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2011/08/22

Las mejores películas para emocionarse

Entender las emociones es necesario para ir completando nuestra comprensión de lo que es ser humano pero ¿cómo provocarlas en un laboratorio sin afectar a quien se prestó como conejillo de indias?

"Cuando uno estudia las emociones en un laboratorio, el primer reto es cómo lograr que la gente las sienta mientras las estás observando. Todos tenemos sentimientos todo el día pero si uno pone a alguien en una silla... ¿qué hace? ¿le dice 'tenga una emoción?", señala, riéndo, Robert Levenson, psicólogo de la Universidad de California, Berkeley.
Levenson, junto con quien entonces era su estudiante James Gross -ahora profesor en la Universidad de Stanford-, empezaron a pensar en algo que fuera poderoso pero que pudieran controlar.
"Antes, se acostumbraba a mostrarle a los voluntarios del estudio fotos de gente sintiendo las emociones que querían causar, pero así no es que la mayoría de nuestras emociones ocurren: en general suceden en medio de un contexto", le explica Levenson a BBC Mundo.
Fue entonces cuando el cine se presentó como la mejor opción para estimular sentimientos de una manera más parecida a la la vida real.
"Empezamos un proceso de evaluación de cientos de películas, en busca de los mejores pedazos que pudieran hacer que la gente se sintiera triste, asustada, enojada...".
El estudio, que iniciaron en 1988 y creyeron que les tomaría meses, se extendió por años, pero el resultado se convirtió en una herramienta invaluable no sólo para ellos, sino también para la comunidad científica en general, desde neurocientíficos y biólogos hasta incluso ingenieros de sistemas en pos de enseñarle a las computadoras a reconocer emociones humanas.

Diferentes necesidades para distintas emociones

Levenson y Gross empezaron trabajando con una lista de seis emociones: tristeza, sorpresa, asco, felicidad, miedo y rabia.
Cada una, demandaba consideración especial.

Algunas de esas emociones están conectadas al sistema nervioso; para asustar a alguien, no se requiere más que un cambio repentino: un ruido, un cambio de luz, un golpe.
Estamos programados así, explica Levenson, porque "es muy importante que si nos encontramos con el peligro, nuestros cuerpos reaccionen rápidamente, y es mejor que nos asustemos así no lo necesitemos, a que no respondamos".
Sin embargo, otros sentimientos, como la rabia, usualmente requieren de más contexto.
"Nos enfurecemos como resultado de una frustración, o de que se ha cometido una injusticia,y eso necesita un poco más de tiempo, un poco más de historia".

Distintas emociones de diferentes personas

Inicialmente, buscaron películas que funcionaran como herramientas en estudios con los jóvenes universitarios que tradicionalmente se prestan como voluntarios en los experimentos, pero el equipo de Levenson ha continuado con el trabajo.

"Hemos desarrollado películas para personas que están entre los 70-80 años de edad, pues resulta que hay que cambiarlas un poco para que tengan efecto en individuos de más edad".
"Cuando empezamos el proyecto, a finales de los '80, usábamos escenas de procedimientos quirúrgicos para provocar asco, pues funcionaban muy bien con los jóvenes que venían al laboratorio. Pero con gente más vieja, eso no sucede: si uno tiene una historia médica más larga, las operaciones no le producen asco".
Pero, el paso del tiempo también obliga a revisar el trabajo original: los jóvenes de hoy en día están tan acostumbrados a ver en televisión, cine o en sus juegos a seres humanos destrozados en espectaculares batallas que esas escenas no les producen el mismo asco que sintieron los chicos de su misma edad hace dos décadas.
Por otro lado, el equipo de la Universidad de California ha seleccionado películas que funcionan mejor con personas de diferentes culturas y ahora están trabajando con pacientes afectados por demencia.
"Como sufren deterioro cognitivo, usamos películas con temas muy sencillos pero que pueden provocar emociones".

La campeona

Sin embargo, parece que hay escenas que parecen infalibles.

Los dos minutos con cincuenta y un segundos en los que en la película El Campeón de Franco Zeffirelli, de 1979, un boxeador, protagonizado por Jon Voight, muere mientras que su inconsolable hijo le suplica "¡Campeón, despiértate!", es universalmente triste, según ha comprobado Levenson.
"La película no tuvo muy buenas críticas, así que quizás no es un clásico de Hollywood, pero esos pocos minutos en los que ese chico le habla a su padre son una muestra fantástica de arte emotivo".
Hoy en día, son más de seis las emociones que Levenson explora. Incorporó "emociones más complicadas", como la vergüenza, el orgullo, desdén, múltiples clases de felicidad -como diversión o satisfacción-.
"También buscamos películas que no produzcan ninguna emoción, para tenerlas como herramienta de control".
Así, Levenson sigue explorando el mundo emocional, prestándole atención al "cuerpo, la psique, la conducta... todos los aspectos de la respuesta emocional".
Pero hay algo que no ha hecho aún.
"No hemos actualizado la lista original... probablemente deberíamos hacerlo. Aunque todavía usamos algunas películas de las de entonces".
Y esa lista de películas para provocar emociones que Levenson y Gross publicaron en 1995 era:
  • Asco: “Pink Flamingos” (1972) y escenas de amputaciones
  • Diversión: “Cuando Harry conoció a Sally” (1989) y “Robin Williams en vivo”
  • Miedo: “El resplandor” (1980) y “El silencio de los inocentes” (1991)
  • Rabia: “Mi guardaespaldas” (1980) y “Grito de libertad” (1987)
  • Satisfacción: Filmaciones de olas y escenas en la playa
  • Sorpresa: “Capricornio Uno (1978) y “Melodía de seducción” (1989)
  • Tristeza: “El campeón” (1979) y “Bambi” (1942)
  • Neutral: Formas abstractas y barras de colores





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