Tomando como base el ranking que recientemente elaboró la revista TIME con los personajes más influyentes de la década, FayerWayer publica un listado con las diez personas que han revolucionado la tecnología en estos diez años y en el que se encuentran empresarios, ingenieros, así como creadores de servicios y redes sociales que han contribuído a impulsar la web y el mundo tecnológico tal y como lo conocemos hoy en día. El primer puesto es indiscutiblemente para Larry Page y Sergey Brin, fundadores del todopoderoso Google. Después están el joven Mark Zuckerberg, creador del omnipresente Facebook, y Steve Jobs, auténtico evangelizador de la religión Apple. En la lista también aparecen otras estrellas como Jimmy Walles, de Wikipedia o Mark Shuttleworth, impulsor de Ubuntu. Qué seríamos sin todos ellos.
Uno de los elementos comunes a todas estas personalidades ha sido su lucha por universalizar y democratizar el acceso a Internet, algo que ha calado hondo en la cultura digital de millones de usuarios que abogan por la neutralidad y la libertad de expresión en la Red. Por eso no es de extrañar que se produzcan pequeñas revoluciones cada vez que alguien intenta alterar estos valores. El ejemplo más cercano lo tenemos en España, donde el "manifiesto" sigue desencadenando reacciones en muchos ámbitos de la sociedad y la política. Él último episodio tiene como protagonista a Torres Mora, quien inicialmente asoció un supuesto hackeo a su blog a la publicación de un ácido artículo en el que instrumentalizaba políticamente el texto de los internautas. Quizá deberíamos preguntarnos hasta qué punto llega la "ética hacker".
Lejos de este mundo virtual, los habitantes de la península de Kamchatka, en el extremo oriental de Rusia también andan preocupados porque existe una posibilidad (entre 45.000) de que reciban, el 13 de abril del año 2036, el impacto directo de un asteroide de casi 500 metros de diámetro y más de veinte millones de toneladas de peso provocando devastadoras consecuencias en todo el planeta. Ante tal apocalíptico desenlace, muchos ya plantean la posibilidad de articular un protocolo de actuación al más puro estilo holiwoodiense. Dios nos pille confesados.
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