Fuente: elPeriodico.com.
Quedar fuera de juego, en sentido literal y figurado, es una sensación insoportable para la mayoría de los adolescentes, y de esa circunstancia han sabido apropiarse bien los diseñadores de algunas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), y de su publicidad. El móvil, el messenger, las redes sociales de internet y los juegos de ordenador han logrado atraer el interés de los menores de 17 años, y, como sucede con las innovaciones pensadas para individuos influenciables, su uso excesivo ya es un foco patológico. El 10% de los adolescentes catalanes dicen pasarlo "muy mal" si no tienen el móvil, y el 7% dedica más de tres horas diarias a los videojuegos.
El fenómeno ha llegado a las consultas médicas, confirma el psicólogo Josep Lluís Matalí, responsable de la unidad de adicciones del Hospital de Sant Joan de Déu de Esplugues, centro que en el último año ha tratado a una veintena de adolescentes con grave dependencia de las TIC. "Y van en aumento", indica.
Entrar en el messenger --canal de intercambio de mensajes en tiempo real a través de internet-- ha creado dependencia en un creciente sector de chicos y, sobre todo, chicas de 14 o 15 años que, en cuanto llegan a casa, antes de saludar a sus padres y prescindiendo de si tienen hambre, corren a conectarse con las amigas de las que acaban de despedirse. "Si nadie les pone límites, pueden estar en el chat charla electrónica de las diez de la noche a las cuatro de la madrugada, y por la mañana no se podrán levantar", relata Matalí.
LO DEJAN TODO
Esa conexión es una necesidad con los síntomas de una adicción y múltiples problemas colaterales: muchos afectados sufren alteraciones del sueño, dejan de ducharse cada mañana, suprimen los deportes que hasta entonces les interesaron --incluido el fútbol--, están muy irritables cuando no teclean en el ordenador, suspenden el curso escolar y, aunque resulte paradójico, cada vez están más solos.
"Al principio, el móvil y el messenger son la vía por la que muchos adolescentes que se relacionan con dificultad mejoran su vida social, pero, muy pronto, esa vinculación se vuelve en su contra", explica Matalí. "El miedo al ridículo, la inseguridad, la tendencia a infravalorarse y el miedo al rechazo que los llevó a volcarse en las TIC los hunde en una enorme desconfianza hacia su propia capacidad personal de relacionarse, y aún se aislan más", añade el psicólogo en el ensayo Adolescents i noves tecnologies: innovació o adicció", del que es autor junto al psiquiatra José Ángel Alda.
PÉRDIDA DEL PUDOR
En cualquier caso, añaden, una relación a través de internet resulta desproporcional: "Permite jugar con la verdadera identidad, y eso induce a la desinhibición y a la pérdida de pudor para expresarse", indican. El paso entre el uso razonable y la necesidad de usar las TIC es imperceptible al inicio y difícil de rectificar después. Matalí propone la abstinencia como inicio de la solución. "Durante una o dos semanas, el ordenador queda vetado en casa para quien sufre el problema de dependencia --explica--. Se le anima a hacer lo que antes era una vida normal: salir con los amigos". Después, se le permiten hacer los trabajos de clase que ha de redactar en el ordenador, pero el aparato ya no estará en la habitación del chico o chica dependientes. Lo adecuado es instalarlo en el comedor o en un lugar de estudio que compartan con algún hermano. La idea es que no se conecten más en soledad.
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