Tiene solo 32 años, pero fue uno de los gurús del milagro del tigre celta. En 1996, aún en la universidad, fundó First Tuesday Ireland, un foro en el que jóvenes emprendedores se reunían con socios capitalistas para montar negocios puntocom . Desde entonces ha montado tres empresas, entre ellas Leap Broadband, con la que pretende llevar el ancho de banda sin cables a todo el país. También es concejal en Dublín del Fianna Fail, el partido que gobierna Irlanda.
-Todo se ha desmoronado.
-La economía se ha destruido muy rápido en todo el mundo, pero aquí somos muy dependientes de la construcción, el parón ha sido más brusco, y estamos destruyendo mucho empleo. El Gobierno ha tenido que adoptar medidas muy impopulares. Irlanda es como un conductor que va en su coche a toda velocidad y tiene un accidente de tráfico. La prioridad es parar la hemorragia. Por eso se han adoptado medidas sin precedentes.
-Además, las multinacionales se van, sobre todo las de su sector.
-Es inevitable. Dell no va a fabricar portátiles aquí si lo puede hacer más barato en Polonia. Pero nosotros podemos retener el valor añadido. Y debemos aprovechar este bache para diversificar nuestra industria. Tenemos muchas lagunas en áreas que van a ser fundamentales en la recuperación económica mundial, como las energías verdes, la eólica, la maremotriz, los avances en nanosolar. Y sobre todo tenemos que reducir la dependencia de las multinacionales. Se están haciendo muchos esfuerzos, a través de las universidades, para que el próximo Stanford [la universidad californiana donde explosionó la revolución de las puntocom ] sea el Trinity College [de Dublín]. El próximo Google tiene que ser irlandés.
-¿Es usted el más optimista del país? Todo el mundo está deprimido con la recesión.
-Somos un país pequeño, y vulnerable, como se ha visto ahora. Pero eso también tiene ventajas. Nuestra diferencia con Galicia es que nuestro primer ministro tiene una silla en Bruselas. Podemos hacer que las cosas pasen un poco más deprisa. La gente irlandesa es muy adaptable. En estos años, nos íbamos de vacaciones, no en función de lo que ganábamos, sino de lo que nos prestaba el banco. Hay una generación por debajo de los treinta que no sabe lo que es una recesión. Ahora, entre los jóvenes, hay una moda que es presumir de gangas: ¡He encontrado en el súper de mi barrio tres piñas por un euro! Probablemente, en estos años perdimos parte de nuestra esencia como país. Quién somos y en qué lugar del mundo estamos. No somos un país en el centro de Europa en el que todo el mundo hacer negocios. Siempre fuimos pobres. Si no fuera por Europa, por el respaldo del BCE, ahora mismo estaríamos peor que Islandia.
-Sin embargo, votaron no al tratado de Lisboa.
-Aquello fue muy embarazoso. Europa nos dio dinero para infraestructuras, nos obligó a reconvertir el sector primario, nos abrió un mercado que propició la llegada de multinacionales, nos dio el euro. Y votamos no. Fue una protesta contra el Gobierno, cuando las cosas empezaban a torcerse. Deberíamos haber hecho un mejor trabajo de comunicación. Espero que lo arreglemos en octubre.
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