El multimillonario George Soros coincide con algunos líderes europeos y muchos economistas -poniendo que todavía valga la pena escucharlos- en que la salvación de la eurozona requiere una política fiscal de "todos para uno, uno para todos".
La materialización de esa política serían los llamados eurobonos, títulos de deuda emitidos por la Unión Europea con el aval de la fiabilidad de todos los miembros del bloque.O, visto de otra forma, la eurozona podría endeudarse como una entidad única, con la responsabilidad de pagar recayendo en todos sus integrantes. Por tanto, debería haber una tasa de interés única en todo el bloque y un cuerpo soberano de facto capaz de determinar la política fiscal.
Según Soros, los eurobonos son necesarios. El legendario especulador financiero opina que dado que el euro existe y "si quiebra se desataría una situación infernal, Alemania debe hacer que funcione".
"Para que funcione, se tiene que posibilitar que los miembros de la zona euro refinancien su deuda en términos razonables. Así es que se necesariamente llegamos a esa palabra tan fea: eurobonos", dijo Soros en entrevista con la alemana Der Spiegel.
Pero cuando se estudia detenidamente lo que implicarían los eurobonos, queda claro que el problema está en que cada país está en control de su política fiscal y que hay que confiar en que cumplirá sus compromisos en ese sentido.
Yo se lo puedo traducir mejor.
"Sí condicionado"
Soros está diciendo dos cosas: la primera, es que hasta que Alemania, la mayor economía de Europa, con sus sólidas cuentas públicas, avale la deuda de todos los miembros de la eurozona, la unión monetaria seguirá de crisis en crisis.Los inversores y acreedores siempre querrán que los más endeudados paguen un interés mayor cuando emiten títulos públicos.
El caso es que el Banco Central Europeo (BCE) puede reducir temporalmente este interés comprando deuda de los estados, como hizo con la española e italiana la semana pasada. Pero esto no puede ser una solución permanente.
Lo segundo que dice Soros es que sería imposible que la eurozona emitiera bonos conjuntos mientras alguno de sus miembros continúe con total discreción fiscal: mientras puedan gastar, imponer impuestos o endeudarse como quieran.
O, para resumir, la supervivencia de la eurozona requiera una política de impuestos y gasto común, fijada en Bruselas por un "superministro" de Finanzas.
En palabras del ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schaeeuble, también a Der Spiegel: "Descarto los eurobonos mientras los estados miembros dirijan su propia política fiscal".
Así que, aunque Schaeuble aparece como un opositor a los eurobonos, su respuesta no es un "no, nunca, jamás". Es más un "sí condicionado".
Pero alcanzar tal condición es terriblemente complicado. Las reuniones entre Angela Merkel y Nicolas Sarkozy no presagian rápidos avances en ese sentido.
Entregarse o el desastre
Pensemos por un segundo qué tipo de integración fiscal es necesaria para hacer realidad los eurobonos.Habría una entrega permanente de importantes derechos, como cuánto subir o bajar impuestos o las cantidades que se gastan en servicios públicos.
El nuevo órgano responsable de tomar decisiones probablemente esté encabezado por algo así como un ministro de Finanzas para toda la zona euro.
Aparte de los muy serios desafíos técnicos y prácticos de establecer ese nuevo órgano, no está claro cómo los ciudadanos se sentirían con incrementar la distancia que hay entre su voto en las urnas con las cabezas pensantes que toman decisiones que impactan directamente en su calidad de vida.
Es complicado imaginarse cómo la integración fiscal de la eurozona pueda alcanzarse sin multiplicar lo que se conoce como el déficit democrático de las instituciones europeas.
Y además está la cuestión de si un nuevo Ministerio de Finanzas paneuropeo encaminaría la política económica a la alemana: relativo bajo consumo interno, alto superávit en la balanza comercial y presupuestos públicos equilibrados.
La transición a la germanización de la economía europea condenaría, probablemente a España, Italia y hasta Francia a años de -en el mejor de los casos- un doloroso bajo crecimiento o -en el peor- a una recesión endémica.
El problema para Alemania es que si exigiera una prudencia creíble e institucionalizada de sus socios europeos, podría llegar a perder su triple A en las agencias de calificación de riesgos. Lo que sería una humillación que los votantes germanos no tolerarían.
Con todo, si alguien cree que la integración fiscal es requisito sine qua non para salvar el euro, entonces esa persona debe concluir que la eurozona no puede ser salvada. Eso sí, excepto por una cosa: los europeos pueden concluir que entregar el control de los tributos, gasto y endeudamiento es una perspectiva horrible, pero que la quiebra del euro es peor.
O puesto de forma altisonante, como hace Soros: "Si el euro se rompe, podría causar una crisis bancaria de tal dimensión que quedaría fuera del alcance de las autoridades el controlarla".
"Así que esto impulsaría no solo a Alemania, no sólo a Europa, al mundo entero a una situación demasiado parecida a la de la gran depresión en los años 30, que también fue causada por una crisis bancaria descontrolada".
Si concuerda con Soros, la elección de la eurozona es entre entregar parte de la soberanía nacional y el desastre económico.
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