En Blizzard Entertainment las moquetas aún están pegajosas por todo el champán derramado. World of Warcraft -WoW para los amigos- acaba de alcanzar los 10 millones de usuarios registrados. 10 millones de habitantes en un mundo virtual. Una población similar a la de Hungría -o casi la de Portugal, por poner un ejemplo muy cercano- que todos los meses se deja 13 euros -130 millones en total. ¡130 millones!, ¡todos los meses!- a cambio del privilegio de mantener un (guerrero / mago / sacerdote / enano) virtual con sus puntos de experiencia intactos.
La población, en realidad, es algo superior porque cada usuario puede tener más de un personaje y no se cuentan las tarjetas prepago para acceder al juego, pero aún así estamos hablando de muchísima gente. En Europa son unos dos millones, en América otros tantos y en Asia el juego rompe con 5,5 millones de usuarios.
Me gustaría decir que son buenas noticias para el mundo del entretenimiento en red pero lo cierto es que no lo son. Son pésimas. Blizzard ha creado un monopolio, el único juego online con éxito. Domina la red como el fútbol domina la prensa deportiva. No hay espacio para la competencia. EVE online, un juego de rol multijugador masivo de temática espacial, es sin duda mi juego favorito para esto del rol multijugador y en total, en todo el mundo, suma unos 220.000 suscriptores. Son bastantes menos que los socios del Círculo de Lectores en España. Lo diré de otra forma: ¿Conoce usted a algún asociado a la OCU? Pues tiene unos 220.000 socios también. Lo digo para que se haga una idea del tamaño.
Y es lógico. Esos 10 millones de personas han pagado durante meses o años por el privilegio de jugar, han creado desde cero un personaje que ahora es avanzado o medianamente avanzado. Han comprado oro y armas especiales con dinero real a alguna de las mafias clandestinas que pagan miserias a jugadores del tercer mundo en una suerte de taller ilegal de objetos virtuales -afortunadamente sólo una minoría-. Han creado equipos y comunidades de amigos que juegan todas las tardes. Algunos tienen vidas más interesantes en Azeroth -es el nombre del mundo virtual de WoW- que en el mundo real. Y no quieren irse. Irse supone empezar de cero en un mundo nuevo que no dominan, perder el status. Es como pedirle al presidente de Movistar que se vaya de becario a Vodafone.
Y por eso todos los nuevos mundos online fracasan. Pocos están dispuestos a pagar lo mismo para empezar de nuevo. Nignuno está dispuesto a pagar dos veces y dividir su vida en tres -realidad, mundo virtual 1 y mundo virtual 2-. Lo que me lleva a pensar que WoW es el Microsoft de los mundos virtuales. La única forma de competir contra él es crear un mundo virtual gratuito con la misma calidad y riqueza de WoW, que es bastante complicado, o un mundo virtual donde sea posible exportar un personaje de WoW manteniendo intactos sus privilegios y objetos, que es directamente imposible... salvo que se pille a la cúpula de Blizzard completamente borracha. Pensándolo bien, es el mejor momento para intentarlo.
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