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2010/05/17

Nanorrobots para un mundo perfecto

Fuente: Publico.

Los robots del futuro serán casi invisibles y estarán hechos del mismo material que llevan dentro todos los seres vivos. Así lo creen investigadores de EEUU, Europa y Asia que llevan años usando fragmentos de ADN para construir circuitos, programar instrucciones y ensamblar robots millones de veces más pequeñosque la cabeza de un alfiler. Sus objetivos no pueden ser más ambiciosos. Quieren crear factorías de medicamentos diminutas, androides capaces de reconocer células enfermas y aniquilarlas o construir una nueva generación de chips orgánicos que multiplicarían la potencia de los ordenadores y reducirían su tamaño. Aunque tal vez no vivan para ver ese futuro, dos de los mejores equipos en esta especialidad acaban de dar un paso de gigante.
Uno ha construido una araña de unos 15 nanómetros (cada nanómetro es una millonésima de milímetro) capaz de andar y girar respondiendo a las órdenes de sus creadores. El otro grupo ha creado una especie de factoría de nanomáquinas capaces de fabricar hasta ocho compuestos químicos diferentes. El complejo ocupa una extensión de 10.000 nanómetros cuadrados. Ambos ingenios usan las cuatro letras del ADN para programar a sus autómatas.
"La historia de nuestra especie puede describirse a través de nuestros materiales, empezando por el uso de las pieles y avanzando hasta la llegada de chips y órganos artificiales", explica a Público Ned Seeman, investigador de la Universidad de Nueva York y padre de la factoría nanométrica.
A principios de la década de 1980, Seeman fue el primero en usar pequeños fragmentos de ADN para construir una red que atrapase ciertas moléculas y facilitase su observación en el microscopio. Había creado la nanotecnología de ADN, un campo que ha experimentado una rapidísima expansión desde entonces. "Hace una década éramos los únicos haciendo esto, y ahora hay al menos 60 equipos en todo el mundo", explica Seeman.
Uno de ellos es el de Milan Stojanovic, el creador de las arañas de ADN. El último ingenio de este investigador de la Universidad de Columbia acaba de pulverizar el récord de distancia logrado por un nanorrobot. Si hace unos años Seeman dio la campanada con un robot capaz de dar hasta dos pasos, la araña de Stojanovic ha logrado dar 50, cubriendo una distancia de cien nanómetros. Pero lo que es más importante es que su araña fue justo donde su creador le había dicho que fuera.

"Estamos al comienzo de una carrera muy larga", explica Stojanovic. El final, que no llegará antes de varias décadas, podría acabar en un futuro inquietante. "Moléculas similares a nuestras arañas podrían dictar reglas desde la superficie de las células, cambiar su estado y decidir si eliminarlas o no", explica.
El otro gran potencial es crear una nueva generación de ordenadores. Mientras los chips actuales están muy cerca de su límite de miniaturización, el ADN podría reducir drásticamente el tamaño de los circuitos del futuro. "En un futuro cercano, algunas partes de los circuitos se podrán fabricar a partir de biomoléculas", señala en su web Ramón Eritja, un científico del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona que lidera un grupo especializado en estudiar circuitos moleculares.
Desde India a California, muchos otros equipos trabajan en la misma dirección. El campo es tan nuevo que nadie tiene muy claro hasta dónde puede llegar. Pero todos los expertos coinciden en que el potencial es inmenso.
"Estos equipos han conseguido crear moléculas nuevas capaces de moverse de forma controlada", explica Lloyd Smith, que investiga computación de ADN en la Universidad de Michigan. "Hace 15 años, cualquiera hubiera pensado que era imposible", añade.
El fundamento es sencillo. En lugar de usar un lenguaje binario de unos y ceros, los investigadores usan la guanina, citosina, timina y adenina que componen los cuatro ladrillos básicos de los genes.
"El ADN es uno de los pocos materiales conocidos cuyo comportamiento podemos predecir al detalle", explica Smith. Eso lo convierte en un potente lenguaje con el que crear androides que sepan qué hacer en cada momento o circuitos capaces de reorganizarse y funcionar como una especie de google orgánico, señala.
Los dos pasos claves en este camino han sido la creación de los primeros robots andantes y su contrapartida estática, llamada origami de ADN, por el arte japonés de hacer figuras de papel. Se trata de una superficie de ADN en la que, en lugar de dobles hélices, hay tiras simples. Desde el descubrimiento de esta doble hélice se sabe que la adenina (A) siempre se une a la timina (T) y que la guanina (G) se pega a la citosina (C). En 2006, el investigador Paul Rothemund, del Instituto Tecnológico de California demostró cómo crear estas planchas con tiras simples de ADN para que adopten cualquier forma deseada por sus creadores. Para demostrarlo creó un origami con la forma de América y otro con una cara sonriente. Las briznas de ADN de estos origamis componen una senda perfecta para que se muevan sobre ella los robots, cuyas patas están hechas de tiras complementarias a esas briznas.

Paso a paso

La nanoaraña de Stojanovic, descrita en el último número de Nature, tiene una sola proteína por cuerpo y cuatro patas de ADN. La primera le sirve para anclarse en el origami antes de dar el primer paso, y las otras tres le sirven para andar. El proceso está alimentado por la atracción natural de las tiras complementarias de ADN.
Primero, cada pata se une a su media naranja en la plancha de origami. Después, las enzimas que contienen cortan las uniones y las liberan. Luego buscan la próxima unión complementaria haciendo moverse al ingenio. Como los investigadores deciden dónde colocar cada brizna en la alfombra de origami, pueden controlar los movimientos de su criatura al detalle. Para hacerla parar colocan una brizna de ADN cuyas uniones no se pueden cortar.
"Por ahora no hay ninguna aplicación para estos robots, pero tenemos muchas esperanzas de que su capacidad para leer y escribir sobre estructuras sirva para reparar tejidos o construir nuevos aparatos electrónicos", explica Stojanovic.
La fábrica de Seeman necesita un componente más. Además de un robot andador y una alfombra de origami, incorpora cuatro máquinas de ADN. Cada una de ellas contiene dos tipos de nanopartículas de oro. Aunque no tienen patas, son capaces de rotar sobre ellas mismas. A su vez, el andador puede alcanzar cada uno de esos almacenes dando dos pasos. Para gobernarla, Seeman y su equipo añaden tiras complementarias de ADN al sistema, para hacer que cada almacén gire en la dirección correcta y aporte su carga al robot andador. El resultado es una factoría capaz de fabricar hasta ocho compuestos diferentes.
"Nos llevó unos tres años desarrollar todo el sistema", explica Seeman. "Ahora que sabemos cómo hacerlo, hasta un estudiante sin experiencia podría realizarlo en tres meses", añade.
"Han conseguido demostrar que este proceso es programable y que puedes decidir qué compuesto quieres fabricar", explica Paul Rothemund, inventor del origami de ADN. "Hemos demostrado cómo construir una fábrica para construir un coche", explica Seeman. "Ahora queremos hacer muchos más coches con la misma fábrica", añade.

Unidad de diagnóstico

El experto señala que lograr aumentar el tamaño de sus fábricas para que sean capaces de crear moléculas más grandes y hacer que funcionen es algo que está aún muy lejos. "Si lo conseguimos, podríamos crear una fábrica con su propio sistema diagnóstico de manera que pudiese detectar zonas dañadas y tratarlas al instante", explica. Si logran hacerlos funcionar como quieren, los investigadores se enfrentarán a un reto aún mayor: el cuerpo humano. Cualquier robot de este tipo sería "devorado" por el sistema inmunitario, predice Smith. "En último término, el objetivo es construir cosas tan complejas como una célula con todos sus pequeños componentes que han sido programados para fabricar diferentes compuestos", aventura Rothemund.
La mayoría de expertos en este campo es reticente a ponerle fecha a ese futuro de robots y circuitos orgánicos. Según Stojanovic, los primeros robots más elementales podrían llegar en una década. "Estamos hablando de aplicaciones tipo Star Trek, así que es posible que yo no llegue a ver funcionar los más complicados", confiesa.
Su existencia también plantea dilemas éticos. Si estos robots están hechos de ADN, ¿deberían ser considerados seres vivos? "Según mi definición sólo está vivo lo que se puede replicar", explica Lloyd. Estos robots no lo hacen, por ahora.

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