Fuente: BBC Mundo.
Eugenia Kalnay vive entre fórmulas matemáticas que permiten anticipar si mañana estará soleado o habrá tormentas eléctricas, y que también anuncian qué pasará con el planeta si sigue calentándose inexorablemente.
Esta científica argentina, radicada en Estados Unidos y docente de la Universidad de Maryland, es una experta en la predicción numérica meteorológica, una técnica que, mediante una compleja programación de modelos, permite entender no sólo el tiempo, sino también el clima. Y, como tal, se ha convertido en referente de la cruzada científica contra el cambio climático.
Por sus "contribuciones sobresalientes" en el campo de la climatología, Kalnay fue elegida recientemente como la mejor meteoróloga del mundo por la Organización Meteorológica Mundial, un organismo de Naciones Unidas, una distinción que, a sus 66 años de edad, asegura que la "sobrepasa".
"No sé si me lo merezco completamente, pero es lindo... Ahora, eso de 'la mejor', no sé… Es como el Nobel, un año se lo gana uno y al siguiente otro, y no quiere decir que éste sea mejor que aquel… es como un título efímero, ¿no?", reflexiona la científica, en diálogo con BBC Mundo.
El mérito que nadie podrá quitarle, sin embargo, es haber sido la segunda mujer en recibir tal condecoración en los 54 años de historia del premio.
Y no es ésta la primera victoria que obtiene para el género femenino en el terreno de la meteorología: fue la primera mujer en doctorarse en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) tras exiliarse de Argentina en 1966; fue la primera docente mujer en esas aulas, y "la primera en quedar embarazada -dice, entre risas- porque al fin de cuentas, era la única que podía".
"Yo pensaba estudiar medicina, después empecé física y, cuando estaba en primer año, mi mamá se enteró de que había becas del Servicio Meteorológico Argentino. Como teníamos dificultades económicas, ella me anotó… ¡y me cambió de carrera! Me salió la beca, y siempre digo que estudié meteorología por el dinero", revela, con tono afable, en una entrevista concedida desde su casa de Maryland.
La ciencia que usted estudió, pese a sus complejidades, tiene un contacto directo con la gente, que consume los pronósticos en su vida cotidiana…
Es que la meteorología es útil para todo el mundo. Y en mi campo de trabajo, que es el pronóstico numérico del tiempo, nos da una gran alegría haber contribuido a la mejora de los pronósticos y, de alguna manera, haber ayudado al ciudadano común.
¿Cómo es que se puede predecir "numéricamente" el clima?
Se usan leyes relativamente simples de la física para modelar la atmósfera. Por ejemplo, una ley de Newton -que dice que cuando uno aplica una fuerza a una masa de aire, ésta se acelera- sirve para establecer un modelo de la presión atmosférica.
Y, a partir de estas leyes, se puede escribir la evolución de la atmósfera en modo de ecuaciones y anticipar numéricamente los estados de los próximos días.
Yo empecé trabajando en modelos globales para el pronóstico del tiempo, pero si uno los corre por mucho tiempo, permiten establecer hipótesis sobre cómo cambiará el clima general del planeta.
Lo cual es clave para estudiar el cambio climático…
Sí, es una suerte que el tema esté sobre el tapete, pero en Estados Unidos se han perdido diez años de acción concreta para evitar este problema. Básicamente, lo que está pasando es que la Tierra acumuló carbón y petróleo bajo su superficie por millones de años, y nosotros estamos quemando toda esa acumulación en apenas 100 ó 200 años. Es una catástrofe en muchos sentidos.
Usted dice que en Estados Unidos se perdieron diez años. ¿Qué debería haberse hecho y en qué medida la predicción puede servir para pasar a la acción?
Un climatólogo muy famoso de la NASA, James Hansen, dice que prácticamente hemos perdido la carrera y estamos al borde del abismo. Otros dicen que él exagera, pero a mí la verdad… me da miedo por nuestros hijos y nietos.
Creo que no hay dudas, entre la inmensa mayoría de los científicos, de que la atmósfera se calienta al quemar carbón y emitir gases con efecto invernadero. Así que los estudios que se estando haciendo son más bien para definir detalles sobre cómo proceder, pero sin discutir ya el tema de base.
Sigue habiendo, aunque integran sin duda un grupo reducido, científicos que niegan el cambio climático como consecuencia de la acción del hombre…
Muchos de ellos están pagados por las compañías de petróleo y carbón. Su aporte es muy cuestionable.
¿Cree usted que hay realmente voluntad política en los países más desarrollados? Al menos se percibe un cambio en el discurso de muchos líderes...
Hay un cambio, efectivamente, en lo discursivo, pero hasta que se tomen acciones puede pasar demasiado tiempo.
Por ejemplo, cuando en los años '80 se descubrió que el agujero de ozono estaba producido por el clorofluorocarbono de los aerosoles, hubo una reunión en Montreal donde se decidió prohibir el uso de esos gases. Y fue muy exitoso.
Ése es un ejemplo de lo que debería hacerse ahora, aunque por supuesto es mucho más complicado cuando se trata del uso de petróleo y carbón fósil, donde hay muchas cuestiones económicas asociadas.
Yo considero que debería haber más apoyo de los gobiernos para la producción de energías eólica y solar, que son renovables y de enorme potencial en países como, por ejemplo, Argentina.
¿Cuál cree que son los desafíos, precisamente, de la región latinoamericana en términos del cambio climático tal como se lo puede predecir hoy?
Creo que Sudamérica, o por lo menos el Cono Sur, está menos en riesgo que los países del Norte. Como hay mucha más extensión de océanos que de tierras en el hemisferio Sur, los océanos tardan más en calentarse y el calentamiento general quizás va a ser allí más lento.
Pero hay otros factores a atender: el uso del suelo, por ejemplo, también produce cambios en el calentamiento. Yo he hecho un trabajo en esta materia y la conclusión parece ser clara: cuanto más verde sea una región, menos se va a calentar.
De allí el riesgo que implica urbanizar zonas verdes, o talar árboles en la selva de Brasil o Paraguay: se aumenta el calentamiento del suelo, porque los árboles bajan la temperatura, y sin ellos la región se calentará aún más.
¿Y qué cree que puede aportar, en este sentido, la Cumbre de Copenhague?
Yo no soy experta en la parte económica del cambio climático, pero hay científicos que dicen que la única opción es regular los impuestos al uso del carbón. Pero no sé si estos asuntos urgentes podrán establecerse desde la Cumbre.
Una última curiosidad, volviendo a la meteorología: la ciencia a la que usted se dedica no tiene, para la gente común, la mejor de las reputaciones…
(Risas) No…
¿No es frustrante que se pierda la confianza en los pronósticos del tiempo después de experiencias como la de salir con paraguas en la mañana para llegar al mediodía con sol radiante?
Es que la meteorología es la única ciencia que verifica lo que predice… ¡los economistas hacen pronósticos sobre la economía y después nadie confirma si tuvieron razón o no!
Las cosas han cambiado mucho, sobre todo en el Hemisferio Sur. Hoy la calidad del pronóstico para cinco días es tan buena como el pronóstico del día de hace 30 años. La gente no lo ha notado porque es un proceso gradual, pero los pronósticos son increíblemente mejores a los de hace dos décadas, y eso es en parte gracias al pronóstico numérico del tiempo.
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