Fuente: Publico.
Facebook cuenta con algo más de diez millones de cuentas abiertas en nuestro país. Prácticamente uno de cada cuatro españoles, contando bebés y ancianos, habría dado de alta un perfil en esta red social líder. Más espectacular aún resulta esta estadística si consideramos que facebook ha conseguido el 90% de sus usuarios españoles en poco más de un año. Sí, un año. Conviene recordarlo, porque es tanto el tiempo y la frecuencia de uso de esta plataforma que tenemos la sensación de que está en nuestras vidas casi desde siempre. Ningún otro gran fenómeno de Internet, como la mensajería instantánea o los buscadores, había conseguido seducir tan rápidamente, y de forma masiva, a los usuarios de Internet.
La consolidación de Facebook permite hablar con rigor, por primera vez en nuestra historia, de la existencia de una verdadera sociedad conectada en red. La trascendencia de este hecho ya se deja notar, por ejemplo, en la velocidad a la que hoy se difunden las tendencias y las modas. Pero antes incluso que las consecuencias, a los sociólogos nos interesa intentar comprender qué nos ha llevado en el momento actual a abrazar las redes sociales. Si sabemos que condiciones nos han arrastrado hacia facebook, resultará menos complejo aventurar cuál podría ser su futuro. ¿Se trata sólo de una moda pasajera que, como otras tantas, simplemente seguimos para sentirnos integrados, o, en cambio, hay factores de naturaleza más profunda que podrían explicarlo?
Bajo mi punto de vista, facebook es un éxito porque cubre cuatro necesidades muy difundidas: mitigar la sensación de soledad típica de sociedades individualistas, encontrar en la gente de nuestro entorno referentes de valores, actitudes o comportamientos que nos guíen -en un contexto en el que las tradicionales instituciones referenciales, como la religión, el estado, los medios de comunicación, o la propia familia, están en crisis- , reencontrarnos con personas y situaciones por las que sentimos nostalgia y, por último, saciar la curiosidad que nos produce saber qué hacen o cómo les va a los demás. Facebook es, en definitiva, compañía, guía espiritual, recuerdos y cotilleo.
¿Y nos cansaremos algún día de facebook? En nuestra labor de monitorización constante de lo que sucede en Internet, cada vez nos encontramos con más testimonios de que este cansancio de facebook comienza a aflorar. Parece que al menos de recuerdos y cotilleo empezamos a estar saturados.
Al menos en cierta medida, el avance de Facebook supone un retorno a la comunidad, a una forma de organización social en la que, como sucede en una pequeña aldea, gracias a nuestro afán por socializar lo que hacemos, pensamos o sentimos, todo sobre nosotros se acaba sabiendo, lo que confiere a los otros una capacidad de control y fiscalización con la que cada vez más gente se siente incómoda. Disfrutamos fisgoneando e inmiscuyéndonos en la vida de los demás, aunque no tengamos demasiado confianza con la otra persona, pero en modo alguno nos gusta que nos lo hagan a nosotros. Muchos de los usuarios que han optado por abandonar esta red social, justifican su decisión apelando a esta sensación de incomodidad que les produce el sentirse observados.
Por otro lado, parece que la nostalgia también tiene su ciclo de vida en facebook. Una de las primeras acciones de los usuarios recién ingresados a facebook, y especialmente de los más maduros, consiste en buscar la amistad de personas con las que se tuvo una relación en el pasado que se ha ido disolviendo y con quienes compartimos, como mínimo, los recuerdos. Los reencuentros son frecuentes, y fuente de gran satisfacción ¿Pero cuántos de estos reencuentros digitales culminan en una verdadera reactivación de la relación? Una vez que se han rememorado las vivencias comunes, lo habitual es que la relación vuelva a enfriarse. Luego, una vez que hemos conseguido establecer contacto con todas aquellas personas del pasado que nos interesaban, uno de los motivos de uso de facebook se extingue, pierde interés.
Por tanto, sí, efectivamente, facebook ha transformado de forma significativa nuestras bases de organización social. ¿Pero es una revolución cuyos efectos perdurarán? Tengo serias dudas. ¿Hasta qué punto el sentirnos acompañados, parte de un grupo, o disponer de referentes nos compensa la pérdida de intimidad y autonomía?
No hay comentarios:
Publicar un comentario