El
Curiosity,
el mayor vehículo de superficie que se ha desarrollado para explorar Marte, está a punto de partir. El periodo de lanzamiento se abre el próximo viernes 25, la fecha inicialmente prevista para la partida, pero la
NASA ha anunciado un aplazamiento de 24 horas, hasta el sábado 26, para sustituir un sistema de baterías. El vehículo, en un cohete Atlas V, despegará desde la base espacial de Cabo Cañaveral (Florida) y puede hacerlo hasta el 18 de diciembre, si se presentan contratiempos. Recorrerá 570 millones de kilómetros hasta llegar a Marte, en agosto del año que viene. La misión, denominada Mars Science Laboratory (MSL), cuesta 2.500 millones de dólares (1.850 millones de euros).
Con casi 900 kilos, tres metros de largo y 2,2 de alto, el
Curiosity es el mayor vehículo de superficie, o
rover, diseñado para desplazarse por el suelo del planeta rojo, pero se basa en la experiencia adquirida con sus tres predecesores (el
Sojourner, el
Spirit y el
Opportunity), que la NASA ha puesto en suelo marciano desde 1997. Su destino específico es el cráter Gale, cercano al ecuador del planeta vecino, que es interesante para los científicos porque la presencia de arcillas allí y las características geológicas indican que pudieron formarse en presencia de agua, y la NASA está siguiendo la estrategia precisamente de seguir la pista del agua en la exploración de Marte emprendida a mediados de los años noventa. El nuevo vehículo lleva una estación meteorológica desarrollada y construida en España.
El objetivo final del actual programa de exploración de la NASA en Marte será determinar si hubo alguna forma de vida allí en algún momento, incluso si puede haberla ahora. Pero todo se hace paso a paso y, de momento, el
Curiosity no va preparado para identificar formas microbianas si es que existieran ahora, según han advertido los responsables científicos de la misión. Solo un golpe de enorme suerte podría dar algún resultado en este sentido. Lo que tiene que hacer el laboratorio rodante, con sus 10 instrumentos científicos, es tomar datos para averiguar si el entorno hubiera podido ser habitable en algún momento.
En esa estrategia de seguir la pista del agua, el
Curiosity avanza un escalón más que las misiones precedentes e inicia la fase de seguir la pista del carbono. Puede haber compuestos orgánicos que no sean materia viva, pero no hay materia viva, al menos en la Tierra, sin carbono, señalan los científicos. El vehículo no lleva experimentos para detectar procesos activos que indicasen alguna forma de metabolismo activo ni instrumentos para fotografiar o filmar microorganismos o fósiles de los mismos, advierte la NASA. Pero si pudiese confirmar que hay condiciones de habitabilidad en el cráter Gale, el hallazgo serviría para diseñar futuras misiones con experimentos apropiados para buscar señales de vida y para traer muestras a la Tierra y analizarlas aquí.
Una respuesta positiva acerca de la vida en Marte sería un descubrimiento enorme, pero, como siempre en ciencia, descartarlo definitivamente también sería importante para comprender las diferencias entre ese planeta y el nuestro.
Al llegar a Marte el año que viene, si todo sale bien en la compleja secuencia de viaje y descenso allí, el
Curiosity desplegará sus instrumentos científicos y empezará a moverse por el entorno del cráter con su sistema automático de navegación (cumpliendo las instrucciones que recibirá desde la Tierra cada día). Marte es nuestro planeta vecino más cercano pero, en el momento de su llegada, el vehículo estará a 248 millones de kilómetros de aquí y sus señales (viajando a la velocidad de la luz) tardarán 13,8 minutos en llegar, y otro tanto, claro, las órdenes que se le envíen desde Tierra.
Los diez instrumentos científicos de a bordo incluyen cámaras de alta definición y de aproximación, láser para hacer análisis de rocas a una cierta distancia, un sensor de partículas de alta energía de origen solar, un espectrómetro de rayos X (desarrollado con la colaboración de Canadá) para determinar la composición de muestras geológicas y tres recipientes de análisis en las que el brazo articulado del
Curiosity depositará fragmentos de rocas o pequeñas cantidades de arena del suelo. Además, un pequeño perforador podrá hacer agujeros de hasta cinco centímetros para sacar muestras no directamente expuestas y un dispositivo aportado por la
Agencia Espacial Rusa (Roscosmos) disparará neutrones que penetren hasta medio metro en el suelo bajo el vehículo para detectar la presencia de hidrógeno. La estación meteorológica española, aportada por el
Centro de Astrobiología, medirá la velocidad y dirección del viento, la presión atmosférica, la temperatura y la radiación ultravioleta, todo ello tomando datos al menos cinco minutos cada hora.
Si todo va según lo previsto, incluida la complicada fase de descenso en Marte, en agosto del año que viene, tras 255 días de viaje, el
Curiosity deberá funcionar al menos un año marciano, es decir, 687 días terrestres. Cada día en Marte dura 24 horas, 39 minutos y 35 segundos. A la llegada, será allí el final del invierno.
El
rover viajará dentro de una cápsula en forma de concha de 4,5 metros de diámetro, con una masa total en el lanzamiento de 3.893 kilos, incluidos los dispositivos de descenso en Marte y el combustible. El
Curiosity pesa 900 kilos, de los cuales 75 corresponden a los instrumentos científicos, con seis ruedas de 50 centímetros de diámetro capaces de sortear obstáculos de esa misma altura. La energía, tanto para alimentar todos los aparatos como para mantenerlos a una temperatura adecuada en el gélido entorno marciano, procede de un generador de radioisótopos, con 4,8 kilos de dióxido de plutonio, aportado por el Departamento de Energía estadounidense y adecuadamente blindado para evitar cualquier riesgo en caso de producirse un fallo en el lanzamiento. Todo el conjunto, especifica la NASA, sigue las normas internacionales de esterilización para no contaminar el planeta vecino.
El cuarto 'rover' en Marte
El primer vehículo que rodó por el suelo de Marte fue el
Sojourner, un pequeño todoterreno del tamaño de un microondas, que llegó al planeta vecino en 1987 como parte de la misión Mars Pathfinder. Era, más que nada, un banco de pruebas de ingeniería para ensayar sistemas revolucionarios en la exploración espacial, incluida la técnica de descenso rebotando en la superficie dentro de un balón de airbags, y el mismo
rover para rodar por allí. La misión fue todo un éxito tecnológico, pero, además, envió 17.000 imágenes y realizó 15 análisis químicos de rocas y suelo. El pequeño
Sojourner, diseñado para funcionar una semana, atrajo la atención mundial durante un mes largo en que cumplió cortos recorridos alrededor del punto de descenso.
En enero de 2004, llegaron a Marte dos vehículos gemelos, el
Spirit y el
Opportuniy, que han significado un éxito histórico de la NASA en la exploración planetaria. Diseñados para operar tres meses, el primero siguió trabajando hasta marzo de 2010, y el segundo sigue funcionando casi ocho años después de su llegada, habiendo recorrido 34 kilómetros en total. Son dos geólogos de campo que descubrieron, en las rocas y sedimentos, un pasado de Marte con agua en estado líquido en su superficie. Con una masa cada uno de 170 kilos y cinco instrumentos científicos, estos vehículos miden 1,6 metros de largo, 2,3 de ancho y 1,5 de alto; unos paneles solares proporcionan la energía eléctrica necesaria.
El
Curiosity multiplica todos los parámetros de los gemelos. Pesa 899 kilos, mide tres metros de largo por 2,8 de ancho y alcanza 2,2 metros de altura, con un brazo robótico articulado de 2,1 metros en el que van instalados dispositivos para tomar muestras, cámaras, un cepillo para barrer el polvo de las rocas y poder hacer bien los análisis y captador de muestras para colocarlos en las cámaras de análisis. En lugar de un único ordenador (como el
Spirit y el
Opportunity), el
Curiosity lleva dos, cada uno de 200 megahercios, 250 MB de memoria RAM y 2 GB de memoria flash. Debe funcionar dos años.