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2009/12/03

Mutilados fútbol club

Fuente: El Mundo.

Cada miércoles por la tarde, los 12 jugadores del equipo de fútbol que dirige Bashir Jalek abren sus bolsas y cambian su ropa por pantalones deportivos que dejan al descubierto sus prótesis. Anudan las zapatillas al extremo inferior de la pieza ortopédica y se preparan para un entrenamiento que a menudo hace sangrar sus muñones. Ellos son los integrantes del Club de Supervivientes de Minas, el único equipo de fútbol de la región integrado exclusivamente por mutilados por estas armas.

Todos sus componentes son libaneses, tienen entre 25 y 45 años –salvo una excepción de 54– y un denominador común: la amputación de al menos una de sus extremidades a consecuencia de los conflictos que han asolado al Líbano en su turbulenta historia reciente.

Eso no implica que el ritmo del juego sea más liviano de lo habitual. Casi al contrario, los futbolistas se emplean en el campo del estadio Bombastic de Sidón, su lugar de entrenamiento, con una competitividad casi agresiva. Si no fuera por las barras metálicas o de madera que sustituyen piernas y por la ausencia de algún brazo, podrían ser un club cualquiera.

"Llevo años entrenando y no encuentro diferencias entre mutilados y no mutilados. La habilidad que desarrollan los primeros por afán de superación suple sus carencias, y cualquier éxito sabe mucho mejor. Cada victoria es mucho más gratificante", explica orgulloso Jalek mientras sigue con sus ojos el partido.

Un ejemplo para el mundo

El entrenador, profesor de Educación Física de la Universidad Libanesa, comenzó a trabajar con discapacitados hace nueve años. En 2004, la Asociación Libanesa para la Asistencia a los Discapacitados, una ONG fundada por la esposa del líder chií Nabih Berri, responsable de AMAL, decidió crear este peculiar club de fútbol con "el doble objetivo de fortalecer la confianza de los jugadores e informar a otros países del peligro que implican las minas en el Líbano, especialmente por la munición de racimo", que ya ha costado 100 vidas y 400 heridos desde el verano de 2006, explica el doctor Jaled Tufaili, responsable administrativo de la ONG. Tufaili insiste en que se trata "del único equipo de Oriente Próximo formado por personas con miembros amputados por minas, si no de todo el mundo".

Encontrar a un entrenador acostumbrado a tratar con estos casos no resultaba fácil. El nombre de Bashir Jalek, quien desde el año 2000 trabajaba con el comité paralímpico libanés, sonó como el más experimentado. "Desde entonces entrenamos una vez por semana durante dos o tres horas. Al principio era muy duro. Los chicos no tenían práctica, y era habitual que se les cayeran las prótesis en medio del juego. Pero poco a poco su forma física fue cambiando, ahora podemos jugar hasta tres horas sin que ningún miembro caiga al campo".

Las dificultades iniciales no hicieron más que fortalecer a los integrantes, según cuenta el defensa Ali Srour. Licenciado en Leyes, Ali es un jugador habitual desde que se creara el equipo. "El entrenamiento nos beneficia física y psicológicamente", explica el joven de 26 años. "Nos obliga a convertir nuestra discapacidad en habilidad, y eso nos hace sentir orgullosos. Es un desafío continuo, y cada vez que lo superamos sabe mejor".

Jugar y hacer amigos

El 'accidente' de Ali –así llaman todos los jugadores al fatídico momento en el que pisaron o tocaron una mina- ocurrió en su pueblo natal de Ali Shaab, en la frontera con Israel, cuando tenía 18 años. "Cazaba pájaros con mis amigos cuando me perdí en el terreno. Vi una mina enterrada y decidí huir de allí. Cuando retrocedía, una explosión me tiró al suelo. Fue una cuestión de segundos. Cuando miré alrededor no encontraba mi pierna. Mis amigos intentaron rescatarme pero era demasiado arriesgado, nadie podía acercarse por miedo a otras minas. Así que gateé hasta escapar del campo minado".

Eso no le derrotó. Un año y medio después, volvía a jugar al fútbol "con mucho esfuerzo y mucho dolor. A veces, el muñón me sangra por la fricción con la prótesis". Es un problema común al resto de jugadores. La mayor parte proviene del sur libanés, donde más minas se localizan gracias a la invasión israelí de los años 80 y al bombardeo indiscriminado con bombas de racimo de Tel Aviv en 2006. Tierra de agricultores, allí pocos se pueden permitir los 20.000 dólares (unos 13.000 euros) que vienen a costar en el Líbano las prótesis diseñadas para ejercer deporte.

"Esto es como una terapia. El deporte me ha ayudado muchísimo a recuperarme física y psicológicamente", insiste Ali. Otro Ali, de apellido Ajami, uno de los dos porteros, viste una camiseta del Chelsea. Mecánico de 30 años, perdió la pierna derecha cuando tenía sólo 11 años. "Vivía en Beirut, en la zona cristiana. Aproveché un alto el fuego para caminar por mi barrio en busca de una fuente de agua. Entonces estalló la mina".

Dos meses después, cuando el dolor amainó, volvió a reunirse con sus amigos para jugar al fútbol. "Para mí, este equipo representa muchas cosas", explica poco antes del entrenamiento Ajami con su hija Farah (contenta, en árabe), de dos años, sentada en sus rodillas. "Aquí he hecho amigos que entienden mi problema y también mi pasión, me veo más envuelto en la vida y tengo más ambiciones".

Mohamed al Hajj, de 45 años, perdió la pierna en Beirut dos años después del final de la guerra civil. "Trabajaba en una tienda de alfombras, e iba a entregar un pedido cuando me adentré por una calle que acababan de abrir tras 'limpiarla' de peligros. No vi la mina enterrada". Tras 22 operaciones y tres años de rehabilitación, encontró en el equipo de supervivientes de minas una forma de reintegrarse en el mundo. "Para mí, esto representa poder continuar mi vida. Me ofrece desafíos que superar, y me equipara con las personas no mutiladas. En el campo, puedo hacer lo mismo que ellos. Ahora no me siento un discapacitado, sólo tengo un problema físico".

El entrenador Jalek explica que ya hay algunos mutilados a la espera de integrarse en el club, pero según Tufaili la falta de presupuesto impide ampliar el proyecto. La ONG ha contactado con diferentes embajadas para atraer ayudas, por el momento sin éxito, pero los diplomáticos siempre aceptan jugar un partido con el equipo que permita promocionar su labor. Lo mismo ocurre con instituciones internacionales como la Cruz Roja Internacional o la UNIFIL, la fuerza de Naciones Unidas, con cuyos miembros libran partidos amistosos con cierta frecuencia.

Y el Club de Supervivientes de Minas siempre gana, para satisfacción de sus miembros. "Ese es el espíritu de este desafío: convertir la incapacidad en capacidad. No puede imaginar lo bien que sabe lograrlo", reflexiona Ali Nureddin, miembro de la ONG, antes de cerrar el petate.

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