Si la evolución humana respondiese a probabilidades, el paisaje que vio el primer ancestro humano que anduvo erguido fueel horizonte abierto de la sabana y no la jungla en la que quedaron los monos. Es algo que contaban los libros de texto, pero que ha sido cuestionado en la última década hasta perder empuje.
Ahora, un estudio en Nature reivindica ese pasado. Mantiene que las llanuras de hierba y con menos de un 40% de árboles dominaron el este de África durante los últimos siete millones de años. Ese abismal periodo y esa zona vieron al linaje de los humanos separarse de los chimpancés, echar a andar sobre dos patas y aumentar el tamaño de su cerebro hasta generar la joya capaz de enviar expediciones a la Luna o planear visitas papales.
"Dondequiera que encontramos ancestros humanos hallamos también hábitats abiertos similares a sabanas", resume Thure Cerling, geólogo de la Universidad de Utah (EEUU) y primer autor del estudio. El trabajo desempolva la hipótesis de la sabana, formulada por Raymond Dart en 1925 y según la cual este tipo de paisaje hizo que los ancestros humanos bajasen de los árboles y comenzasen a andar de pie. Ese mismo año, Dart había descrito el Australopithecus africanus, el "hombre-mono de Suráfrica" que vivió hace unos tres millones de años y que ya andaba erguido. Más de 70 años después, el estadounidense Tim White presentaba a Ardi, un posible ancestro humano aún más primitivo que vivió hace 4,4 millones de años y que deslucía la hipótesis de la sabana de Dart. Sus descubridores aseguraban que aquella criatura vivía en el bosque, pero ya era bípeda. Desde entonces, muchos asumieron que los primeros pasos humanizados se dieron en la espesura para después consolidarse, millones de años después, con la expansión de las sabanas.
El trabajo de Cerling intenta aclarar dudas clavando los ojos en el suelo. Allí, los diferentes estratos de terreno conservan rastros químicos en forma de diferentes variantes de carbono. Estas indican qué tipo de vegetación predominó en las zonas analizadas: la cuenca de Omo y Turkana, en Kenia, y el valle de Awash, en Etiopía, durante los últimos 7,6 millones de años. "La mayoría del registro fósil de homininos viene de estas dos cuencas", subraya el trabajo de Cerling. Su veredicto es que más del 60 % del terreno fue sabana abierta durante todo el periodo, y no únicamente durante los dos últimos millones de años, como mantenían estudios anteriores. Además, señala que la vegetación era muy abierta justo en la época y terreno de Etiopía en que vivió Ardipithecus ramidus, el Ardi de Tim White.
Los resultados presagian una nueva batalla. "Lo más importante es que, después de 16 años, volvemos a la idea original", celebra Manuel Domínguez-Rodrigo, paleoantropólogo español que excava en la garganta de Olduvai, en Tanzania, otra gran cuna de homínidos erguidos. "Nos volvimos bípedos porque apareció la sabana", reafirma el experto, que añade que, en un estudio que publicará CurrentAnthropology, demuestra que en Olduvai predominaron también los paisajes abiertos durante la forja del andar en dos piernas.
"El bipedismo sólo aparece en el bosque", defiende Eudald Carbonell, codirector de Atapuerca. Se trataba de una "preadaptación" que pudo no ser beneficiosa en el bosque, pero que con la apertura de este "se expresó y extendió", concluye.
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