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2011/08/10

'Child of Eden', el juego imprescindible para Kinect


  Desconozco cuántas unidades de Child of Eden se habrán vendido a día de hoy, desde su lanzamiento a mediados de junio. De hecho, fue noticia en julio que no había tenido buenos resultados. Lo que está claro es que no ha vendido tanto como Kinect, que ya supera los 10 millones. Y eso es injusto, muy injusto.
Porque este shooter sobre raíles de Ubisoft es especial, en lo visual, en lo sonoro, en el control y en el desarrollo. Con un regusto arcade noventero que abraza con cariño al sensor de movimiento de Microsoft. Además, puede presumir de ser mucho más videojuego que la mayoría de los títulos que ha recibido Kinect.
Ahí van diez razones por las que los jugadores que hayan pasado por caja para hacerse con Kinect, deberían tener la vergüenza de introducir Child of Eden en su Xbox 360:
  • Para empezar porque el juego de Ubisoft, seguramente, permitirá que desempolven ese Kinect abandonado que no tienen claro por qué compraron y que costó sus buenos euros.
  • Porque detrás de su desarrollo está Tetsuya Mizuguchi, que en su día desarrolló Sega Rally Championship, Space Channel 5 y Rez. Este buen hombre se ha ganado un vistazo a su trabajo.
  • Porque es, a día de hoy, raro con ganas. Vale que este desarrollo lo hemos visto en títulos como Rez o, en menor medida, Panzer Dragoon pero es una rara avis que sorprenderá a muchos jugadores. Y quienes conozcan aquellos clásicos de Sega, de 1995 y 2001 respectivamente, se alegrarán de sumergirse en un desarrollo familiar y en desuso. Apuntar, disparar y repetir... Siempre repetir.
  • Porque nos obliga a mejorar nuestra destreza, presenta una curva de dificultad y permite batir las puntuaciones. Es un videojuego con todas las de la ley adaptado a una nueva forma de control, algo de lo que no pueden presumir todos los títulos para Kinect.
  • Porque puedes jugar solito, como está mandado, sin necesidad de sentirte como un idiota o de tener un amigo que se ponga a dar botes contigo en el salón. El social gaming y los party games ya saturan.
  • Porque usa de forma sencilla pero intuitiva y efectiva el sensor. Con una mano movemos una mirilla, que es un arma (láser), y con la otra, otra mirilla, que es una segunda arma (ametralladora). Si subimos ambas, hacemos un ataque especial. Cortito y al pie.
  • Porque también se puede controlar con el mando tradicional. Esto da la bienvenida a los detractores de Kinect y ofrece más vida a los que se lo pasen primero con el sensor. Es tan entretenido de una forma como de otra.
  • Porque los gráficos son una maravilla casi vectorial de luz y color, que parecen nacidos de la mente abotargada de psicotrópicos de un biólogo molecular que ha ido a parar al mundo de Tron.
  • Porque la música se crea de forma dinámica a medida que disparamos a los enemigos, de una forma casi mágica. Además, el juego nos recompensa si lo hacemos con ritmo. Este viaje del ojo y al oído fue la gran innovación de Rez en su día y Child of Eden recoge el testigo.
  • Porque su argumento es una sencilla pero acertada y muy actual visión futura, en la que el conocimiento de la maltrecha humanidad perdura en una internet llamada Eden, donde incluso nacen personas.
Conclusión
Desde luego que Child of Eden no es un juego perfecto. Es completamente lineal, su desarrollo es muy sencillo y quizá sea algo corto. Y en realidad sus defectos son consecuencia directa de su misma propuesta, surgida del corazoncito arcade de Tetsuya Mizuguchi. Por eso sus defectos no consiguen robarle su encanto, que es mucho sin Kinect y con él se dispara. Debido a su embriagador apartado artístico es de casi obligada prueba para todo jugador. Y si el jugador tiene Kinect, sin el casi. Uno de los juegos del verano en general y del año para Kinect, en particular.

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