Grecia se ha convertido en el fantasma de moda de los países desarrollados.
El Reino Unido y Japón, Alemania y España, Italia y Francia invocan la debacle helénica para justificar brutales recortes fiscales: el euro mismo, la segunda moneda del planeta, parecería estar en la cuerda floja por el rojo presupuestario griego.La presencia en Atenas esta semana de una delegación del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Central Europeo y representantes de países de la eurozona tiene algo de imagen aleccionadora, de irresponsable pecador castigado con la pérdida de la independencia económica.
Por su parte, la agencia de calificación Moody's corporizó el lunes el temible fantasma de los mercados financieros, al rebajar a los bonos de deuda griega al nivel de "inversión especulativa", que en la jerga financiera significa "bono basura".
Invocando la necesidad de evitar un contagio, España, Portugal e Italia han aprobado paquetes de ajuste con la receta usual de este tipo de medidas: recorte de salarios públicos y pensiones, y aumentos impositivos.
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Esta vacuna del mega-ajuste preventivo no se limita a naciones del sur europeo "aquejadas" por una presunta tendencia genética al despilfarro.
Todos camino a Atenas
El 7 de junio, la canciller de Alemania, Angela Merkel, anunció recortes presupuestarios de unos 80.000 millones de euros para salvar a la moneda única europea y sentar un precedente de rectitud fiscal a sus socios de la eurozona, en medio de la crisis griega.En el Reino Unido, la flamante coalición conservadora-liberal demócrata anticipó que el nuevo presupuesto del 22 de junio contendrá un fuerte ajuste para evitar que los mercados financieros identifiquen la situación fiscal británica con la griega, lo que podría elevar el costo de su deuda.
En Francia, el gobierno de Nicolas Sarkozy anunció el congelamiento del gasto público en los próximos tres años y, en Japón, el nuevo primer ministro Naoto Kan advirtió a poco de asumir que era urgente lidiar con la situación fiscal para no terminar como Grecia.
En algunos casos, se ha sobreactuado de tal manera la presencia de este fantasma que el tiro ha salido por la culata.
El 4 de junio, un portavoz del nuevo gobierno de centro derecha de Hungría quiso demostrar su fe en el credo de los mercados comparando la situación nacional con la de Grecia y declarando que no era "una exageración decir que el país podría caer en una cesación de pagos".
El comentario produjo una caída del florín, un aumento de los seguros para la deuda húngara y declaraciones apresuradas desmintiendo lo que se había dicho.
El remedio y la enfermedad
¿Se puede comparar a países tan disímiles como Japón y Portugal, Alemania y Hungría, Italia y el Reino Unido?Si uno toma como punto de partida la deuda pública, la situación de Japón es la peor del mundo desarrollado: supera el 200% de su Producto Interno Bruto (PIB). En números brutos, se puede decir que está mucho peor que Grecia, cuya relación deuda-PIB es aproximadamente la mitad de la japonesa.
Pero por estructura económica, productividad o nivel de exportaciones, por la composición de su deuda (la mayoría en manos nacionales), por el nivel de reservas (la segunda más alta del mundo), la posición de Japón es holgadísima: no tendrá problemas para financiar su deuda.
En resumen, esta asimilación que se hace de la situación griega y la de otros países no se basa en un criterio objetivo: su función es eminentemente política.
Con la excepción de Estados Unidos, la mayoría de los países desarrollados parece haber llegado a la conclusión de que la deuda pública es la peor amenaza que se cierne sobre las economías y que, por lo tanto, se necesita un ajuste inmediato.
En esto dejan atrás el paradigma keynesiano dominante después de la crisis económica de 2008-2009. En vez de estímulo fiscal, la orden del día es el ajuste y el alza impositiva.
Nadie puede asegurar que el remedio no sea peor que la enfermedad. Lo que sí sabemos con certeza es que estas medidas no son populares.
El problema es cómo vender a una población arrojada a una brutal crisis económica por la especulación de un sistema financiero internacional desbocado que tienen que ajustarse el cinturón mientras los bancos siguen pagando extraordinarias bonificaciones a sus ejecutivos.
Nada mejor que invocar una "sombra terrible" del derrumbe y de la desintegración, fantasma hoy corporizado por las tribulaciones del gobierno de Giorgos Papandreu.
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