A lo largo de la historia de la ciencia ha habido una serie de teorías, como las de Copérnico -quien desplazó a la Tierra del centro del universo- y las de Darwin -quien mostró que no fuimos creados directamente por la mano de Dios- que hicieron que dejáramos de sentirnos especiales. La única reivindicación de nuestra singularidad que hemos podido mantener es la creencia de que la Tierra es el único lugar en el universo donde hay vida inteligente.
Algunas personas tienen la necesidad psicológica de sentirse especiales y la misión de la sonda Kepler -que creo será exitosa- les obligará a replantearse sus creencias. Pero para aquellos que creemos que los planetas que albergan vida son comunes, el éxito de la misión será algo maravilloso.
Ya sabemos que nuestra galaxia está repleta de planetas, lo que hace que dejemos de pensar que la Tierra es el único lugar que puede albergar vida inteligente.
La misión de la Kepler nos llevará al siguiente nivel: determinar si alguno de esos planetas son similares a la Tierra, si albergan vida y si esa vida es inteligente.Todavía hay dos respuestas posibles a la pregunta de si existen otros planetas similares a la Tierra, y cualquiera de las dos será asombrosa.
Si hay otra civilización en un planeta similar a la Tierra será posiblemente más avanzada que la nuestra, teniendo en cuenta que nuestro universo tiene 11.000 millones de años de antigüedad y que nosotros somos recién nacidos en el estado cósmico.
Y al ser tan jóvenes, enfrentamos una grave crisis: nuestra civilización está al borde del desastre por nuestro uso inmaduro de la tecnología, que se refleja en el cambio climático y en las armas de destrucción masiva.
Mucha gente cree que no sobreviviremos, pero saber que una civilización extraterrestre ha sobrevivido a su adolescencia tecnológica será una lección inspiradora para la humanidad y pondrá fin a las teorías de la catástrofe.
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