La NASA está dando alas a proyectos que hubieran sido considerados una locura hace unos años. Uno de ellos será enviar a Marte un minilaboratorio del tamaño de un balón de fútbol capaz de detectar cantidades muy pequeñas de ADN escondidas en el polvo. La campaña se llama Búsqueda de Genomas Extraterrestres (SETG, por sus siglas en inglés) y su objetivo es encontrar formas de vida emparentadas con las que habitan en la Tierra.
"Este proyecto muestra que hay una evolución de lo que consideran aceptable en la NASA", explica a Público Gary Ruvkun, el profesor de genética de la Universidad de Harvard (EEUU) que lidera el proyecto. Está convencido de que la vida llegó a la Tierra hace millones de años desde un origen extraterrestre. "Hace diez años la mayoría pensaba que estaba chiflado", bromea. "Ahora sólo la mitad lo cree", añade.
La apuesta de la NASA aún es tímida. Financia a Ruvkun con medio millón de dólares junto a decenas de otros proyectos piloto. Muchos de ellos serán desechados. El riesgo de construir una máquina para buscar ADN en la superficie marciana es que tiene muchas posibilidades de no encontrar nada, reconoce el experto. Pero si lo hiciera, traería una auténtica revolución. No sólo aportaría la primera prueba de vida fuera de la Tierra; también sería un triunfo para los que piensan como Ruvkun.
"Es posible que la vida evolucionara quién sabe dónde, y que después lloviera sobre Marte y la Tierra", dice el investigador. Calcula que eso sucedió hace unos 3.500 millones de años, cuando la Tierra y Marte estaban bajo una intensa lluvia de meteoritos que contenían bacterias congeladas. Los impactos habrían arrancado un trozo de la Tierra que habría acabado en Marte, o viceversa, llevando la vida de uno a otro. Pero por ahora, lo más cercano a la vida que se ha encontrado en un meteorito son aminoácidos, que por sí solos no demuestran la teoría.
Bacterias españolas
Ruvkun ya tiene un prototipo de laboratorio y lo ha probado con bacterias españolas que le ha enviado desde Riotinto (Huelva) el microbiólogo del CSIC Ricardo Amils, con quien colabora. "Riotinto es uno de los mejores análogos de Marte", recuerda Ruvkun.El aparato se basa en una máquina para detectar ADN presente en laboratorios de todo el mundo: la PCR, siglas en inglés de Reacción en Cadena de la Polimerasa. El ingenio se lo jugará todo a una carta, pues sólo buscará un gen que comparten la mayoría de bacterias y arqueas llamado ARN ribosomal 16S. Hallarlo ayudaría a emparentar la vida de la Tierra y Marte, pues ese gen "es uno de los más conservados a lo largo de la evolución en nuestro planeta", explica Ruvkun.
En cuatro años la NASA decidirá si sigue adelante, lo que pondría al laboratorio a bordo de un vehículo marciano que se lanzaría en 2020. "Es algo muy arriesgado que tal vez nunca se haga realidad", confiesa Ruvkun.
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