Para un animal tan social e inteligente como el delfín, el medio en el que se desenvuelve plantea importantes retos para la comunicación entre los distintos animales del grupo. Dado que la visibilidad es limitada, los delfines desarrollaron una serie de sonidos que les permitieran estar en contacto con los suyos, unos silbidos de gran complejidad que todavía se están descifrando. Uno de las últimas claves la aporta un estudio publicado hoy que asegura que los delfines responden cuando se les apela directamente, al llamarles por su nombre: imitando su silbido, su firma acústica (signature whistles, en inglés).
Este silbido propio de cada delfín, que le identifica dentro del grupo, fue descrito por primera vez entre 1965 y 1968 por Melba y David Caldwell. Los investigadores estudiaban con ahínco los silbidos de los delfines, buscando algún tipo de patrón que sirviera para identificar un lenguaje inteligente entre estos mamíferos acuáticos. Los Caldwell señalaron que la gran mayoría de los silbidos que emiten los delfines son estos silbidos particulares, identificativos, que sirven para señalarse y ubicarse frente al resto de los miembros del grupo.
Este silbido, que es como el nombre de cada animal, tiene unas características tan específicas que funciona casi tan bien como una huella dactilar. Su duración oscila entre 0,3 y 1,5 segundos y puede ser imitado por otros delfines, un gesto que hasta ahora se había interpretado como el modo de llamarse entre ellos: imito tu silbido para llamar tu atención y la de ningún otro ejemplar del grupo. En el estudio que se publica en PNAS, los investigadores de la Universidad escocesa de Saint Andrews han comprobado que esa interacción es real: los delfines responden cuando les llaman por su nombre.
"Durante mucho tiempo hemos pensado que imitar el silbido podría usarse para llamar la atención de otros delfines", explica uno de los autores del estudio, Vincent Janik. "Esta suposición se basa en el hecho de que los delfines copian los silbidos de sus familiares cercanos y amigos. Pero nuestro trabajo es el primero en comprobar las reacciones de los delfines cuando les están imitando", asegura Janik. Los investigadores estuvieron trabajando con delfines salvajes en las costas escocesas, a los que grababan sus silbidos: luego les reproducían otros sonidos aleatorios, silbidos de delfines ajenos al grupo y su propio silbido. Era entonces cuando un delfín concreto del grupo respondía, en una suerte de "Soy yo, ¿qué quieres?".
Janik explica que la principal prueba de fuego para esta teoría era cómo comprobar si funciona: si los delfines copian los silbidos de otros compañeros con un fin, se tendría que poder demostrar que esa llamada sirve a tal fin. "Y hemos descubierto que lo hacen, que responden. Sumado a otros estudios anteriores, el nuestro demuestra que estos silbidos son utilizados por los delfines de la misma forma que los humanos usamos nombres cuando nos dirigimos los unos a otros", asegura el biólogo.
Como explican en su estudio, este uso de nombres aprendidos "representa un interesante paralelismo con los seres humanos y la aparente necesidad de estas etiquetas vocales en el mantenimiento de la cohesión del grupo", lo que puede estar en la raíz de la evolución de sus complejos sistemas cognitivos y de comunicación.
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