No han transcurrido más de dos años desde que culminó la Gran Recesión en Estados Unidos y muchos analistas aseguran que es posible que el país experimente una nueva recesión. La temida "doble inmersión" o double dip, como los expertos le llaman en inglés.
Sin embargo, una eventual nueva caída sería distinta a la ocurrida en diciembre de 2007. Algunos creen que podría ser aún más demoledora.La razón principal es que ya no afectaría a una nación en plena bonanza económica, sino a un país muy debilitado, con altos niveles de desempleo.
"Es como un pedazo de acero que se ha doblado antes y ahora está frágil, con riesgo de romperse", explicó a BBC Mundo Tino Díaz, quien ha trabajado como asesor de la Reserva Federal.
Este martes, la Reserva prometió que mantendrá la tasa de interés en un valor cercano a cero (0,25%) durante al menos los dos próximos años, pues el crecimiento ha sido mucho menor de lo que se esperaba.
Aunque el anuncio pretende calmar el pánico en las bolsas, promovido por la reciente clic rebaja de la calificación de la deuda federal, algunos lo interpretan como evidencia de que no existe margen de maniobra para encontrar medidas que puedan aliviar la crisis.
Sin planes de estímulo
El profesor de Economía de El Colegio de México, Gerardo Esquivel, dijo a BBC Mundo que si ocurriera una segunda recesión, ésta sería menos profunda que la anterior, aunque "el costo social seguramente sería más alto"."La caída anterior fue muy fuerte. Ahora lo que podría ocurrir es una contracción, una desaceleración y un muy bajo crecimiento durante un período relativamente prolongado que tendría consecuencias mucho peores", explica.
Una gran diferencia está en que a finales de 2007, el Congreso tenía capacidades financieras y políticas para poner en práctica planes de estímulo fiscal.
En ese momento la deuda federal representaba el 64,4% del Producto Interno Bruto del país. Hoy en día es casi el 100% del PIB, una cifra que no se alcanzaba desde el período posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Sería sumamente impopular e improbable que republicanos y demócratas lograran ponerse de acuerdo para aprobar planes de estímulo que al final podrían incidir en el aumento del monto de la deuda.
Del lado republicano hay una renuencia a permitir que el ejecutivo aumente el gasto público y al mismo tiempo una oposición, que algunos califican de "doctrinaria", a que el Estado aumente su financiamiento elevando impuestos.
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Las difíciles negociaciones que se vivieron en Washington para lograr el aumento del llamado techo de la deuda causaron una mala impresión, al punto que al argumentar las razones por las que rebajó la calificación de la deuda estadounidense, la agencia Standard & Poor's aseguró que los procesos políticos se están volviendo "menos estables, menos efectivos y menos predecibles de lo que anteriormente creíamos que eran".
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Alto desempleo
El panorama del empleo también es otro. Según las últimas cifras del Departamento del Trabajo, 14.825.000 estadounidenses se encuentran sin empleo, equivalente al 9,1% de la población activa. Antes de que la última recesión golpeara el índice estaba en un 5%.Algunos señalan que la economía estadounidense, incluso en el caso de que evitara una nueva recesión, tendría que acostumbrarse a vivir con ese alto desempleo.
"No sólo las cifras de desempleo son muy altas, sino que la gente permanece sin empleo por mucho más tiempo. Tanto, que algunos ni siquiera pueden disfrutar de los beneficios de la seguridad social", explica Gerardo Esquivel.
No solamente hay menos puestos de trabajo, sino que en algunos la calidad del empleo es inferior.
Tino Díaz destaca que hay personas subempleadas, que "aunque podrían ganar US$150.000 al año, se están conformando con US$50.000 porque no tienen más remedio".
A mayor desempleo, menor ingreso familiar. Y eso en una economía basada en el consumo como la estadounidense es la causa del estancamiento.
"Los habitantes de EE.UU. no están consumiendo lo que solían consumir. Por eso el PIB no sube tan rápido y la cantidad de dinero que entra al Estado es menor: porque no hay gente ganando lo suficiente como para pagar una alta cifra en impuestos", dijo Díaz.
"Con lo poco que entra, la gente está pagando deudas, no está gastando en comprar productos y servicios", concluye, destacando que ante la baja demanda el aparato productivo no se reactiva y por tanto no genera empleos, en un círculo vicioso que impide el despegue económico.
El problema de la vivienda
La vivienda es la base de la riqueza familiar para el estadounidense promedio. La construcción, al igual que el consumo, es el motor de la economía estadounidense.
Pero al no haber empleos ni salarios suficientes, invertir en una propiedad se vuelve cada vez más cuesta arriba.
Durante los dos últimos años, el sector se ha contraído de manera dramática: en promedio los precios se han reducido en un 24% a nivel nacional y además unas 4 millones de personas han tenido que enfrentarse a procesos de ejecución hipotecaria (foreclosures).
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El colapso del mercado inmobiliario implica un golpe duro para las economías familiares, fundamentadas en la propiedad.
Como explica Díaz, con los precios deprimidos y con muchas hipotecas superando los costos de la propiedad, el valor del activo que antes significaba una casa se ha reducido.
Antes tenían ahorros a los que podían acudir, pero ese "colchón" ya no existe. Incluso, el valor orginal de sus propiedades ya no les sirve como garantías colaterales.
"En ese contexto de deterioro socioeconómico una recesión adicional podría ser mucho peor", dice Esquivel.
A eso habría que agregarle el costo psicólogico y el desánimo que experimentarían aquellos que se vieron afectados por la primera recesión.
"Hay mucha gente que vive al tope y no puede pedir más crédito. No tienen ahorros y tampoco poseen la capacidad de buscar dinero prestado. Quienes están viviendo al margen tendrían pocas opciones para superar la crisis", dice Díaz.
Los demócratas defienden esos programas por considerarlos imprescindibles para grandes sectores de la población, mientras que los republicanos los ven como poco eficientes y un peso peligroso para el futuro de las finanzas públicas.
clic Lea también: Deuda, calificación, polarización y parálisis en EE.UU.
En medio de la crisis, el sector privado estadounidense ha registrado grandes ganancias y luce financieramente con su mejor salud de los últimos años, gracias a aumentos en la productividad y la adopción de prácticas más eficientes.
Muchas empresas disponen de grandes cantidades de recursos, por lo que el presidente Barack Obama les ha sugerido que colaboren usando parte de ellos en reactivar la economía y generar empleo.
Pero precisamente la incertidumbre inhibe a muchos a invertir, con lo que el círculo vicioso se profundiza y la economía se acerca cada vez más a un punto peligroso.
Pero al no haber empleos ni salarios suficientes, invertir en una propiedad se vuelve cada vez más cuesta arriba.
Durante los dos últimos años, el sector se ha contraído de manera dramática: en promedio los precios se han reducido en un 24% a nivel nacional y además unas 4 millones de personas han tenido que enfrentarse a procesos de ejecución hipotecaria (foreclosures).
clic Vea también: La batalla por las casas, la otra cara de la crisis en EE.UU.
El colapso del mercado inmobiliario implica un golpe duro para las economías familiares, fundamentadas en la propiedad.
Como explica Díaz, con los precios deprimidos y con muchas hipotecas superando los costos de la propiedad, el valor del activo que antes significaba una casa se ha reducido.
Menos ahorros
Pero si el Estado no está en capacidad de resistir los embates de una nueva caída, las familias que se ven afectadas por el desempleo mucho menos.Antes tenían ahorros a los que podían acudir, pero ese "colchón" ya no existe. Incluso, el valor orginal de sus propiedades ya no les sirve como garantías colaterales.
"En ese contexto de deterioro socioeconómico una recesión adicional podría ser mucho peor", dice Esquivel.
A eso habría que agregarle el costo psicólogico y el desánimo que experimentarían aquellos que se vieron afectados por la primera recesión.
"Hay mucha gente que vive al tope y no puede pedir más crédito. No tienen ahorros y tampoco poseen la capacidad de buscar dinero prestado. Quienes están viviendo al margen tendrían pocas opciones para superar la crisis", dice Díaz.
Sector privado
En tiempos de crisis, los efectos de la pobreza suelen ser mitigados con la ayuda del Estado, pero en el actual clima político estadounidense el mismo concepto de asistencia social está en el centro del debate.Los demócratas defienden esos programas por considerarlos imprescindibles para grandes sectores de la población, mientras que los republicanos los ven como poco eficientes y un peso peligroso para el futuro de las finanzas públicas.
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En medio de la crisis, el sector privado estadounidense ha registrado grandes ganancias y luce financieramente con su mejor salud de los últimos años, gracias a aumentos en la productividad y la adopción de prácticas más eficientes.
Muchas empresas disponen de grandes cantidades de recursos, por lo que el presidente Barack Obama les ha sugerido que colaboren usando parte de ellos en reactivar la economía y generar empleo.
Pero precisamente la incertidumbre inhibe a muchos a invertir, con lo que el círculo vicioso se profundiza y la economía se acerca cada vez más a un punto peligroso.
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