finales de septiembre y luego llegan lluvias tan fuertes que arrasan los sembrados". O los miskitos de Nicaragua, cuya concepción del Universo tiene que ver con un cambio estacional que ahora les deja desconcertados porque sienten que pierden el control de su vida. O los productores de soja de Paraguay, cuya cosecha ha caído este año un 43% por la sequía.
Y es que la metamorfosis estacional afecta, precisamente, a algunos de los cultivos básicos de la alimentación. Científicos de Sudáfrica estiman que la producción de cereales caerá un 50% en 70 años, a la vez que millones de pastores del continente verán mermados los pastos. Como el maíz, que da de comer a buena parte de la Humanidad, es muy sensible al estrés de agua y al calor, ya se sabe que su viabilidad en buena parte de África subsahariana e India está en peligro. Y lo mismo ocurrirá con el arroz, cuya producción caerá un 10% por cada grado centígrado que aumenten las temperaturas.
"La incertidumbre de la variabilidad del clima es un desastre en los trópicos y es algo que ya está pasando. Lo terrible es que los países ricos se benefician, salvo los mediterráneos como España, a la vez que se agudizan los problemas de los que viven con lo mínimo", argumenta José Antonio Hernández, portavoz de Intermón Oxfam.
La ONG, de cara a la reunión del G8, reclama un freno en las emisiones contaminantes, pero también más ayuda a quienes sufren sus consecuencias para que se puedan adaptar a unos cambios que les dejan sin comida. En cifras serían 120.000 millones de euros al año, lo mismo que EEUU invirtió para salvar a una compañía de seguros. Ese dinero serviría para mejorar las infraestructuras y las técnicas de cultivo para poder sobrevivir en un mundo en el que la Naturaleza ya no es la misma.
El agua 'ahoga' a Zambia
Un ejemplo de lo anterior es lo ocurrido en Zambia en la última cosecha. Durante siglos, la llegada de las inundaciones del río Zambeze han sido un momento de alegría en el oeste de Zambia. La ceremonia Koumbola (que quiere decir 'la llegada del agua') fertilizaba las tierras bajas y los pastos y las cosechas engordaban las vacas y los graneros. En el distrito de Mongu había pobreza, pero no miseria.Pero hace ya dos años que las lluvias se volvieron locas y las inundaciones llegaron a las tierras altas, donde los zambianos tienen sus aldeas. Si en 2007 fue un desastre, las de 2008 les han sumido en la desesperación. El agua no sólo 'ahogó' sus cosechas. También se llevó las semillas guardadas y todos sus bienes.
Miles de personas tuvieron que huir en menos de 12 horas. "Nos fuimos hasta sin ropa y ahora sobrevivimos de la pesca, pero no basta para dar de comer a tres niños. Las estaciones han cambiado en poco tiempo", asegura el padre de la familia Liywalli.
Con el agua, llegaron también enfermedades como la malaria y la diarrea, que están afectando sobre todo a los niños.
El anciano Benet Imutongo recuerda que desde tiempos inmemoriales las inundaciones del Zambeze comenzaban en febrero. No fue así en 2008, cuando se adelantaron a noviembre. Antes, como no eran tan violentas, se les daba la bienvenida. Ahora se las teme.
"Oí en la radio que el problema de las estaciones durará hasta 2015, pero no podemos irnos a la ciudad; soy granjero y pobre", añade un vecino que perdió a sus cerdos ahogados, junto con los libros escolares de sus hijos y sus enseres.
El Gobierno de Zambia está considerando declarar el estado de emergencia. Dominiciano Mulenga, coordinador de la Unidad de Desastres, cree que laŽúnica solución es que los campesinos compren semillas híbridas que crecen más rápido, para recoger su fruto antes de las inundaciones. El problema es que son muy caras.
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