Le llamaremos A., porque su nombre, edad y sexo son secretos, como cualquier otro detalle de su identidad. Lo único que se sabe de este ciudadano anónimo es que vive en África y que su sangre ha devuelto la esperanza a los que buscan la vacuna contra el sida. Un equipo internacional de científicos encargado de analizar la sangre de miles de infectados acaba de encontrar en este individuo dos nuevos anticuerpos que, combinados, son los más potentes que se conocen. Los científicos quieren usar esas dos moléculas para diseñar nuevas vacunas y devolver la autoestima a un área en la que abunda el pesimismo.
"Hemos identificado otro blanco hacia el que dirigir una nueva vacuna", explica a Público Wayne Koff, vicepresidente de investigación de la Iniciativa Internacional para la Vacuna contra el Sida (IAVI, en inglés). Koff es uno de los más de 20 autores que hoy publican en Science los detalles de un trabajo que les ha llevado a África, Asia, Europa y América en busca de personas que no han desarrollado el sida a pesar de llevar más de tres años infectadas y sin tratamiento.
Quieren encontrar anticuerpos de amplio espectro, unas moléculas del sistema inmune que producen muy pocos individuos y que son capaces de atajar la expansión de varias subclases del virus. Por ahora, A. es el único entre los 1.800 infectados estudiados que ha desarrollado anticuerpos de este tipo. Pero los investigadores dicen haber detectado ya a otros enfermos cuyos anticuerpos parecen aún más potentes. "Nos gusta pensar que este estudio es sólo la punta del iceberg", comenta Koff.
A pesar de décadas de investigación, la posibilidad de conseguir una vacuna contra el sida sigue siendo casi una utopía. Los ánimos en este campo se desinflaron en 2007, cuando la principal candidata, desarrollada por la farmacéutica Merck, fracasó estrepitosamente en un estudio en el que varios voluntarios sanos se contagiaron. Desde entonces, algunos de los investigadores más prestigiosos de este campo muestran abiertamente su pesimismo.
"No tendremos una vacuna en las próximas décadas y hay que asumir la posibilidad de que tal vez nunca la tengamos", opina Ronald Desrosiers, que estudia el VIH en la Universidad de Harvard y es uno de los más críticos con los proyectos actuales. Sin embargo, resalta que este último trabajo es relevante y puede resultar útil en el desarrollo de nuevas vacunas en el futuro.
En busca de anticuerpos
El enfoque de Koff y sus compañeros devuelve a esta investigación a sus orígenes. Hace unos 20 años, los anticuerpos fueron los primeros candidatos contra el virus. El cuerpo produce estas moléculas en presencia de un virus para evitar que contagie nuevas células. La idea es conseguir una vacuna que imite el comportamiento de estos anticuerpos en individuos que aún no están infectados.
La mayoría de vacunas efectivas contra otras enfermedades se basan en esta técnica, pero el sida es caso aparte. Los anticuerpos que pueden atajar el virus hoy no serán efectivos en unos meses, explica Josep María Gatell, que trabaja con el equipo que está probando en España una vacuna contra el virus en humanos. Esto se debe a que el VIH es, con diferencia, el virus que más muta para sortear las barreras del sistema inmune. De hecho, es tan cambiante que sus variantes genéticas dentro de una sola persona pueden superar en número a todas las variedades del virus de la gripe estacional.
Hasta ahora se habían descubierto cuatro anticuerpos de este tipo que resultaron ser demasiado complicados de usar, explica Koff. Además, no se habían obtenido de enfermos en países en desarrollo, donde se producen la gran mayoría de infecciones y muertes por la enfermedad.
Por eso, los expertos han decidido visitar los lugares donde el virus golpea más fuerte y han recogido muestras de sangre de infectados en Somalia, Uganda, Kenia, Zambia, Costa de Marfil o Suráfrica. También acudieron a Tailandia, Australia, Reino Unido y EEUU. En total, las 1.800 muestras de sangre se purificaron para poder detectar anticuerpos y después se filtraron los mejores candidatos. De entre unos 30 finalistas, los anticuerpos de A. resultaron ser los más potentes y versátiles que se conocían. "Son los mejores del lote", comenta Koff.
Los investigadores señalan que, al contrario que los otros anticuerpos, estos tienen una importante ventaja. Atacan una zona clave del virus que está presente en muchos tipos de VIH. Se trata de una estructura de proteínas que forma la aguja con la que el virus invade células sanas. Una vez que el virus inyecta esta aguja en una célula, su material genético entra en ella y se reproduce.
El virus camufla esta aguja con compuestos químicos para que los anticuerpos no consigan detectarla. Pero los dos nuevos candidatos aportados por A. llamados PG9 Y PG16 se dirigen a una zona que suele permanecer intacta a pesar de las mutaciones, lo que explica su alta efectividad contra varios especímenes del virus, según los expertos.
Pero está casi todo por hacer. Los investigadores tendrán ahora que desarrollar una vacuna que imite la acción de estos dos anticuerpos y probar su efectividad primero en animales y, si sigue siendo efectiva e inocua, en humanos. Además, habrá que demostrar que está hecha a prueba de mutaciones.
"Es una paso muy preliminar", advierte Gatell. Añade que los anticuerpos son una de la líneas de investigación que hay que perseguir para una vacuna efectiva. Su trabajo se basa en la otra gran línea defensiva contra el sida, que consiste en activar una respuesta natural en el organismo que elimina las células que ya están infectadas por el virus e incluso podría evitar su expansión.
A pesar de que la vacuna fallida de Merck se basaba en esta técnica, hoy hay unos 30 nuevos compuestos experimentales con este enfoque, según el IAVI. El consorcio opina que el futuro de la vacuna depende de un compuesto que sea capaz de generar anticuerpos y eliminar también las células infectadas. Aún están lejos de conseguirlo, pero, al menos, ahora tienen esperanza. "Estos datos van a reorientarnos hacia un pensamiento más positivo sobre la posible vacuna", concluye Koff.
La vacuna española sigue adelante
La vacuna española contra el sida se encuentra ya en ensayos clínicos. Unos 30 voluntarios sanos participan en una prueba de fase I que coordinan el Hospital Clínico de Barcelona y el Gregorio Marañón de Madrid. El compuesto, diseñado por el equipo de Mariano Esteban, se centra en el HIV B, el más frecuente en España. No pretende evitar la infección, sino el desarrollo de la enfermedad. Para ello usa el mismo vehículo que la vacuna de la viruela: un poxvirus. Este virus está inhabilitado y lleva cuatro antígenos que estimulan al sistema inmune contra el VIH. Aunque aún habrá que esperar tres o cuatro meses para conocer los resultados, parece que todo va bien en el ensayo, según Josep María Gatell, responsable de la Sección de Enfermedades Infecciosas del Clínico de Barcelona. De resultar efectiva, la vacuna permitirá que una persona infectada no desarrolle síntomas y pueda llevar una vida normal.
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