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Publico.
El científico alemán Theodor W. Hänsch (Heidelberg, 1941) es el padre de un nuevo sistema de calibración para llevar a cabo espectrografías de alta precisión, lo que para los profanos en física equivale a ser el inventor del condensador de fluzo o de la junta de la trócola. Sin embargo, bajo este nombre ininteligible se esconde una técnica que permitirá, en pocos años, disfrutar de las próximas secuelas de Star Wars flanqueado por Darth Vader y Luke Skywalker. Y sin moverse del salón.
Hänsch vaticina que su invento, denominado "peine de frecuencias láser", hará posible el envío de cantidades inimaginables de datos, necesarias para la difusión de programas en tres dimensiones. "Posiblemente veremos películas holográficas en 2020, desde casa, sin gafas de colores como en Disneylandia", vaticina. Podría ser un augurio tecnológico más, de los que llenan los titulares de la prensa y luego sirven para reírse a carcajadas en las hemerotecas, pero Hänsch no es un vulgar charlatán, sino el ex director del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica, en Garching (Alemania). Y su peine de frecuencias láser le hizo merecedor del premio Nobel de Física 2005.
El cine 3D en casa es, quizás, la más inútil de las aplicaciones del condensador de fluzo de Hänsch. El pasado 5 de septiembre, un equipo del Max Planck desveló en la revista Science que el peine láser es el velocímetro espacial más preciso jamás fabricado. "La combinación de la óptica cuántica y la astronomía cambiará de manera definitiva la precisión de esta ciencia", explica. Hänsch lo cuenta tímidamente, pero para algunos astrónomos será algo más que un cambio. Será una revolución.
Un salpicón de partículas
Desde la década de 1990, la comunidad científica cree que el universo está desbocado y se expande a una velocidad cada vez mayor. Según la teoría del Gran Desgarramiento, la aceleración del espacio-tiempo acabará descuartizando el universo. La dispersión de absolutamente todo lo que existe, desde las galaxias hasta los átomos, acabará convirtiendo, según esta hipótesis, al universo en un salpicón de partículas subatómicas.
La teoría del Gran Desgarramiento cuadra con buena parte del conocimiento científico actual, pero no había manera de demostrarla, por la incapacidad de los instrumentos astronómicos para medir la velocidad del universo de forma adecuada. Hasta que llegó el peine láser.
La herramienta desarrollada por el equipo de Hänsch permite medir el número de oscilaciones de la luz por segundo, de una manera millones de veces más precisa que los anteriores intentos de medir la longitud de onda de la luz. Y al poder medir con exactitud las propiedades de la luz, se puede calcular la velocidad del cuerpo celeste que la irradia. "Creo que llegaremos a medir la expansión del universo, pero todavía nos queda trabajo por delante", admite el físico alemán.
"Ya hemos probado el peine de frecuencias láser en el Telescopio de Torre al Vacío de Tenerife, y es más preciso que las técnicas actuales", explica. Según sus cálculos, el cuentakilómetros galáctico podrá determinar el movimiento de los cuerpos celestes con una precisión de un centímetro por segundo: la velocidad de un escarabajo.
"Cuando estaba desarrollando esta técnica en mi laboratorio, hace más de 20 años, no podía ni imaginarme todas estas aplicaciones", recuerda todavía con sorpresa Hänsch, sentado en una sala del palacio del Marqués de Salamanca de Madrid, donde presidió recientemente el jurado que concedió el premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento a uno de los padres del ordenador cuántico, el físico español Ignacio Cirac. El alemán se ríe de las aplicaciones con las que se fantaseaba entonces, una imagen caricaturesca del sable -láser de los jedis en la saga de George Lucas.
Hänsch, incluso, ridiculiza la actual investigación en armas láser. Hace unas semanas, la compañía Boeing anunció que uno de sus prototipos de todoterrenos armados con rayos láser había derribado un vehículo aéreo no tripulado en un ensayo en Nuevo México. "En la década de 1960, los periodistas no paraban de hablar del rayo de la muerte, y Ronald Reagan soñaba con aviones equipados con rayos láser. Pero no veo cómo el láser puede ser efectivo para los militares, porque basta con un espejo o una cortina de humo para defenderse de un rayo", aclara.
A Hänsch, en lugar de muerte, el láser le inspira vida. Un equipo de científicos de la Universidad de Colorado, en Boulder (EEUU), demostró hace un año que una ráfaga de luz láser en el aliento de una persona puede servir para diagnosticar enfermedades como el cáncer y el asma. "Los primeros ensayos son prometedores. Soplas en un tubo y un ordenador muestra las posibles patologías a partir de las moléculas inusuales que detecta", resume. Así, la metilamina puede significar una enfermedad renal o hepática; la acetona, diabetes; y el óxido nítrico, asma. "De momento es un sueño, pero puede constituir una revolución para la salud humana", augura.
De pequeño, Hänsch jugaba con fósforo blanco, empleado por Israel para atacar Gaza: "Tenía una modesta colección de químicos peligrosos escondida bajo la cama de mis padres". Moraleja para los progenitores: dejen que los niños guarden sus armas químicas en el dormitorio.