La empresa textil española Inditex, propietaria de la marca Zara, dijo que está reforzando los controles en su cadena de producción después de que se supiera que los trabajadores inmigrantes de un taller brasileño al que le compraba ropa estaban sometidos a condiciones denigrantes.
Paulo Cabral, de BBC Brasil, visitó uno de los talleres textiles de Sao Paulo donde los trabajadores son explotados.La habitación da claustrofobia. Está repleta de gente y de máquinas de coser.
La combinación de instalaciones eléctricas improvisadas y pilas de tela por todas partes genera un grave riesgo de incendio, pero no hay extintores en el lugar.
Es uno de los cientos de talleres de Sao Paulo que emplean a miles de trabajadores inmigrantes - la gran mayoría de Bolivia – para confeccionar ropa para el creciente mercado brasileño.
Los inmigrantes bolivianos vienen a Sao Paulo en gran número desde la década de 1980 y hoy se encuentran entre las comunidades con mayor visibilidad en la ciudad.
En general, son de grupos étnicos indígenas que viven en la pobreza e intentan escapar de las dificultades de su país trabajando para la industria de la confección en Brasil.
"Los bolivianos como yo que venimos a Brasil sólo queremos ganar dinero y volver a casa con nuestras familias, pero terminamos presos en estos lugares pequeños, sin ningún tipo de dignidad", dice un trabajador que accedió a hablar bajo condición de anonimato.
"He estado aquí durante seis años y no tengo nada. Y regresar a Bolivia no es una buena opción, porque allá las cosas están aún peor".
Grupos de combate
El problema data de hace por lo menos 20 años, pero recientemente el Ministerio de Trabajo creó un "Grupo de combate la esclavitud urbana".
Su misión es encontrar los talleres, clausurarlos hasta que regularicen su situación y forzar a las empresas a respetar los derechos laborales de los trabajadores.
"Usted no va a encontrarse aquí con el tipo de esclavitud del siglo XIX, con gente encadenada, pero la esclavitud moderna puede ser aún peor, porque el trabajador no tiene valor monetario para el empleador y pueden ser reemplazados fácilmente", dice la secretara nacional de inspección del Ministerio de Trabajo, Vera Albuquerque.
La funcionaria admite que el problema existe en Brasil y que no es menor, pero señala que es imposible tener una estimación sobre el número de personas que trabajan en estas condiciones.
"Estos trabajadores son invisibles. Sabemos del problema cuando recibimos quejas y luego enviamos a nuestros equipos para liberarlos".
El Código Penal establece parámetros objetivos para definir lo que llama "trabajo en condiciones análogas a la esclavitud." Los parámetros incluyen jornadas extenuantes, un ambiente de trabajo inadecuado y restricciones al derecho de salir y entrar del lugar.
"Muchos trabajadores son traídos a Brasil por 'gatos' (traficantes) y no pueden salir de los talleres hasta que paguen las deudas contraídas en el viaje. Algunos empleadores llegan a apoderarse de los documentos de los trabajadores", dice el auditor de trabajo Luiz Alexandre Faria.
"Por lo general, cuando llegamos a los talleres, los inmigrantes dicen que no están siendo esclavizados, que trabajan mucho porque quieren darle una mejor vida a su familia y que la situación en su país de origen es aún peor".
Pero Faria dice que la esclavitud no tiene nada que ver con la percepción de la víctima, sino con las condiciones objetivas que establece la ley.
"Si la situación no es compatible con la dignidad humana, es posible que estemos en presencia de trabajo esclavo. La sociedad brasileña no puede aceptarlo", opina.
Su misión es encontrar los talleres, clausurarlos hasta que regularicen su situación y forzar a las empresas a respetar los derechos laborales de los trabajadores.
"Usted no va a encontrarse aquí con el tipo de esclavitud del siglo XIX, con gente encadenada, pero la esclavitud moderna puede ser aún peor, porque el trabajador no tiene valor monetario para el empleador y pueden ser reemplazados fácilmente", dice la secretara nacional de inspección del Ministerio de Trabajo, Vera Albuquerque.
La funcionaria admite que el problema existe en Brasil y que no es menor, pero señala que es imposible tener una estimación sobre el número de personas que trabajan en estas condiciones.
"Estos trabajadores son invisibles. Sabemos del problema cuando recibimos quejas y luego enviamos a nuestros equipos para liberarlos".
El Código Penal establece parámetros objetivos para definir lo que llama "trabajo en condiciones análogas a la esclavitud." Los parámetros incluyen jornadas extenuantes, un ambiente de trabajo inadecuado y restricciones al derecho de salir y entrar del lugar.
"Muchos trabajadores son traídos a Brasil por 'gatos' (traficantes) y no pueden salir de los talleres hasta que paguen las deudas contraídas en el viaje. Algunos empleadores llegan a apoderarse de los documentos de los trabajadores", dice el auditor de trabajo Luiz Alexandre Faria.
"Por lo general, cuando llegamos a los talleres, los inmigrantes dicen que no están siendo esclavizados, que trabajan mucho porque quieren darle una mejor vida a su familia y que la situación en su país de origen es aún peor".
Pero Faria dice que la esclavitud no tiene nada que ver con la percepción de la víctima, sino con las condiciones objetivas que establece la ley.
"Si la situación no es compatible con la dignidad humana, es posible que estemos en presencia de trabajo esclavo. La sociedad brasileña no puede aceptarlo", opina.
Miedo
Cuando los inspectores llegan a los talleres, los trabajadores bolivianos tienden a tenerles más miedo que a sus propios empleadores, pues muchos de ellos están en situación irregular a pesar de un acuerdo bilateral entre los dos países que permite que los bolivianos trabajen en Brasil.
El gobierno de Brasil en 1995 reconoció oficialmente la existencia de trabajo análogo a la esclavitud en Brasil y puso en marcha medidas para luchar contra él, pero las autoridades admiten que cerrar los talleres irregulares y castigar a los negocios ilegales no va a resolver el problema de manera definitiva.
"Estamos tomando medidas duras contra este problema, pero sabemos que la educación es la única manera de deshacerse de él para siempre. Los trabajadores bien educados no aceptan trabajar en esas condiciones", dice Vera Albuquerque.
"Necesitamos que toda la sociedad participe en esta lucha".
"Para reducir costos, las empresas empiezan a recortar los derechos de los trabajadores y a pagarles menos, al punto de privarlos de su dignidad. Es entonces cuando se cruza la línea de la esclavitud", señala Leonardo Sakamoto, fundador de la ONG Reporter Brasil, que investiga el tema desde hace más de una década.
Sakamoto explica que, hasta hace poco, el gobierno brasileño se centraba en la lucha contra el trabajo esclavo en los ámbitos rurales, pero ahora pone más atención en la situación urbana.
"El trabajo esclavo en Brasil es como una habitación oscura a la que las autoridades están entrando con una linterna. A donde quiera que apuntan la linterna, aparece algo", dice.
A medida que la economía de Brasil siga creciendo, es probable que se abran nuevas fábricas para sustituir a las que cierren las autoridades. Así, todavía parece fácil atraer a los inmigrantes pobres a las grandes ciudades con promesas de una vida más digna y un futuro mejor.
El gobierno de Brasil en 1995 reconoció oficialmente la existencia de trabajo análogo a la esclavitud en Brasil y puso en marcha medidas para luchar contra él, pero las autoridades admiten que cerrar los talleres irregulares y castigar a los negocios ilegales no va a resolver el problema de manera definitiva.
"Estamos tomando medidas duras contra este problema, pero sabemos que la educación es la única manera de deshacerse de él para siempre. Los trabajadores bien educados no aceptan trabajar en esas condiciones", dice Vera Albuquerque.
"Necesitamos que toda la sociedad participe en esta lucha".
Crecimiento económico
Los expertos temen que el crecimiento económico de Brasil pueda empeorar la situación, ya que las empresas están bajo presión para producir más a un ritmo más rápido y a menor costo."Para reducir costos, las empresas empiezan a recortar los derechos de los trabajadores y a pagarles menos, al punto de privarlos de su dignidad. Es entonces cuando se cruza la línea de la esclavitud", señala Leonardo Sakamoto, fundador de la ONG Reporter Brasil, que investiga el tema desde hace más de una década.
Sakamoto explica que, hasta hace poco, el gobierno brasileño se centraba en la lucha contra el trabajo esclavo en los ámbitos rurales, pero ahora pone más atención en la situación urbana.
"El trabajo esclavo en Brasil es como una habitación oscura a la que las autoridades están entrando con una linterna. A donde quiera que apuntan la linterna, aparece algo", dice.
A medida que la economía de Brasil siga creciendo, es probable que se abran nuevas fábricas para sustituir a las que cierren las autoridades. Así, todavía parece fácil atraer a los inmigrantes pobres a las grandes ciudades con promesas de una vida más digna y un futuro mejor.
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