El pasado lunes, se estrenó en Estados Unidos la nueva temporada de Prison Break. Inmediatamente después de su estreno, la serie fue puesta tanto en la página web de Fox como en Hulu para su visionado en streaming, desde IP norteamericana y con una dosis aparentemente razonable de anuncios. Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos desarrollados, se estima que un total de un millón de personas se descargaron el episodio a través de plataformas P2P. El fenómeno es analizado por Wired en “File sharing is hard habit to break“, que afirma que aunque Hulu no facilita datos acerca del número de descargas en su plataforma, están completamente seguros de que el número fue sensiblemente inferior, y que por lo tanto, el P2P gana claramente la batalla.
Aunque pueda parecer injusto comparar nuevas plataformas de visionado como Fox o Hulu con sistemas P2P que ya llevan varios años de funcionamiento, y aunque se trate tan solo de los primeros asaltos, parece evidente que el titular de Wired está en lo cierto: la descarga de redes P2P, esa que algunos trogloditas malintencionados intentan que veamos como la raíz de todos los males de la sociedad contemporánea, es un hábito completamente instaurado en la personalidad del usuario de Internet. Por un lado, se trata de un método de notable eficiencia: en los días posteriores a su estreno, la descarga a través de BitTorrent de un capítulo de una serie determinada tarda, con un ancho de banda razonable, menos del tiempo que se tarda en visionarla. Pero además, entronca con un fenómeno interesante entre los fans de las series: el coleccionismo. Muchos aficionados conservan durante bastante tiempo los episodios de sus series favoritas, y aunque el indice de visionados repetitivos sea bajo, la sensación de “posesión” juega igualmente a favor de las redes P2P frente al efímero streaming.
Como siempre, atribuir el comportamiento a cuestiones como el ahorro económico, la facilidad de uso, el intento de evitar la publicidad o la rebeldía contra lo establecido resulta algo completamente simplista. Y es que las descargas P2P se han convertido simplemente en una parte más de Internet, en algo contra lo que resulta absurdo luchar, y que sin embargo sí deben convertirse en una meta para alcanzar, mediante servicios similares, una propuesta de valor capaz de rivalizar con ellas. En lugar de intentar criminalizar un comportamiento socialmente arraigado, técnicamente eficiente y de control sumamente complejo, los políticos deberían preocuparse por estimular a una industria que pretende escudarse en la existencia de dichas plataformas para hacerlas responsables de todos sus males y negarse a evolucionar. Las descargas P2P, de una manera u otra, formarán parte del panorama de Internet durante el resto de su historia.
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